A la mañana siguiente. En la oficina del presidente del Daily Days.
—Ya veo. ¿Entonces cómo concluyó este incidente?
Desde el piso de abajo se podían escuchar los murmullos de los reporteros y los editores conversando.
Y desde la montaña de documentos apilados en un lado de la habitación, pareciendo como si fuera el símbolo de ese edificio mismo, se oyó una voz difícil de definir en términos de edad.
O para ser específicos, la voz provenía del presidente de la compañía de periódicos Daily Days, que estaba sentado detrás de la pila de papeles que llenaban el espacio.
Un lado de la habitación era una verdadera zona de guerra, con papeles esparcidos como nieve por todas partes. Por otra parte, el otro lado de la habitación estaba limpio e impecablemente ordenado.
Era como si el tiempo corriera de manera diferente en cada lado de la habitación, con el escritorio en el medio marcando la división.
El dueño de este espacio, el líder de los comerciantes de información, era el presidente del Daily Days, un hombre con una voz extrañamente amable que contrastaba con la tensión en los ojos de todos los demás en la oficina.
—¡Es cierto! ¿Por qué no nos reportaste inmediatamente después de meterte en una situación como esa? —habló Elean, el hombre afroamericano vestido con ropa china.
Con sus palabras, los otros empleados se giraron hacia el hombre impávido parado en la otra esquina de la habitación. El hombre de mediana edad se encontró en una situación difícil. Se rascó la cara ligeramente y apartó la mirada incómodo.
—Bueno… ¿Por dónde se supone que debería empezar? Todo esto es un maldito caos…
—¿Qué se supone que significa eso, Carl? —dijo Elean, frunciendo el ceño. Carl suspiró y empezó a presentar, uno a uno, los hechos del incidente.
—Creo que usted ya está al tanto de esto, presidente, pero este incidente está envuelto en dos o tres capas de secretismo.
—¡…!
La voz amable del presidente ignoró las inspiraciones sorprendidas de los otros empleados y movió de un lado a otro una columna de papeles.
—Ya veo. No puedo decir que no me esperaba un desarrollo así. Parece que Szilard Quates ha dejado una marca en esta ciudad más profunda de lo que esperábamos.
Szilard Quates.
La mención de ese nombre llevó a algunos empleados a fruncir el ceño y mirarse unos a otros.
—Aguarda. Un momento. ¿Por qué de repente estamos hablando de él? Cuando dijiste que todo era secreto, supuse que estaríamos hablando acerca de los Gandor.
—Ese es exactamente el porqué, Elean —dijo Carl, levantando su mirada—. Estamos hablando de Szilard precisamente porque los Gandor están involucrados.
El misterioso hombre detrás de la pila de documentos se rió suavemente y añadió una explicación a la importante declaración de Carl.
—Todas las víctimas estaban conectadas por un solo hilo: el hecho de que todas ellas tenían vínculos con la Familia Gandor. Sin embargo, decir esto solo es rasguñar la superficie.
—¿Disculpe?
—Todos ellos estaban conectados entre sí desde el principio. Y todos se acercaron a la Familia Gandor a su manera, con el fin de averiguar el paradero de cierto elemento.
Los comerciantes de información quedaron desconcertados ante el fraseo extrañamente vago del presidente, pero finalmente dieron con la respuesta al unirlo con sus propias fuentes de información.
Carl miró de reojo a sus colegas por un momento. Luego continuó donde el presidente lo había dejado.
—Debido a cierto incidente, el grupo de ancianos que trabajaban como las manos y los pies de Szilard repentinamente perdieron la información sobre la ubicación del Elixir de la Inmortalidad de Szilard.
Dos años atrás, el Elixir de la Inmortalidad perfeccionado que había buscado el alquimista Szilard Quates desapareció repentinamente. Además de eso, el mismo Quates y su asistente Ennis habían cortado el contacto con los hombres.
Quedaron sin una sola pieza de información. La última ubicación conocida del Elixir era el escondite de la Familia Gandor.
Los viejos seguidores de Szilard, que le servían directamente, fueron puestos bajo la cuidadosa mirada de la Oficina de Investigaciones. La gente que trabajaba para estos ancianos solo tenía dos piezas de información con las cuales seguir adelante.
La primera era el hecho de que el Elixir desapareció en el escondite de los Gandor.
La otra era el paradero del Elixir incompleto, que fue usado durante los experimentos para crear la fórmula perfecta.
Entre estos subordinados, un grupo de personas que estaban en contacto independiente entre sí intentó crear vínculos con la Familia Gandor a su propia manera.
Al mismo tiempo, también buscaron el paradero de Paula Wilmans, que había estado trabajando para Barnes.
Había rumores de que ella era en realidad su hija extremadamente joven, nacida de una amante, pero en este punto ya no había manera de confirmar eso.
Después de todo, Paula ya no era parte de este mundo.
—Paula había sido encargada de vigilar el Elixir incompleto que Szilard le dio a Barnes con fines de prueba. Y al parecer esos ancianos no confiaban del todo en Barnes, incluso aunque estaban trabajando para el mismo hombre. Y confirmaron varias veces que ella había tomado varias botellas de la fórmula incompleta para propósitos de contingencia.
Carl suspiró derrotado. Uno de los agentes de información, de gafas y mechones grises asomándose en su cabello, habló.
—Y entonces ella fue asesinada, ¿verdad? Dejando de lado el asunto de si ella confesó dónde había escondido el Elixir, yo personalmente habría secuestrado a su hijo y lo habría tomado como rehén —dijo, soltando una risita.
Nicholas, el editor de la edición en inglés del Daily Days, sacudió su cabeza ante el alarde.
—Debieron haber estado al límite. Si el niño también desaparecía, les habría costado hacerlo pasar como un accidente producido por un loco drogadicto. Apostaría a que decidieron que sería un menor riesgo tratar de poner sus manos sobre los Gandor.
Carl estuvo de acuerdo. El presidente intervino tranquilamente con su propia perspectiva.
—Sí. Secuestrar a la madre primero y después de eso ir por su hijo habría sido un curso de acción extraordinariamente inusual. Después de todo, si realmente hubieran estado tras un depósito de drogas, perdonen la expresión, pero… habrían asesinado al niño mientras la madre miraba y luego la habrían matado a ella.
—Pero lo que tenemos ahora es a su hijo, Mark, tomando venganza. Esto es desgarrador. ¿Realmente no tuvo otra elección? —Elean suspiró. Carl bajó su mirada hacia sus pies.
—Probablemente pudo haber escogido rendirse, claro. Pero decirle a la policía no lo habría llevado a ningún lado. La policía y los documentos inventaron todo un incidente. De ninguna manera habrían abierto el caso nuevamente por la confesión de una prostituta drogadicta —dijo Carl amargamente. La habitación se quedó en silencio.
La voz del presidente rompió el silencio suavemente.
—Ahora bien, si pudiéramos llegar al fondo del asunto, Carl.
—…Sí, señor.
—¿Qué sucedió con ese chico… Mark Wilmans, también conocido como Picahielo Thompson, y con Lester, el reportero al que estaba buscando?
Carl se quedó en silencio, con una complicada expresión oscureciendo sus ojos. Entonces suspiró otra vez.
—Es triste decirlo, pero… Mark Wilmans está muerto. Fue asesinado por un sicario del que ni siquiera yo sé mucho —dijo, cerrando sus ojos solemnemente—. Y ese patético reportero cobarde aún está vivo. Sano y salvo.
—Realmente es una historia terrible.
Todo volvió al momento de la conmoción.
* * *
Doce horas antes. En el sótano del Coraggioso.
—Bien… Entendido.
Un mafioso levantó un auricular mientras miraba al joven reportero.
—Hey. Llamada telefónica de Nico. Dice que no hay nadie en esa antigua fábrica donde suelen reunirse esos mocosos. ¿Tienes algún otro lugar en mente?
Lester entrecerró sus ojos mientras reconsideraba sus planes.
«Así que no están. ¿Será un golpe de buena suerte o…?».
—…No sé.
«Es algo pronto, pero mejor deshacerse de ese sicario primero».
—Verás, empecé a sospechar de él porque recientemente lo contacté un par de veces por información.
—¿Y por qué no dijiste nada de esto antes?
—Nunca tuve la oportunidad. Oh. Y nunca me atrevería a infiltrarle su información a él, así que tranquilo.
El reportero estaba actuando sorprendentemente confiado. El hombre con el auricular frunció el ceño, pero por el bien de obtener más información, le hizo un gesto al reportero para que continuara.
—Cuando hablé con ellos, pensé que estaban tramando algo. Lo investigué por mi cuenta y al parecer están pasando por algunos problemas internos… Y, bueno, parece que uno de sus chicos que siempre hace el trabajo sucio puede que no siga vivo por mucho tiempo. De todos modos, me pareció que estaba en contacto con muchos otros reporteros también, pero… Nosotros siempre nos reunimos en este lugar —dijo Lester, escondiendo su viscosa sonrisa con dificultad—. ¿Conoces ese condenado edificio cerca de la Terminal Grand Central?
* * *
Al mismo tiempo, en las calles de Nueva York.
—¡Jefe Smith! ¿Qué quieres decir con que mataste a ese niño llamado Mark?
—¿Qué crees que significa? Tomé un trabajo y asesiné a mi objetivo.
—¿En ese apartamento, jefe?
—Así es. Está jodidamente difícil hacerse cargo de un cuerpo ahí, te diré.
El sicario sonrió levemente mientras Graham lo interrogaba, sosteniendo su llave sin fuerzas a un costado.
La lluvia caía sobre la ciudad nocturna. No era raro que las calles estuvieran relativamente vacías en estas condiciones, pero la amenaza de Picahielo Thompson hacía que aun más personas de lo normal se quedaran en sus casas.
Smith caminaba sosteniendo un paraguas, seguido de Graham, Shaft y Elmer.
—Esto no es bueno, jefe —susurró Shaft a Graham por el camino.
—¿Hmm?
—¡No pongas esa expresión! ¡Estamos involucrados en un asesinato! ¡Un asesinato! ¡Justo en este momento!
—Tienes razón —dijo Graham despreocupadamente. Shaft suspiró, masajeándose las sienes.
—Vamos, jefe…
—Es una vergüenza. No puedes estar diciéndome que olvidaste todos esos días llenos de vida que pasamos junto al jefe Ladd.
—Jefe, ¿tal vez podrías pensar en mi felicidad y no recordarme acerca de eso?
—¡Tienes tu deseo!
Graham inmediatamente puso su mano mojada sobre el hombro de Shaft y lo miró con tristeza.
—…Puede que sea duro para ti, pero bueno. Trata de seguir con vida —dijo—. ¡Muy bien! ¡Nos vamos!
—¿Qué estoy haciendo con mi vida? —se lamentó Shaft, presionando su cabeza con su mano libre.
Esta vez, Elmer puso una mano sobre su hombro.
—Si algo está molestándote, ¿por qué no tratas de sonreír? Es como esperar a que tu oponente haga primero su movimiento en el juego de piedra, papel o tijeras. ¡La tristeza y la ira no son nada ante una sonrisa! Es casi como algo mágico: incluso si has vivido una vida terriblemente desafortunada, si una sonrisa ilumina tu rostro en los segundos antes de que el hacha del verdugo caiga sobre tu cuello, tu vida se habrá convertido en alegría en sí misma.
—No estaría pasando por todos esos problemas si eso fuera posible.
—De hecho, puede que valga la pena pasar por todos estos problemas —dijo Elmer, asintiendo confiadamente.
Shaft se dio la vuelta, como si estuviera apartando sus ojos de un monstruo.
—…Elmer. Normalmente no le diría esto a alguien que acabo de conocer, pero… casi siento celos de tu interminable optimismo.
—¡Ja! No es nada que envidiar, diría yo —respondió Elmer tímidamente—. Todo lo que tendrías que hacer sería vender tu alma por tu sonrisa y la de todos los demás.
—¿Te das cuenta de lo espeluznante que acabas de sonar?
La sonrisa de Elmer no se movió un milímetro ni siquiera después de poner una idea tan aterradora sobre sus labios. Si fuera cualquier otra persona la que hubiera dicho esas palabras, Shaft las habría tomado como una broma. Pero este hombre era diferente. Shaft notó que la sonrisa de Elmer permaneció imperturbable, incluso después de haberse involucrado repentinamente en un asesinato.
Caminaron un poco bajo la lluvia y se acercaron a un edificio oscuro cerca de la Terminal Grand Central. Smith se detuvo repentinamente y se volvió para mirar a los otros.
—…Mi cliente me estará esperando en este edificio, pero ustedes solo me escucharon diciendo esto por casualidad. ¿Entendido?
—¿…?
—Nunca les dije que me siguieran. Voy a entrar al edificio por mi cuenta. Así que si me siguen, cualquier cosa que vean o hagan, como seguir a mi cliente, no tiene nada que ver conmigo. ¿Entienden? —dijo Smith y se giró para entrar al edificio.
Elmer repentinamente habló.
—Hey, señor Smith. ¿Usted realmente lo mató?
—Sí. Lo hice.
—¿A un niño como ese?
—Así es. Mataré a hombres, mujeres, niños y ancianos. Solo un loco decidiría volverse un asesino, después de todo. Una vez que te lanzas al profundo abismo, puedes seguir cayendo cada vez más y más bajo sin siquiera pestañear. Joder, volarle la cabeza se sintió tan bien —dijo Smith con alarde, y trató de poner una sonrisa fría.
Pero Elmer le susurró algo al oído.
—____, ________________.
—¿…Qué?
—_____, __________________.
Graham y Shaft no pudieron escucharlo por el sonido de la lluvia.
Smith frunció el ceño por un momento, luego sonrió irónicamente y sacudió su cabeza, sorprendido.
Graham, Shaft y Elmer vieron al asesino desaparecer mientras daba un paso dentro del edificio. Luego se miraron entre sí.
—…Déjenme contarles una triste, triste historia —empezó Graham, golpeando su llave contra la palma de su mano—. Ahora, ¿qué en todo este amplio mundo podría haber poseído al jefe Smith para que dijera algo como eso? Si tuviera que adivinar, diría que estaba esperando algo de nosotros. Pero el misterio permanece. ¿Qué quiere de nosotros? En el terrible caso de que no podamos cumplir con sus expectativas, puede que terminemos arruinando sus planes por la eternidad. ¡Maldito sea todo! Pensé que era el enemigo del mundo, pero ahora he empezado a darle problemas incluso al jefe Smith. A este paso, ¡será solo una maldita cuestión de tiempo hasta que empiece a molestar al jefe Ladd sin siquiera darme cuenta! ¿Qué debo hacer, Shaft? ¿Crees que aún tengo oportunidad de redimirme ante el mundo?
—Ah, jefe… Nosotros somos los que nos estamos metiendo en problemas por culpa del jefe Ladd y del jefe Smith. Honestamente, ¡pensé que el jefe Smith estaba a punto de callarnos para siempre hace un momento!
—Si quisiera silenciarnos, ni siquiera se habría molestado en decir que mató a ese mocoso —dijo Graham, balanceando su llave sobre su cabeza.
La imperturbable actitud de Graham dejó a Shaft casi llorando.
—¡…! Sí, ¡pero jefe!
—Si sigues preocupándote así, terminarás más calvo que el señor Plácido.
—Olvídalo, jefe.
Shaft se dio por vencido con Graham y caminó hacia Elmer, con la incertidumbre clara en su rostro.
—¿Qué le dijiste al jefe Smith hace un momento?
Shaft no podía encontrar un rastro de duda en los ojos de Elmer. Estos cimentaron su creencia de que Elmer ciertamente era un personaje inusual, lo que también lo hizo aun más curioso por saber lo que había dicho.
—No mucho, en realidad. Yo solo–
Antes de que Elmer pudiera continuar, el sonido del metal golpeándose resonó dentro del edificio, asaltando sus oídos. El sonido fue seguido de profundos y graves disparos.
* * *
Unos segundos antes, dentro del edificio abandonado.
Smith dio un paso adentro para dar su informe, e instantáneamente sintió un escalofrío bajando por su espalda, tal vez debido a clima.
Su cliente le había pedido evidencia de que había matado a Mark Wilmans, también conocido como Picahielo Thompson.
«Un cliente bastante inusual, queriendo reunirse dos veces con un asesino».
Smith consideró la posibilidad de una trampa, pero si el reportero realmente hubiera llamado a la policía aquí, Smith no sería el único en problemas. Regresó para reunirse con el reportero, asumiendo que simplemente debió haber estado particularmente asustado por el niño.
Era un curso de acción increíblemente absurdo para alguien que vivía en las sombras. Y fue cuestión de segundos antes de que Smith se encontrara arrepintiéndose de su propio descuido.
Se adentró más en los rincones del edificio y notó un llamativo pedazo de tela por el rabillo del ojo.
Y cuando se dio cuenta de que la ropa pertenecía a la mujer que solo unas horas antes había jurado asesinar…
«Es María… ¡María Barcelito!».
Una chica de piel bronceada sosteniendo una katana apareció frente a él.
Pero lo primero que vio Smith no fue su sonrisa, sino la brillante espada que había desenvainado.
De repente, escuchó el sonido del metal cortando el viento. El sonido congeló el aire mismo de la habitación y Smith pudo sentir un sudor frío deslizándose por la parte posterior de su cuello.
—Mierda… maldita seas.
Había bloqueado el ataque de María con una escopeta que había sacado de su abrigo. Apretó sus dientes y maldijo su propia estupidez.
«En lugar de llamar a la policía… ¡ha llamado a otro asesino!».
Pero no era momento para arrepentirse de sus acciones. La chica tras la espada se reía mientras hacía contacto visual.
—¡Ajajaja! ¡Cuánto tiempo ha pasado, amigo! Escuché que te habían dejado tumbado en la cama de un hospital, ¡pero parece que ya estás de vuelta sobre tus pies! ¡Felicitaciones!
—…Gracias.
María empezó a hacer retroceder a Smith con su espada, demostrando una fuerza que normalmente no se esperaría de una chica de su estatura.
—¡Pero es una lástima, amigo! ¡Habrías estado mejor quedándote en esa cama de hospital hasta el día en que murieras!
—¡…No me hagas reír!
Smith la alejó de una patada y dio un salto hacia atrás. Rápidamente sacó otra pistola de su abrigo para dispararle en un brazo, pero fue demasiado tarde.
La chica que pensó que había apartado con su patada ya estaba justo frente a sus ojos.
—¡Maldición…!
Apretó el gatillo, pero la visión de María calculó perfectamente la trayectoria de la bala al mirar el brazo de Smith y el ángulo de la pistola. Se inclinó hacia un lado un segundo antes de que le dispararan.
María voló hacia un lado, pasando por debajo de la bala, y asestó un poderoso golpe contra el abrigo de Smith.
—¡Gah!
Smith sintió un increíble impacto contra su estómago, pero no sintió que su cuerpo hubiera sido cortado de manera alguna. Las docenas de armas que guardaba dentro de su abrigo habían bloqueado el corte de María.
—…Tch. Así que aún no cortas el metal, ¿eh, amiga? Qué mal.
—Tú, pequeña… ¡¿Cómo te atreves a rasguñar mis armas?!
María inmediatamente se preparó para otro ataque, pero Smith todavía estaba tambaleándose.
Escupiendo palabras que sonaban como sus situaciones invertidas, pusieron unos cinco metros de distancia entre sí.
—¡Muy bien, amigo! Lamento tener que hacer esto, ¡pero voy a ir con toda! —declaró María, sacando la segunda espada que tenía enfundada a su costado.
Era un enfrentamiento inusual entre usuarios de espadas y pistolas dobles.
En algún punto habían tenido asignada la misma misión, pero después se habían reunido como enemigos.
—¡Te dejaré escoger entre ser apuñalado, ser decapitado o abrirte la cabeza en dos, amigo!
—Si yo fuera el que estuviera cortando, te daría el maldito curso completo.
—Oye, ¡no seas codicioso, amigo! Además, soy más fuerte que tú. La última vez fuiste noqueado por Berga, ¡uno-dos! ¡Yo no perdí, amigo!
Las provocativas burlas de María eran lo único de niña que tenían sus acciones.
—Pero escuché que Claire Stanfield te puso en tu sitio.
—¡Ahora podría derrotarlo sin ningún problema! ¡Y eso no tiene nada que ver con que tú seas más débil que yo, amigo! —María se rió infantilmente, pero Smith comprendía bien que ella era capaz de matar personas sin cuidado, a pesar de su actitud inocente.
También sabía que, a pesar de blandir un set de espadas en contra de un pistolero, María estaba luchando contra él en igualdad de condiciones.
Pero gracias a eso, Smith pudo mantener sus emociones bajo control.
Bajó sus armas.
—Sí. Tienes razón.
—¿…?
—Yo… soy más débil que tú.
—¿Qué pasa, amigo? ¿Estás suplicando por tu vida? —preguntó María, curiosamente.
Smith se relajó y habló en voz baja.
—Después de que los Gandor me dejaran en el hospital… llegué a entender la verdad.
Enfundó la pistola que tenía en su mano derecha y sacó una escopeta como la que sostenía en su mano izquierda.
—Existen monstruos incorregiblemente locos en este mundo que no podemos explicar con lógica.
Smith soltó una carcajada autodespectiva mientras se quitaba el abrigo.
—Y así, he aprendido a ser un hombre humilde.
Se quitó la manga, aún sosteniendo la escopeta. Su abrigo cayó detrás de él con un sonido sordo.
Habiendo tirado a un lado su abrigo de treinta kilogramos, Smith estiró su cuello con un chasquido.
—Me he convertido en un asesino que vive con reverencia a Dios, al mundo, y a la idea de la locura.
—¿…De qué estás hablando, amigo? ¡Pensé que ese abrigo era tu armadura! —preguntó María, pero Smith se despojó incluso de su sombrero.
Bajo el abrigo, Smith llevaba puesta una camisa de vestir y pantalones negros. Era un traje ligero, pero podían verse varias armas en la extraña funda que rodeaba su camisa.
—Doy gracias a este mundo que permite vivir incluso a un loco como yo.
—Creo que piensas que acabas de decir algo genial, amigo, pero no es así —dijo María, con un tono entre provocativo y señalando lo obvio.
Smith sonrió con superioridad.
—También te lo debo a ti, amiguita.
—¿En serio?
—¡Ejem! En este trascendental día reanudo… oh.
Los ojos de Smith se abrieron de golpe y repentinamente saltó en el aire.
—¡¿A quién le importa una carajo?! ¡Hablas mierda de mí y te mataré, perra!
Empezó a correr hacia adelante, más y más rápido que las palabras que salían de su boca. Violentamente cargó hacia el frente, incluso aunque estaba peleando con un par de escopetas.
Pero María reaccionó incluso ante un acto tan impredecible y agitó la espada en su mano derecha.
—¡Ajajajajaja! ¡Lo siento, amigo! ¡Eres más gracioso y estúpido de lo que pensaba! —dijo María.
Había hablado sin pensarlo, pero sus palabras fueron superadas por sus acciones.
Para cuando había terminado de decir su oración, el poderoso sonido del metal sobre el metal había resonado entre los dos luchadores. Un par de cañones de escopeta estaban cruzados frente a Smith, bloqueando el ataque de María.
Su segunda espada fue por un ataque mortal.
Pero antes de que pudiera asestar el golpe final, Smith se giró en su lugar. Las armas cruzadas se convirtieron en un molino de viento, mientras una de las escopetas apuntaba directamente a torso de María. Smith apretó el gatillo en un abrir y cerrar de ojos.
Pero María estaba un paso adelante. Se inclinó hacia atrás justo a tiempo y utilizó el impulso para patear la escopeta hacia arriba.
María esperaba que el arma expulsara una bala y un rugido monstruoso, pero por alguna razón, la bala se quedó atorada. Escuchó un chasquido nítido y claro, y saltó sobre el suelo nuevamente.
Sin embargo, Smith ya había cambiado sus escopetas por un par de armas cortas, una en cada mano. Disparó indiscriminadamente en dirección a su oponente, sin preocuparse por escoger objetivos específicos en su cuerpo.
María esquivó por poco las balas lanzándose directamente hacia Smith, empujando su katana hacia adelante.
Era el momento de la verdad.
Pero Smith, casualmente o no, detuvo la estocada con el agarre de su pistola. La fuerza del impacto los hizo retroceder a ambos.
Smith terminó perdiendo el agarre de sus dos pistolas y desenfundó otras dos de su cinturón. María se agachó a la distancia, quedándose inmóvil.
Cualquiera que hiciera el primer movimiento apresurado sería el perdedor.
La diferencia entre pistolas y espadas se había vuelto irrelevante. Las posturas y la distancia entre los luchadores alcanzó un equilibrio elegante.
Smith y María se paralizaron por un momento y luego sonrieron al mismo tiempo.
—…Estoy sorprendida, amigo. ¡Realmente eras bastante fuerte!
—…Podría decir lo mismo de ti. Claire estaba jugando contigo como si fueras una muñeca de trapo, pero…
El aire estaba tenso.
El momento en el que uno de ellos hiciera un movimiento, la balanza se inclinaría hacia un lado o el otro.
Sin embargo…
Unos pocos segundos después, la balanza misma fue aplastada.
Se oyó el sonido de varias armas siendo amartilladas.
Smith levantó la vista ligeramente. Había un grupo de hombres parados frente a él, como si estuvieran sellando la entrada del edificio.
Era claro por sus atuendos que hacían parte de la mafia. Cada uno de ellos llevaba un subfusil Thompson o una escopeta recortada, cada una de las cuales apuntaban directamente a Smith.
Por varios segundos, todo el mundo se quedó silencio.
—¿Qué está sucediendo aquí? —Smith frunció el ceño y rompió el silencio. María le lanzó una mirada asesina a los recién llegados.
—Hey, ¿qué están haciendo, amigos? ¿No ven que nos estamos divirtiendo aquí?
A la pregunta de la mujer asesina respondió un hombre que se comportaba con un aire de superioridad aun mayor.
—…Me pareció que no iba a terminar simplemente como un juego de niños.
—¡Nico!
—Lo siento por esto, María. Eres un miembro de la Familia, lo que significa que no puedo permitir que te hagan daño mientras los jefes no están.
—Tch.
María enfundó su espada, decidiendo que no tenía sentido discutir con el recién llegado.
Mientras tanto, Smith estaba a la merced de docenas de armas, incapaz de mover un solo músculo.
Nico caminó hacia el sicario sin esperanzas.
—…Raz Smith, ¿no es así? —preguntó, con su rostro cubierto por una máscara inexpresiva.
—…Me alegra ver que estoy teniendo algo de reconocimiento por aquí. ¿O debería decir que soy una vergüenza como sicario por ser capturado y reconocido por un total desconocido? —dijo Smith en un intento de sacudirse el miedo.
El hombre llamado Nico soltó un bufido.
—Tengo que concedértelo. Un idiota enfrentando una espada con una pistola, está bien, pero ¿quién habría pensado que las utilizarías para meterte en una pelea de espadas con ellas? Escuché que el jefe Berga te dejó bien noqueado, pero tal vez tuviste mala suerte con la elección de tu rival —dijo Nico, sacando un cigarrillo en lugar de una pistola y encendiéndolo—. Mi nombre es Nicola. Miembro de la Familia Gandor. Me pregunto si algo en esa masa podrida que tienes por cerebro puede entender el lío en el que estás metido.
—Aparentemente no. ¿Qué demonios acerca de un mísero asesino a sueldo asusta tanto a los jefes Gandor?
—¿Estás tratando de hacerte el tonto? —Los ojos de Nico se estrecharon como hilos y su tono se volvió más profundo—. Raz Smith… No, tal vez tu cabeza empezará a funcionar mejor si te llamo Picahielo Thompson.
—…
Los ojos de Smith se abrieron de golpe.
Nico pareció haber tomado su silencio como reconocimiento. Se volvió a sus subordinados sin cambiar su expresión.
—…Llévenselo.
—Hey. Espera un momento.
—Si tienes algo que decir, lo escucharemos de Tick más adelante.
Nico se apartó de Smith, como si no quisiera desperdiciar otro segundo mirando al asesino.
Entonces notó dos colores brillantes frente a él.
Una mancha de color azul con forma humana y un disco plateado dando vueltas. Un escalofrío recorrió a Nico al darse cuenta de quién era el intruso.
«Graham Specter».
Era un delincuente que había chocado con la Familia Gandor varias veces en el pasado, y aún vivía para contarlo y peor.
—Esta… Esta triste historia… ¡Debería terminar!
El joven dejó de hacer girar su llave y gritó fuertemente detrás de los hombres Gandor.
—¡¿Qué están tratando de hacerle al jefe Smith, bastardos?!
Smith fue el primero en reaccionar a la voz del intruso.
—¡…Idiota! ¡Te dije que te largaras a hacer cualquier cosa que quisieras!
—Y lo que quise fue venir aquí, jefe. De todos modos, ¿qué demonios está pasando aquí?
—Nada bueno, eso es seguro… Yo mismo quisiera saber qué demonios está pasando.
—Agh… ¿ni siquiera tú mismo tienes idea y me estás pidiendo que trate de entenderlo? Esto debe de ser algún tipo de trampa. ¡¿Se ha propuesto la Tierra a engañar a Graham Specter, el enemigo del mundo?! ¡¿O es esto obra del Sol después de todo?!
Nico frunció el ceño ante la exhibición de Graham.
—Tú otra vez… Cada vez que te veo, estás causándonos problemas.
—Oh, bueno, pero si es el viejo señor Nico.
Graham y Nico se miraron mutuamente, con sus caras deformándose en reconocimiento.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Por qué estoy aquí…? Esa es una maldita pregunta bastante filosófica. Déjame tratar de responderla. El hecho de que continúo siendo debe significar que se me ha permitido ser. Espera. Pero si yo soy el enemigo de la humanidad. ¿Entonces por qué? ¡Maldito sol! ¡No necesito tu simpatía!
—Déjame intentar esto de otro modo… ¿Cómo es que conoces a este loco asesino?
María, que había estado parada al margen, intervino en su conversación.
—¿Qué quieres decir? El reportero nos dijo que este tipo es el asesino, ¡o uno de sus amigos, amigo!
—Hemos tenido nuestros altercados con él antes, pero este niño no es del tipo que cometería un asesinato.
—¿En serio? Eso no es divertido, amigo —María parecía estar decepcionada.
—Jefe Smith, ¿por qué estás peleando con los Gandor? Pensé que ya habías tenido suficiente cuando te mandaron directo al hospital —preguntó Graham inconscientemente.
—Entonces parece que realmente no tienes idea —Nico suspiró—. De que este tipo es Picahielo Thompson.
Los ojos de Graham se abrieron de par en par. Luego inclinó su cabeza.
—¿De qué estás hablando? Picahielo Thompson es…
Graham recordó que Elmer le había pedido mantener en secreto la identidad de Mark. Puso a girar su llave y se corrigió.
—Picahielo Thompson es… ah, ¿quién era?
—Te estamos diciendo que este hombre Smith es Picahielo Thomspon, amigo.
—No, no, no, no, no, no. ¡Eso! ¡Es una noción inconcebible!
María estaba confundida. Graham soltó una gran carcajada.
—Claro, el jefe Smith es un asesino, pero realmente nunca ha matado a nadie antes.
El silencio cubrió al edificio nuevamente.
Todos los ojos estaban sobre Smith, incómodos y sorprendidos.
Smith, por su parte, respiró profundamente como un hombre haciendo un juramento, y enunció una simple oración.
—Es cierto, yo soy Picahielo Thompson.
—¿Jefe? —preguntó Graham, impresionado.
Nico entrecerró sus ojos.
—¿Entonces lo admites?
—Así es. He asesinado a cuatro hombres hasta ahora, aunque el quinto todavía sigue ahí afuera.
—¿Te sientes bien, jefe? ¡¿Te dispararon en la cabeza o algo?!
La inesperada confesión de Smith dejó a Graham confundido. Nico solo se quedó parado mirándolo fijamente.
El asesino sonrió ante los ojos de su audiencia, y continuó lentamente.
—Yo soy Picahielo Thompson… Pero esos asesinatos no fueron por dinero. Fueron por venganza.
—–
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