En la iglesia, al atardecer.
Había una sola iglesia en todo Lotto Valentino.
Estaba construida en las afueras de la ciudad, por lo que muy pocas personas venían aquí para rezar o para adorar. La mayoría la usaban solo como una instalación para realizar funerales.
Era una escena triste para los devotos, pero había rumores de que Lotto Valentino, una ciudad construida por alquimistas, intencionalmente había apartado a la Iglesia para debilitar su influencia.
Esto llevó a que surgieran historias sobre rituales demoníacos realizados por los alquimistas, lo que resaltaba aun más la división que existía entre Lotto Valentino y otras ciudades.
Pero entre la gente de esta ciudad, había unos pocos creyentes fieles que venían a esta iglesia a rezar para que los muertos descansaran en paz.
Uno de estos hombres, que se encontraba rezando en su puesto, levantó silenciosamente su cabeza.
La iglesia era antigua y estaba en ruinas; en el mejor de los casos, podría decirse que tenía una apariencia humilde. Pero el hombre que había estado rezando demostraba un aire completamente contrario al que daba la antigua capilla.
Tenía entre unos veinticinco y treinta años, llevaba un ligero hábito a la francesa y, a pesar de su color apagado, su apariencia excéntrica en general lo distinguía un poco del mundo secular.
La opulencia de su indumentaria hacía evidente su posición de nobleza, pero no había nada típicamente aristocrático en el aire que lo rodeaba.
Extrañamente para un aristócrata, no usaba una peluca ni un lunar falso, dos cosas que estaban de moda entre los nobles de la época. En lugar de eso, llevaba un extravagante tricornio sobre su cabeza.
Tenía unas profundas y marcadas ojeras, aunque no estaba claro si era maquillaje o el producto de la privación del sueño. Debajo de sus ojos tenía unas pequeñas estrellas dibujadas.
Era casi de una manera muy convincente la escena de un payaso dado a la fuga refugiándose en una capilla.
Pero sin importar lo poco convencional que fuera su apariencia, nadie en Lotto Valentino se atrevería abiertamente a verlo con malos ojos. Esto era porque el excéntrico hombre era Esperanza Boroñal, el aristócrata que gobernaba la ciudad.
Su extravagante manera de vestir le había válido el ofensivo apodo de «Conde Payaso», pero aun así, él era el hombre más poderoso de Lotto Valentino. Por supuesto, la intervención de la Casa Dormentaire amenazaba con usurparle esa soberanía.
Y aun así, había venido solo a esta iglesia, sin ningún sirviente que lo acompañara. Había dejado su carruaje a poca distancia de la iglesia, pero incluso el cochero se preguntaba por qué el gobernador había venido a este lugar.
Sin revelarle a nadie los motivos de sus plegarias, Esperanza salió de la capilla. Aunque había querido quedarse por más tiempo, no podía permitirse relajarse en este momento.
No hacía mucho tiempo, una explosión había devastado uno de los cuarteles generales de los Dormentaire. Afortunadamente, nadie había resultado herido, pero estaba claro que solo por poco habían evitado una tragedia.
«Debería presionar más a la policía de la ciudad para que investigue el asunto», pensó Esperanza. Se puso una vez más la cara del gobernador y salió al patio de la iglesia.
Y en ese mismo momento, notó a un joven allí parado, iluminado por la puesta de sol.
Esperanza observó la figura en silencio.
Por su apariencia, el extraño no parecía estar asociado con la iglesia. Estaba vestido en parte como un noble, pero había un aire en él diferente al de los aristócratas locales.
El joven se acercó lentamente a Esperanza, caminando sobre las baldosas de piedra que cubrían el patio. En su rostro tenía una sonrisa amable y gentil.
Entrecerrando los ojos, Esperanza intentó descubrir la identidad del joven que caminaba hacia él bajo la luz del sol. Probablemente tenía unos veinte años, la misma edad que Elmer, el huésped de la mansión Boroñal.
Esperanza no pensó que el extraño simplemente estuviera de paso, pero el joven no parecía tener ningún tipo de hostilidad hacia él.
Por otra parte, tampoco pudo pensar en alguna razón por la que hipotéticamente pudiera ser el blanco de un asesino que pudiera ocultar su sed de sangre.
Mientras Esperanza seguía divagando en sus pensamientos, el joven abrió su boca a mitad de camino.
—¿Está aquí para llorar a sus seres queridos, señor?
—…Podría decirse que sí.
Esperanza, que no tenía interés en la mitad masculina del mundo, le respondió fríamente al joven.
—Veo que debió haberse preocupado mucho por ella.
—¿…Quién eres?
Esperanza miró nuevamente al rostro del joven.
El extraño específicamente había dicho «ella», cuando Esperanza solo había admitido que estaba aquí por sus seres queridos. El gobernador se sintió algo curioso por el joven, y entonces recordó algo.
Elmer le había hablado antes acerca de un joven: un joven de liso cabello negro y ojos dorados.
Todo tipo de emociones surgieron en su corazón al recordar ese nombre. Esperanza lo susurró antes de que el joven pudiera continuar.
—…Huey. Eres Huey Laforet, ¿no es así?
—Pero qué sorpresa. Es un honor ver que el gobernador conoce mi nombre.
La forma de hablar del joven era excesivamente educada.
Ahora que la identidad de Huey Laforet era segura, el gobernador se tomó un momento para aclarar su expresión. Bajó la mirada al suelo, respiró hondo, apartó la mirada lentamente y murmuró: «Ya veo». Eso fue todo.
—¿…Eso es todo, señor?
—¿Qué más quieres de mí?
—Había imaginado que tal vez maldeciría mi nombre, me agrediría, o incluso llegaría al punto de dispararme.
Al ver la leve sonrisa de Huey, Esperanza se sintió tentado por un momento por el pensamiento de apuntarle con un arma, pero negó esa posibilidad en su mente y solo sacudió su cabeza.
—Hace un año puede que lo hubiera hecho. Y déjame aclarar esto. Ya he escuchado de Elmer que lo que sucedió no fue culpa tuya. Con todo derecho, tú deberías ser quien estuviera maldiciéndome o golpeándome por quedarme cruzado de brazos sin hacer nada.
Un año atrás, la hermana de Esperanza, Maribel Boroñal, había muerto.
Fue asesinada bajo el nombre de Mónica Campanella, la criminal acusada de haber matado a un hombre de la Casa Dormentaire y a los padres de Esperanza.
Debido a ciertas circunstancias, Maribel había sido dada por muerta y llevada a Lotto Valentino usando la máscara de Mónica Campanella.
Pero la llegada de la Casa Dormentaire destrozó esa máscara.
Para ser más precisos, las piezas de la máscara rota fueron pegadas a la fuerza de vuelta en el rostro de Maribel y Mónica Campanella murió como una criminal.
[Muerta en un accidente mientras estaba bajo custodia. El hecho de que hubo un incendio momentos antes del accidente implica al Fabricante de Máscaras como su asesino.]
Este era el reporte oficial de la Casa Dormentaire, pero Esperanza no creía una sola palabra de ello.
No era que no creyera en la muerte de su hermana. Su cuerpo nunca había salido a la superficie, pero por lo que le había dicho Elmer, era difícil imaginarse que hubiera podido sobrevivir.
Lo que se negaba a creer era la idea de que ella hubiera sido asesinada por el Fabricante de Máscaras.
Esperanza sabía que, sobre la máscara de la estudiante de alquimia llamada Mónica, Maribel llevaba aun otra máscara más: la del asesino serial conocido como el Fabricante de Máscaras.
También sabía que había otros que portaban la máscara junto a ella.
Entre ellos, Huey Laforet, su novio, con quien ella había compartido la identidad del Fabricante de Máscaras.
Esperanza continuó hablando en voz baja con el alquimista que había desaparecido durante el año siguiente a la muerte de Mónica.
—Sé que no es tu culpa. Pero si aún estuviera en el mismo estado en el que estaba hace un año, te habría maldecido. Incluso podría haber llegado tan lejos como para utilizar mi influencia política y echarte toda la culpa a ti. Aunque las cosas habrían sido diferentes si fueras una mujer.
Esperanza se tomó un segundo para suspirar y continuó.
—Pero el tiempo… es algo verdaderamente cruel. Mi resentimiento hacia ti y hacia la Casa Dormentaire, e incluso mi dolor y mi odio ante mi propia impotencia, se están desvaneciendo lentamente, a pesar de que mi dolor y mi lamento nunca se curarán.
Era una conversación impensable para que se diera entre un gobernador y un simple alquimista, pero Esperanza era un caso particular entre los aristócratas. No solamente ponía a todas las mujeres por encima de sí mismo en sus acciones, sino que tampoco se preocupaba por asuntos como la diferencia de clases.
Pero Huey, que debería estar haciendo el papel de un humilde plebeyo, también hablaba con Esperanza sin ningún tipo de restricciones.
—Si el tiempo no los curará, entonces tal vez nunca fueron heridas en primer lugar —dijo, y se encogió de hombros ligeramente—. Aunque alguien como Elmer podría decirle que sonreír lo curaría todo.
—Cierto.
Al recordar el rostro de Elmer, Esperanza sonrió amargamente.
—Hoy se cumple el primer aniversario desde su muerte, pero escuché que Elmer salió a la ciudad con una señorita que se supone que empezaría a trabajar para mí a partir de hoy. Ni siquiera estuvo presente el día de Conmemoración a los Fieles Difuntos. No puede ser que lo haya olvidado…
—Tal vez había algo perturbando la sonrisa en el rostro de su nueva empleada.
—Por supuesto. Yo tampoco lo pensaría dos veces para hacer lo mismo por una mujer que está sufriendo —respondió el Conde, sin darse cuenta de que él mismo era la causa de los temores de su nueva sirvienta.
Huey apartó su mirada con una sonrisa y susurró con nostalgia.
—Elmer… Él no tiene ningún interés por los muertos. Siempre ha sido así.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó el gobernador.
—¿De mí?
—No te preguntaré por qué desapareciste. Pero ¿qué estás haciendo aquí? Dudo que hayas venido solo para escuchar mis quejas —preguntó Esperanza directamente.
Aunque en realidad quería seguir hablando de Mónica y escuchar historias sobre ella, la sonrisa de Huey le molestaba. Tenía que llegar a la verdad. No había nada en la expresión de Huey que sugiriera que estaba allí para llorar la muerte de su amada.
—Debo disculparme de antemano por responder a su pregunta con otra pregunta, pero…
Huey se volvió hacia las puertas de la entrada de la iglesia, sus ojos perdidos en las distantes calles de la ciudad y el distante mar, y se dirigió a Esperanza.
—¿Dónde cree que está Mónica?
—¿…Qué quieres decir?
—Desde luego, no estoy afirmando ingenuamente que ella en realidad sigue viva. Después de todo, si eso fuera cierto, yo ya me habría ido a su lado desde hace mucho tiempo.
La tenue sonrisa de Huey nunca abandonó sus labios.
—Si existiera algo como el alma, ¿cree que a ella se le habría permitido atravesar las puertas del paraíso? ¿O cree usted que ella se está quemando en las llamas del infierno como una pecadora?
Huey continuó, no con sus ojos puestos sobre Esperanza, sino fijos en la distancia.
—¿O, tal vez, al ser Mónica la pecadora y Maribel la inocente víctima al mismo tiempo, ella solo está deambulando en las noches, rechazada por el cielo y el infierno?
—…Ya basta de esto. No estoy de humor para este tipo de conversaciones —dijo Esperanza en voz baja, pero Huey continuó.
—Las iglesias ya no tienen espacio en sus cementerios para sepultar a los muertos. Algunas han desenterrado los huesos y los han reubicado bajo tierra tantas veces que ahora tienen galerías enteras de cadáveres en sus sótanos. Y, sin embargo, eso aún deja una forma física de la muerte que puede ser enterrada y a la que se le puede hacer luto.
Esperanza se quedó en silencio.
—Pero Mónica, de quien ni siquiera tenemos un cuerpo, no está aquí. No está en ningún lugar. Ni su alma ni su cuerpo existen. Ni siquiera podemos confirmar su muerte o supervivencia, está perdida en la nada.
Después de esperar a que Huey terminara, Esperanza suspiró fuertemente. Se dirigió con cansancio a Huey, que todavía le estaba dando la espalda.
—¿Estás tratando de hacerme enojar? ¿O estás tratando de consolarte a ti mismo poniendo la muerte de Mónica en poesía barata? Si es lo primero, me temo que tendré que decepcionarte. Tan desagradable como fue eso, no tengo la energía para enfurecerme en este momento.
Huey negó con su cabeza.
—Ninguna de las dos, señor. Me disculpo por molestarlo, pero simplemente deseaba transmitirle este mensaje, por lo menos.
—¿Transmitirme qué?
—Mis planes para esta ciudad.
Esperanza no estaba entendiendo nada. Huey, con su fría y débil sonrisa negándose a desaparecer, continuó.
—…El momento antes de que Mónica cayera al mar, con sangre derramándose de su pecho… ella me dijo esto…
Huey respiró profundo, cerró sus ojos y completó la frase.
—…«Volvamos a encontrarnos», dijo. Esas fueron las últimas palabras que le dijo a alguien como yo.
Esperanza, escuchando atentamente a Huey, sintió un escalofrío recorriendo su espalda.
«Algo no está bien. Este hombre es algo diferente al Huey Laforet del que Elmer estaba hablando. ¿Realmente es la misma persona? ¿Significa esto que algo en él ha cambiado?».
Un año.
Era un periodo de tiempo tal vez demasiado corto, pero lo suficiente como para cambiar a un hombre.
¿Adónde había ido Huey durante este tiempo y qué había visto?
Mirando lentamente alrededor del confundido Esperanza, Huey habló de nuevo.
—Es por eso que mi intención es encontrar a Mónica.
—¿…A qué te refieres con eso?
—Pero me temo que tal vez ella no estará feliz con lo que planeo hacer. Es por eso que, por lo menos, quería que usted lo supiera… aquel que conoce su pasado mejor que nadie.
Esperanza al fin notó que Huey estaba sosteniendo algo en su mano derecha. Huey miraba las calles, ojeando de vez en cuando el objeto en su mano.
Una vez que Esperanza entendió que el objeto era un reloj de bolsillo, mucho más pequeño de los que había visto antes, pensó que Huey estaba preocupado por la hora.
«¿Pero por qué?».
Quería hacerle esta pregunta, pero en ese momento, tenía más curiosidad por escuchar lo que Huey tuviera para decir.
Mientras vacilaba, incapaz de tomar una decisión, Huey volvió a guardar el reloj en el bolsillo de su pecho, y se dio la vuelta hacia Esperanza.
Finalmente, terminó su pensamiento.
—Es por eso que, sin importar lo que suceda a partir de este momento… Nada de esto será por culpa de Mónica.
—¿Qué…?
—Y usted, señor, no debería cargar con la culpa de lo que está por suceder. Después de todo, estoy buscándola por mi propio capricho.
En el siguiente momento, las calles detrás de Huey cambiaron.
Humaredas negras empezaron a elevarse en diferentes sitios, desde el centro de la ciudad hasta el puerto. Y después de un retraso de varios segundos, una poderosa onda sísmica pasó a través del patio de la iglesia.
—¡¿Qué?!
Esperanza saltó apresuradamente a la entrada y contempló la ciudad desde su posición privilegiada.
El humo se elevaba desde diferentes puntos de la ciudad y ocasionalmente podía ver llamas rojas bailando entre las manchas negras.
—¡Huey Laforet! ¡¿Qué significa esto…?!
Rápidamente se dio la vuelta, pero se detuvo.
Para cuando Esperanza había mirado a su alrededor, Huey Laforet había desaparecido. Solo los clérigos, que habían salido por la conmoción de las explosiones, se movían apresurados de un lado a otro en el patio de la iglesia.
Pero Esperanza ahora estaba seguro. Aunque no tenía idea de a qué se refería Huey con eso de encontrar a Mónica otra vez, podía ver que el hombre tenía algo planeado para Lotto Valentino.
La Casa Dormentaire, responsable de arruinar —y eventualmente llevarse— la vida de su amada, se vería asediada por la venganza del Fabricante de Máscaras. O más bien, por el hombre llamado Huey Laforet.
* * *
Muchas explosiones habían sacudido a la ciudad de manera simultánea.
Naturalmente, hubo muchos testigos de los incidentes.
Una de las explosiones había tenido lugar cerca de un barco de transporte de los Dormentaire atracado en el puerto.
El muelle desierto explotó de repente y las personas en la cubierta resultaron con heridas leves.
Aunque todos los marineros habían logrado escapar, las llamas y las olas acabaron con los suministros de dos semanas de los Dormentiare.
—Digo esto: No me importa cuántos de sus barcos se incendien —dijo Nile fríamente.
—Basta de eso. ¿Ya te has olvidado de que hay hombres buenos incluso entre los Dormentaire? —lo reprendió Zank.
Estaban en un barco atracado a poca distancia, observando cómo el barco en llamas se hundía en el agua. Denkuro, que estaba escuchando junto a ellos, frunció el ceño al ver el humo negro.
—…Parece ser que la explosión de antes no fue un simple accidente.
Volteó su mirada hacia el lejano horizonte y volvió a hablar para sí mismo.
—Las cosas se pondrán difíciles a partir de ahora.
En su mente tenía la imagen del barco que debía aparecer más allá de ese mismo horizonte.
—Solo espero que estos incidentes no obstaculicen la partida del Advena Avis.
* * *
La mansión Avaro.
Un Gretto tembloroso y con los ojos muy abiertos miraba desde la seguridad de su ventana el humo que se elevaba en la distancia. Un momento después, volvió su mirada hacia la mansión del gobernador, temiendo por la seguridad de Sylvie.
Afortunadamente, no veía ningún humo saliendo de esa dirección, así que soltó un suspiro de alivio.
Sylvie en ese momento estaba en la mansión Meyer. Pero Gretto, que no tenía manera de saber eso, se alegró al ver que la mansión del gobernador no había sufrido ningún daño.
—¿Qué demonios está pasando allá afuera…? —se preguntó Gretto, mirando las calles con ansiedad.
Pero al mismo tiempo, algo se estaba formando en su corazón, un impulso que apenas comenzaba a surgir.
¿Se trataba quizás de una señal de cambio?
Tal vez esta era la oportunidad que había anhelado todo este tiempo, mientras esperaba para unirse con Sylvie.
Quemó la imagen de las calles en su mente.
Poco a poco, el valor para actuar se iba formando en el corazón de Gretto.
* * *
Otra explosión tuvo lugar en los depósitos de alimentos de los Dormentaire. La primera explosión había ocurrido en un lugar que también albergaba armas de fuego y pólvora.
Pero en este caso, nadie podía pensar en una razón por la cual el edificio se incendiaría.
—¡¿Qué está pasando?!
La primera cosa que le vino a la mente a Carla mientras corría a la escena fue el incendio provocado el año pasado relacionado con el caso de los Fabricantes de Máscaras.
Al darse cuenta de que había pasado exactamente un año desde ese día, no podía dejar pasar el incidente como si fuera solo una coincidencia.
—¿Hemos sido atacados? —le preguntó a los guardias encargados de vigilar el almacén.
Los hombres, ligeramente quemados por la explosión, intercambiaron miradas y respondieron.
—N-no, señora. No vimos ni un alma mientras estábamos de guardia. Y si alguien se estuviera escondiendo adentro durante todo este tiempo, en este momento ya se habría convertido en carbón.
Carla puso una mirada de disgusto mientras se sumía en sus pensamientos.
Una vez que el incendio se hubo apagado, buscaron evidencia y encontraron que la explosión se había originado en algún lugar en medio del almacén.
No había señales de que un explosivo hubiera sido arrojado a través de una de las ventanas.
Si alguien se hubiera infiltrado mientras los guardias cambiaban de turno, tal vez habrían podido hacerlo. Pero Carla no recibió informes sobre avistamientos de personas sospechosas huyendo de la escena y tampoco habían encontrado algún cadáver carbonizado en las cercanías.
Considerando que pensar sola no la llevaría a ningún lado, se volvió hacia los dos alquimistas que había traído a la escena.
—¿Qué piensa, señor Quates? ¿Señor Talbot? ¿Tal vez algún tipo de dispositivo de detonación retrasada?
Víctor pensó por un momento antes de responder, y entonces dijo:
—Seguro. Cualquiera podría fabricar un dispositivo que se incendie después de un cierto periodo de retraso. Pero lo que me inquieta es que todos estos lugares se convirtieron en humo al mismo tiempo. No es posible sincronizar estos dispositivos tan perfectamente.
En contraste con Víctor, que regresó a sus reflexiones, Szilard observaba en silencio mientras empujaba partes de los escombros con su bastón.
Pronto descubrió algo entre los pedazos de un estante quemado y lo recogió sin emoción.
—¿Qué pasa, viejo? ¿Encontraste algo? —preguntó Víctor con curiosidad.
Szilard respondió con un bufido.
—…Lo más probable es que sea parte de un alguna especie de reloj.
—¿Qué?
—Tenemos a un fascinante culpable en nuestras manos. Supongo que esta mente maestra ha combinado explosivos y relojes para incendiar múltiples ubicaciones en un tiempo determinado —respondió el anciano.
Víctor se imaginó el tipo de dispositivo del que podría estar hablando Szilard.
—Necesitarías algo bastante grande para hacer algo como eso.
—Quedará claro una vez que busquemos entre todos estos escombros. Pero debe ser un dispositivo más bien pequeño, lo suficientemente pequeño para colarse por la seguridad sin ser visto. Es admirable que una cosa tan pequeña pueda provocar tal destrucción.
Se podía ver una leve sonrisa detrás de la barba de Szilard mientras elogiaba al culpable.
Víctor sintió un escalofrío de verlo. Pero lo que le preocupaba no era la sonrisa de Szilard, sino el hecho de que se enfrentaban a un enemigo que incluso el anciano ególatra había llegado a elogiar.
* * *
Como nota al margen… Años más tarde, Víctor revisaría de nuevo este incidente y le diría esto a sus subordinados:
«La primera bomba de tiempo en la historia probablemente fue creada por un inventor llamado David algo a finales de la década de 1770. Pero el sujeto detrás de este incidente fue sesenta años más rápido en combinar relojes y explosivos para perfeccionar esa tecnología.
Huey realmente debió haber sido un maldito genio. Especialmente cuando se trataba de cualquier cosa relacionada con fuego».
* * *
Naturalmente, en el año 1711, Víctor no tenía forma de adivinar la identidad del culpable. Todo lo que podía hacer era encogerse de hombros y hacer comentarios sarcásticos.
—…Bueno, mierda. De todos los días, esto tenía que pasar justo cuando llegamos nosotros. Solo falta que se nos acuse de esto —Víctor se rió entre dientes.
Szilard le respondió con seriedad.
—Es lo más natural suponer que esto es una advertencia de parte de los Fabricantes de Máscaras para alquimistas forasteros como nosotros, con la intención de prevenir que les robemos su tecnología.
—¿…Y qué pasa si ignoramos esa advertencia?
—¿Qué podría ser? Encontrarnos los contenidos de nuestro equipaje reemplazados por el resultado de la combinación de relojes y productos químicos. No me sorprendería de las acciones de un grupo que se dedica a realizar actividades que van desde la falsificación de oro hasta la provocación de incendios.
Habiendo sido testigo antes de la conmoción causada por los hombres Dormentaire, Víctor murmuró para sí mismo.
—Ja. No tengo ningún problema con enfrentarme a una sociedad secreta malvada. Es simple y bello. Porque ahora mismo, parece que nosotros somos los tipos malos del pueblo.
—¿A qué quieres llegar?
—Digo que el sujeto detrás de todo esto podría estar considerándose a sí mismo como algún tipo de defensor de la justicia.
Víctor se rascó la nariz y se volvió hacia Carla.
—Y eso significa que no se detendrá ante unas simples advertencias poco entusiastas. Lo que digo es que esto ni siquiera está cerca de terminarse.
La predicción de Víctor se hizo realidad con una precisión aterradora.
A partir de ese día, la ciudad de Lotto Valentino se vio constantemente envuelta por las llamas del terror. En el lapso de una sola semana, un total de treinta y seis explosiones sacudieron las calles.
Pero los hombres de la Casa Dormentaire no lograron encontrar ninguna pista acerca del culpable.
La gente de Lotto Valentino, que en algún momento había aceptado el dominio de la Casa Dormentaire, había sido persuadida por el miedo a alejarse de ellos. Los hombres Dormentaire, ahora llenos de sospechas sobre la gente, empezaron a ejercer su poder con mayor tiranía aun.
Y pedazo a pedazo, el culpable continuaba destruyendo la ciudad como burlándose de todos ellos. De manera lenta, pero segura… Como si la misma ciudad de Lotto Valentino fuera su enemigo.
* * *
Interludio: Extracto de los informes de Víctor Talbot
(Segunda parte)
[Hola. ¿Cómo has estado?
Ya han pasado casi diez días desde que empecé a escribirte así. ¿Está todo bien por allá?
¿Por aquí? Parece que nada volverá a ser igual.
Espera, no. Yo aún sigo siendo igual. Ahora y antes, sigo siendo el hombre que amas. Y aún sigo siendo el hombre que te ama a ti.
Pero supongo que desde tu punto de vista, yo solo soy uno de tus cientos de juguetes, ¿no es así?
De cualquier modo, esta ciudad está cambiando.
¿Recuerdas que te dije que las personas de Lotto Valentino pueden ser incluso peor que la escoria?
Bueno, fui a esa pastelería sensata de la que te hablé antes. Hay algo diferente acerca de la señora que administra ese lugar. No es como esas mierdas de personas que se hacen los inocentes en las calles. Aunque escuché que ella acaba de perder toda su energía recientemente. Esta chica que se hospedaba en su casa, al parecer era casi como una hija para ella, murió el año pasado. (Si así es como se ve ahora, ¿entonces cuánta energía tenía cuando la chica estaba viva?)
Lo siento, me desvié del tema otra vez.
Como sea, la mayoría de bastardos aquí no son más que pedazos de basura sin valor.
Aunque no puedo decir que tu gente aquí sea mucho mejor. En serio, contrata a unos soldados mejores, ¿quieres? Estoy empezando a sentir lástima por Carla. Ella hace todo lo que puede, pero no hay suficiente de ella para entrenar a todos los novatos uno por uno.
Claro, Carla sigue siendo más que incorruptible. Pero el problema para nosotros es que esta ciudad entera está empezando a resentirse con la Casa Dormentaire.
Y para ser honesto, no puedo decir que los culpo. Las explosiones se disparan allá donde se reúnen las personas que tratan de adularnos. Ahora las personas aquí se están mojando en los pantalones, quitando de sus casas los emblemas de la Casa Dormentaire.
Y por otro lado, tenemos soldados en nuestro lado que están convencidos de que los ciudadanos están detrás de las explosiones. Dicen que están investigando, pero en realidad solo están actuando como matones. Lo que sigue causando aun más problemas.
Estoy empezando a creer que esto es lo que el culpable tenía planeado desde el principio. Poner a los ciudadanos y a la Casa Dormentaire uno contra el otro.
Incluso hay rumores diciendo que los Fabricantes de Máscaras han regresado. Deberías escuchar esta pequeña obra maestra que los niños están cantando en los callejones:
«El demonio viene, con linterna en mano.
El demonio viene, utilizando una máscara.
Viene a cubrir tu rostro.
Viene a cubrir los rostros de todos».
…O algo así.
Si canciones como esta se están escuchando en las calles, entonces la seguridad pública probablemente esté hasta el límite.
Tal vez los miembros de los Fabricantes de Máscaras que se ocultan aquí han escuchado las canciones. También estamos recibiendo casos de incendios provocados, además de todos los bombardeos cronometrados.
Pero ese no es el mayor problema. El problema es que estamos encontrando personas diciendo que quieren unirse a este grupo, tratando de hacerse con una de esas máscaras para ellos mismos.
Probablemente estén pensando que si los Fabricantes de Máscaras realmente están detrás de esto, estarán a salvo de los ataques si se unen a ellos.
Al parecer había cientos de miembros en su grupo durante el caso de incendio provocado el año pasado.
Estos Fabricantes de Máscaras son realmente espeluznantes.
Pero los verdaderos monstruos aquí son los bastardos detrás de los bombardeos. Estoy hablando en plural aquí, pero todavía existe la posibilidad de que todo esté siendo orquestado por una sola persona.
Al principio pensé que se trataba de una especie de llamado a la resistencia entre los ciudadanos, pero recientemente estoy empezando a pensar diferente.
En los últimos tres días, el culpable ha empezado a atacar también las mansiones de los aristócratas y las bibliotecas.
Las cosas se están poniendo bastante peligrosas. Si la conmoción aquí se extiende fuera de la ciudad, ni siquiera el virrey de Nápoles se quedará sentado viendo cómo suceden las cosas. No me sorprendería si decidiera borrar del mapa a Lotto Valentino.]
(Parte omitida)
[Vengo diciéndote desde hace un tiempo ya que Lotto Valentino no es más que problemas.
Y creo que los alquimistas de aquí están pensando lo mismo. He visto a muchos de ellos irse de la ciudad con todo su material de investigación cargado en carruajes y carretas.
Le dije a nuestro espía ___________ que su trabajo había terminado y que ya podía marcharse, pero dice que se quedará.
Por lo que escuché, parece que hay un barco que se supone que estará llegando a puerto muy pronto.
Es una embarcación de tamaño mediano para la que algunos alquimistas de Lotto Valentino pidieron dinero prestado.
Es cierto que no sería tan fácil conseguir algo así de grande solo con un par de alquimistas promedio reuniendo dinero juntos, pero al parecer un aristócrata extranjero les está suministrando fondos. Será un barco bastante increíble.
Según _________, algunos de esos alquimistas están tratando de llevar ese barco al Nuevo Mundo.
El Nuevo Mundo, ¿eh? ¿No suena genial? ¡Las Américas!
Creo que me gustaría unirme a ellos, si tengo la oportunidad.
Oh, ¿te asusté?
Descuida, no voy a salir a navegar solo por un capricho.
Después de todo, los alquimistas aquí también son sospechosos.
Sería un gran hallazgo si descubro algo relacionado con ellos, así que estaré investigando las cosas por mi parte.
Escríbeme si te enteras de algo, ¿está bien?
El barco se llama el Advena Avis.
Intentaré obtener algunos detalles para ti antes de enviarte el próximo informe.
Siempre tuyo,
Víctor Talbot]
—–
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