La plaza de mercado del puerto de Lotto Valentino.
Justo cuando Elmer salía arrastrando a Sylvie, un incidente estaba a punto de ocurrir en el área del puerto.
Un fuerte ruido sacudió el aire.
Algo que parecía el sonido de rocas cayendo estremeció el mercado de la tarde.
Aunque los transeúntes y comerciantes se volvieron hacia el sonido que los había tomado por sorpresa, aquellos que ya habían estado mirando al lugar de donde provenía gritaron suavemente y se alejaron de la escena.
La fuente del ruido era un hombre. Un caballero en una pesada armadura de metal había chocado contra un estante de almacenamiento con la velocidad de un halcón en pleno vuelo.
El estante de madera se derrumbó de golpe, dejando destrucción a su paso.
Naturalmente, el hombre de la armadura no se había estrellado contra el estante por su propia voluntad. El responsable de arrojar a un hombre adulto vestido de armadura estaba parado en silencio en medio del mercado.
Tenía piel morena y evidentemente no era oriundo de Lotto Valentino. Parecía tener entre veinticinco y treinta y cinco años, pero ya que se trataba de un extranjero, los lugareños tenían dificultad para adivinar su edad con exactitud.
Por supuesto, la gente prefería salir corriendo del área antes que prestar mayor atención al extranjero. Y no necesariamente era porque estuvieran asustados de la fuerza y las acciones de aquel hombre. Lo que le preocupaba a la gente era el hecho de que la armadura del caballero estaba adornada con el emblema de la Casa Dormentaire.
Los caballeros con armaduras y espadas que caminaban por las calles, en una época en la que los mosqueteros eran la norma, eran una especie de exhibición de la Casa Dormentaire.
Las personas de Lotto Valentino, muy conscientes de esto, no se acercaban a los hombres de armadura a no ser que fuera por negocios.
Pero la razón por la que nadie había huido de la escena hasta el momento en que vieron el emblema fue porque nadie había esperado ver a alguien iniciando una pelea con uno de los hombres de la Casa Dormentaire.
Sin embargo, el extranjero realmente había provocado a un caballero contratado por los Dormentaire, desafiando por completo el sentido de la razón de esta ciudad.
Ya que la mayoría de las personas tenían miedo de verse involucradas, casi nadie decidió quedarse cerca del lugar cuando empezó el alboroto.
—Agh… ugh.
El caballero se puso de pie y le lanzó una mirada llena de odio al hombre que lo había arrojado.
—Bastardo… ¡¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?! —espetó en español. El hombre de piel morena ladeó su cabeza sin expresión alguna.
Aunque claramente había una barrera lingüística entre ellos, el caballero continuó sin inmutarse.
—¡Lo que acabas de hacer es una ofensa para la Casa Dormentaire! ¡No tengo idea de qué barco estés tripulando, pero me aseguraré de que incluso tu amo pague por esto! —gritó el caballero a pesar de su dolor, como tratando de abrumar al extranjero a través del miedo.
Atraídos por su voz, muchos hombres más se unieron a la escena. Entre ellos había todo tipo de personas, desde caballeros con armaduras hasta guardas armados con pistolas, cada uno de ellos portando el símbolo del reloj de arena sobre sus hombros y sus cuellos.
—En este punto ya no necesitas entender qué te estoy diciendo, ¿eh?
El caballero herido sonrió, seguro de su superioridad.
—¿Quién demonios es éste? ¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó uno de sus compañeros con armadura. El caballero herido miró fijamente al hombre de piel morena.
—¿Cómo podría saberlo? ¡Este bastardo loco simplemente acaba de patearme!
—¿Qué?
—¿Qué hacemos ahora?
—¿Podría ser uno de los Fabricantes de Máscaras?
Todos los caballeros lanzaron sus propios comentarios, pero el extranjero ofensor no respondía.
En lugar de intentar huir, se quedó allí parado con osadía, como tratando de retar a los mosqueteros Dormentaire a que lo enfrentaran.
—Vas a tener que venir con nosotros —dijo uno de los caballeros, tras acercársele con cautela y agarrarlo del brazo. Sin embargo…
«¡¿…?! Ni siquiera… se mueve… un centímetro…».
El caballero sintió como si se hubiera agarrado de un árbol profundamente enraizado. Si quería mover a este hombre, tendría que despegarlo del suelo.
—¡Ni siquiera pienses en resistirte, pedazo de escoria! —amenazó ansiosamente, agitando su puño hacia la cara del extranjero, pero aquél esquivó el golpe con un cabezazo.
El atacante se encontró volando por el aire y rodando por el suelo.
En ese mismo momento, el hombre con la armadura más ligera del grupo sacó un estilete y se abalanzó sobre el extranjero.
Los lugareños, que seguían observando desde lejos, ahora estaban seguros de que el extranjero iba a morir.
El hombre con la armadura ligera, que hacía parte del equipo personal de Carla, era mucho más hábil que cualquiera de los caballeros.
La gente sabía también que nadie haría un escándalo porque un asociado de los Dormentaire asesinara a un simple marinero.
Pero el hombre extranjero desafió esas creencias y evadió por poco el estilete.
Mientras la cuchilla pasaba junto a su garganta, fallando solo por el ancho de un cabello, el hombre finalmente dejó ver sus emociones.
—…(No está mal) —murmuró en un lenguaje extranjero y sonrió.
El hombre de piel morena giró inmediatamente e intentó golpear al guarda de revés, pero el guarda evadió el ataque en un instante e intercambió miradas con otro guarda que estaba presente.
El segundo guarda desenvainó su estilete sin decir nada y saltó hacia el hombre de piel morena.
Después de esquivar la segunda cuchilla, que había venido de la dirección opuesta a la primera, el misterioso hombre tomó el brazo de uno de los guardas. Giró su cuerpo y arrojó al hombre a un lado con fuerza bruta en la dirección del otro guarda.
Pero estos hombres estaban a un nivel completamente diferente al de los caballeros con armadura. El hombre de pie evadió fácilmente a su amigo, y el hombre arrojado rodó para ponerse de pie sin ningún rasguño.
Por un momento, se encontraron en un callejón sin salida.
Los caballeros y los mosqueteros en la escena se miraron unos a otros, preguntándose qué deberían hacer. Pero mientras permanecían impotentes, la pelea se reanudó. Los guardas y el extranjero rápidamente cortaron la distancia entre ellos.
Pero sus puños y sus armas nunca dieron en sus objetivos.
Dos intrusos interrumpieron la batalla, deteniendo los ataques de ambas partes.
Uno era un hombre de cabello negro, probablemente proveniente de Asia Oriental. Había agarrado las muñecas de los guardas con cada una de sus manos, deteniéndolos antes de que sus estiletes pudieran perforar su pecho.
Mientras tanto, el hombre que detuvo el puño del extranjero con todo su cuerpo, era un hombre de piel aun más oscura que él.
—…Me parece que ha fallado en acatar nuestro consejo, maestre Nile —dijo el hombre asiático, en un inglés un tanto forzado.
—Cálmate. No estamos aquí para cometer asesinato —agregó el hombre de piel oscura.
Con un chasquido de su lengua, el hombre llamado Nile respondió en inglés.
—Aunque no veo la necesidad de estas palabras, te digo esto: no te metas en mi camino.
—Debo pedirle que haga usted lo mismo, maestre Nile.
El hombre asiático soltó las muñecas de los guardas e hizo una reverencia inclinando su cabeza.
—Mi compañero les ha ocasionado gran perjuicio.
Al darse cuenta de que el recién llegado sería razonable, los dos guardas envainaron silenciosamente sus estiletes.
—Ja. Qué aburrido —se quejó Nile, al notar que los guardas ya no mostraban señal alguna de hostilidad. Aunque los guardas no dieron muestra de haber escuchado, se quedaron en silencio.
Y como si tomaran su lugar, los primeros contrincantes de Nile —los caballeros— lanzaron un furioso grito.
—¡¿De qué país vienen?! ¡No crean que se saldrán con la suya!
Parecía que al menos intentaban mantener en mente la diplomacia, al cuestionar a los extranjeros sobre sus afiliaciones.
El hombre asiático, que estaba armado con una katana, frunció el ceño y respondió.
—Es una pregunta difícil de responder, debo decir. Mi nombre es Togo Denkuro, un hombre que no está bajo la protección de ningún país en particular.
Togo Denkuro era un alquimista que estudiaba con un maestro en la Europa Occidental.
Tras haber sido arrojado al mar allá por el lejano oriente, fue rescatado por un buque mercante y muchos giros del destino después, había venido a Europa a aprender el arte de la alquimia.
Había venido a Lotto Valentino como el mensajero de su maestro, en un intento de ponerse en contacto con un alquimista llamado Dalton.
Durante su visita previa a esta ciudad, solo había estado acompañado por Zank —el extranjero de piel más oscura—, pero Nile, que se había unido a ellos durante este viaje, era conocido por ser un hombre con un temperamento particularmente salvaje.
Aunque Nile había estado enfurecido con esta ciudad tras cierto incidente ocurrido unos años atrás, Denkuro se había imaginado que su ira habría disminuido al final de dicho incidente, por lo que no dudó en traer al hombre junto a ellos en esta ocasión. Sin embargo….
El resultado de su juicio fue la conmoción que estalló en el puerto justo después de su llegada.
Denkuro se sintió avergonzado de haberle quitado los ojos de encima a Nile por un solo momento. Sin embargo, no le atribuyó culpabilidad indebida a su compañero.
A pesar de su carácter violento, Nile no era el tipo de hombre que intentaría atacar a alguien sin una razón.
Después de presentarse, Denkuro examinó silenciosamente la situación y continuó.
—¿Le importaría explicar qué ha sucedido aquí, maestre Nile?
En lugar de amedrentarse, Nile respondió mirando con el ceño fruncido a los hombres Dormentaire.
—Aunque no hay necesidad de hacerlo, me tomaré la molestia de hablar. Por casualidad, fui testigo de un tonto arrogante pateando a un niño e intentando pisotearle la cabeza. Así que lo pateé de la misma manera, aunque todavía me hace falta aplastarle el cráneo.
Denkuro miró alrededor y vio a un niño asustado mirando hacia ellos en una esquina del mercado. No obstante, todo lo que los caballeros tenían que hacer era negar las declaraciones de Nile y su responsabilidad.
Aunque Denkuro acababa de llegar a Lotto Valentino, tenía claro que los ciudadanos le temían a los hombres que portaban el emblema del reloj de arena. Si las personas y el niño se quedaran en silencio debido al terror, Nile sería para la ciudad poco menos que un violento rufián.
Temiendo un malentendido así, pero juzgando que no había mentira en la declaración de Nile, Denkuro se preocupó por un momento. Sin embargo, su ansiedad se demostró infundada en cuestión de unos segundos.
—¡Cállate! ¡¿Qué tiene de malo patear a un mocoso que se interpone en mi camino?!
Denkuro se sintió algo aliviado ante la espontánea confesión del caballero, pero otro pensamiento surgió en su mente.
«¿Serán estos hombres acaso pertenecientes a la aristocracia? También estuvimos involucrados en un altercado con los aristócratas la última vez.
Si tan solo pudiera resolverse este asunto de una manera amigable…».
En la tierra natal de Denkuro existía una tradición: cualquiera que se cruzara en el camino de la procesión de un daimio sería el único culpable de ser ejecutado debido a su propia imprudencia. Denkuro pensó que tal vez este lugar también albergaba una costumbre similar.
Pero los caballeros que estaban en el puerto no parecían tan poderosos como cualquier daimio, ni se comportaban como miembros de la aristocracia. Tal vez los únicos que poseían tal gracia eran los dos guardas que habían luchado contra Nile.
—Está claro entonces. Denkuro. Estos idiotas se merecen mi ira.
Al escuchar la orgullosa declaración de Nile, Denkuro pensó que su compañero sería capaz de atacar la procesión de un daimio por caprichos de su ira y rogó que nunca pusiera un pie sobre su tierra natal de Japón.
Nile ya había presumido varias veces en el pasado de que atacaría a cualquiera que lo irritara, sin importar que fueran miembros de la aristocracia o la realeza. Más aun, incluso había llevado a cabo esta amenaza en varias ocasiones.
El hecho de que su cabeza aún permaneciera pegada a su cuerpo era en parte gracias a su increíble habilidad, pero principalmente se debía a las conexiones que poseía el maestro de Denkuro y Zank.
Y en este caso, incluso si el indignado caballero aquí fuera un príncipe, Nile no habría dudado en patearlo por agredir al niño.
«Ah, lo mejor sería evitar una conmoción, pero…».
Recordando que él también se había metido en una pelea en el puerto seis años atrás, Denkuro pensó en aceptar esta situación como una especie de destino.
—Maestre Nile, hemos estado en esta tierra durante poco tiempo. Aunque nuestra sensibilidad puede que no nos permita permanecer de brazos cruzados mientras un caballero patea a un niño, si nuestro juicio va en contra de la sensibilidad de esta tierra, debemos disculparnos. Desearía llevar esta situación a un fin tan pacífico como sea posible.
—¿Qué es esto, Denkuro? Estos desgraciados mere–
Antes de que pudiera terminar, su boca fue cubierta por Zank, que era incluso más grande que él. Denkuro los ignoró e intentó llegar a un acuerdo. Sin embargo…
—¡Inaceptable! ¡Tomaré tu cabeza por humillarme!
Al escuchar la beligerancia en el tono del caballero, Zank liberó a Nile.
—¿Ahora qué, Denkuro? No tengo reparos en soltar la violencia aquí.
—Estaría muy consternado si decidiera comportarse de la misma manera que el maestre Nile, maestre Zank.
Denkuro pensó cuidadosamente sobre su próximo curso de acción.
En el altercado seis años atrás, la conmoción había terminado por la intercesión de un hombre llamado Aile, que era el líder de los delincuentes en las calles.
Pero los hombres que enfrentaban esta vez no eran unos simples jóvenes mezquinos.
Denkuro no estaba bien versado en materia de aristocracia, pero incluso él había escuchado sobre la Casa Dormentaire. Sabía lo suficiente para entender que una confrontación no terminaría simplemente en una victoria o una derrota.
«Mmm… Resistirnos o entregarnos…».
Los hombres Dormentarie parecían estar observando a Denkuro y los otros, poco dispuestos a hacer un movimiento repentino.
Cuanto más durara este estancamiento, más hombres Dormentaire llegarían a la escena. Una confrontación prolongada solo empeoraría la situación de Denkuro.
Pero un repentino sonido interrumpió el pesado silencio, suavizando la tensión de la situación.
Clap, clap.
El sonido de dos palmas que aplaudían de manera rítmica.
—Muy bien, es suficiente.
El hombre que llegó aplaudiendo era un desconocido para Denkuro y sus compañeros. Sin embargo, los caballeros palidecieron y entraron en pánico al verlo.
—¡Señor Talbot! ¡No teníamos idea de que llegaría tan pronto!
—Basta de cortesía. ¿Qué hace un montón de caballeros como ustedes inclinándose ante un alquimista? —dijo el hombre, pero los caballeros no retiraron su humildad.
«¿Un alquimista?».
Denkuro y los otros intercambiaron miradas ante la mención de esa palabra. ¿Por qué estos caballeros se inclinarían ante un hombre que tenía la misma profesión que ellos?
Pero antes de que pudieran preguntar, el hombre llamado Víctor Talbot se dirigió a ellos primero.
—Hey. ¿Ustedes son marineros o comerciantes o algo por el estilo? Parece que hablan inglés. Perfecto. Digo, yo también hablo el español y el italiano, pero el inglés es el más fácil para mí —dijo casualmente, como tratando de reducir la explosiva atmósfera.
Denkuro se mantuvo cauteloso, pero se sintió aliviado por la falta de hostilidad de Víctor.
—Mmm. ¿Puedo preguntarle qué intenciones tiene con nosotros, señor?
«Incluso si vamos a ser detenidos, este hombre parece dispuesto a escuchar», pensó Denkuro.«Me recuerda bastante al maestro Aile, quien terminó esa batalla hace seis años».
Dejando de lado la opción de resistirse, decidió escuchar lo que Víctor tuviera para decir.
[Parece que nuestras peleas están destinadas a ser detenidas por otros. Si tan solo algo como eso pudiera ser una constante en nuestras vidas], dijo Zank en japonés.
[Aunque preferiría que pudiéramos evitar cualquier conflicto en primer lugar…], respondió Denkuro en voz baja, también en japonés.
Víctor esperó a que terminaran y luego habló.
—¿Qué intenciones tengo? Ninguna. Solo regresen a lo que sea que estuvieran haciendo.
Los caballeros y los mosqueteros empezaron a murmurar, pero una mirada de los guardas fue suficiente para silenciarlos.
—¿Oh? ¿Entonces el Buen Señor desea liberarnos?
—Antes que cualquier cosa, no hay ninguna ley en esta ciudad que permita que la gente patee a cualquiera. Tu amigo allí pateó a este caballero y este caballero aquí pateó a un niño. Así que ambos pueden pretender que no ha sucedido nada. Y todo el mundo está feliz, ¿verdad? —dijo Víctor y empezó a reír.
Sin embargo, la ira de Nile aún no se calmaba. Miró de reojo al caballero varias veces, resistiéndose al flujo de acontecimientos.
—Pregunto esto, entonces: ¿Hay alguna ley que me prohíba patear a alguien?
La respuesta de Víctor fue inmediata y tranquila.
—Probablemente no, pero cualquier ser humano decente diría que eso es moralmente incorrecto, ¿no es así? Patear niños, especialmente —Se encogió de hombros y le dirigió una mirada lacerante al caballero.
El caballero inmediatamente apartó la vista, con una expresión aterrada en sus ojos.
—Parece ser que tiene el respeto de estos hombres.
—Nah, no es a mí a quien le tienen miedo… es al viejo Szilard.
—¿«Szilard»?
—Sí. Somos de la misma escuela de alquimia. Es un viejo veterano muy versátil, pero tiene un cierto aire que lo hace espeluznante. Escuché que hay rumores acerca de que oponerse a un alquimista Dormentaire hace que te ganes un lugar especial en su lista de sujetos de experimentación —dijo Víctor con un tono alegre, pero los caballeros no estaban sonriendo.
Tal vez de verdad se creían los rumores. O tal vez los rumores eran más que chisme y habladuría.
Sabiendo que no podían verificar tales afirmaciones sin conocer a este hombre llamado Szilard en persona, Denkuro y los otros decidieron dejar de lado el asunto.
—Tiene nuestra más sincera gratitud, señor, por su intervención.
—No te preocupes por eso. Odio los estúpidos conflictos tanto como cualquiera. Adelante. Váyanse.
—Gracias.
Con eso, Denkuro se dispuso a salir del mercado con sus compañeros.
Pero al mirar al niño que había sido pateado por el caballero, notó que el niño parecía que quería decir algo. No obstante, un segundo más tarde, una mujer que parecía ser la madre del niño apareció y lo arrastró de la mano hacia la multitud. Probablemente no quería verse involucrada con la Casa Dormentaire ni con los extranjeros.
Denkuro se volvió hacia Nile, que observaba inexpresivamente mientras la madre y el niño se marchaban. Al cruzar su mirada con la de Denkuro, Nile mostró una leve sonrisa y empezó a caminar.
«Tal vez el maestre Nile solo quería perder los estribos, en lugar de buscar justicia».
Nile había sido el que había intervenido en primer lugar, y no había nada extraño en que una mujer quisiera proteger a su hijo. Denkuro aceptó esto y empezó a alejarse, pero…
—Hey, la señorita y el niño que se están marchando. Aguarden un momento.
Víctor detuvo a la mujer y su hijo antes de que se fueran.
—¿No están olvidando algo?
—¡L-lo siento mucho, señor! ¡Me disculpo por la grosería de mi hijo hace un momento!
La mujer cayó sobre sus rodillas, temblando, e intentó forzar a su hijo a que hiciera lo mismo.
Denkuro y los otros se detuvieron en seco, preguntándose si los Dormentaire ya estarían otra vez en lo mismo tan pronto, pero la voz de Víctor de inmediato se encargó de aclarar sus dudas.
—No, no. ¿Por qué te estás disculpando con nosotros? Y con lo de «hace un momento», quieres decir que has estado observando todo este desastre desde el principio, ¿verdad? No tengo ningún asunto con una persona que deja que su hijo sea pateado sin siquiera enojarse o tratar de intervenir para ayudarlo —dijo Víctor fríamente.
Luego se agachó frente al niño y lo miró a los ojos.
—Niño. ¿Tienes algo que decirle a aquel tipo de aspecto aterrador? —preguntó, moviendo su mirada hacia Nile.
El niño lo miró nerviosamente.
—Te doy permiso. Adelante, dile lo que quieras decirle.
Víctor sonrió amablemente. El niño se acercó a Nile y le dijo:
—¡Gracias!
Aunque habló en italiano, su mensaje fue claro. Nile levantó una ceja en una expresión de sorpresa.
—De nada —murmuró en inglés y se dio la vuelta.
Denkuro y Zank intercambiaron miradas y sonrieron. Aunque la respuesta de Nile fue cruda e incómoda, ellos lo conocían lo suficiente como para reconocer que solo estaba avergonzado.
«Así que incluso entre la gente de Dormentaire hay personas como este hombre».
Denkuro hizo una reverencia hacia Víctor.
—Le agradezco su consideración, señor.
—Estaba haciendo esto por el niño. Si no hubiera podido decir lo que quería, se estaría atormentando después pensando en eso, ¿verdad?
Víctor se despidió amigablemente de Denkuro y los otros, y luego miró hacia su lugar de alojamiento al final del puerto. Los Dormentaire habían rentado el edificio y lo habían convertido en una residencia para sus asociados.
—Allí es donde me estoy quedando. Si necesitan cualquier cosa, solo pasen y estaré feliz de escucha–
Pero justo cuando estaba a punto de terminar el intercambio…
Un fuerte ruido sacudió el aire.
Era la segunda vez hoy que el mercado se sacudía por un ruido, pero esta vez, el ruido no se limitaba solamente al mercado.
Una poderosa explosión sacudió el aire y las calles cercanas al puerto.
La explosión se había originado de la residencia a la que Víctor había estado señalando unos momentos antes. Parte del muro de piedra en el segundo piso había colapsado, y humo negro y llamas se levantaban entre los escombros.
—…Lo siento por eso. Al parecer ya no me estaré quedando allí después de todo.
Este fue el primer encuentro entre Víctor y Denkuro y sus compañeros.
Y también fue el comienzo de una serie de incidentes que estremecerían las calles de Lotto Valentino.
* * *
Al mismo tiempo, frente a la mansión Meyer en el distrito central de Lotto Valentino.
—¿Eh? ¿Qué fue eso?
—¿Fuego de cañón…?
Elmer y Sylvie se detuvieron frente a las puertas de madera y se giraron en la dirección de donde provenía el ruido de la explosión. Pero no escucharon nada más. Desde esta calle en particular, ni siquiera podían ver el humo.
Ya que no tenían idea de qué podría haber sido el fuerte ruido, se quedaron confundidos por un momento. Sin embargo, decidieron no ir a averiguar más sobre el asunto.
Esto era porque, un segundo antes, ya habían golpeado la puerta frente a ellos.
Y mientras su curiosidad aún permanecía sin disiparse, una mujer que parecía ser una sirvienta les abrió la puerta.
—…Oh, eres tú, Elmer.
La joven mujer, tal vez de la misma edad de Sylvie, miró hacia cierto punto en el aire en medio de ellos dos y entrecerró sus ojos ligeramente.
—¿Esta es tu novia?
—¡¿Disculpe?!
Sylvie, sorprendida por la pregunta, siguió la mirada de la empleada para darse cuenta de que Elmer aún seguía sosteniendo su mano. Había planeado soltar su mano cuando llegaran a su supuesto destino, pero el repentino ruido a la distancia había borrado ese pensamiento de su mente.
—¡N-no! —gritó ella, apresurándose a liberar su mano de la de Elmer, pero un momento después, se sintió abrumada por la culpa.
Se sentía culpable por el hecho de haber estado tomada de la mano de otra persona que no fuera Gretto. Y a mismo tiempo, se sintió culpable por haber sido tan grosera apartando la mano del amable joven que la había traído hasta aquí con la buena intención de ayudarla.
Pero a Elmer, que miraba a la criada con una sonrisa, eso no parecía importarle en lo más mínimo.
—¡Me temo que no es lo que parece! Voy a necesitar un poco de consolación, Niki.
—¿Me estás pidiendo que te consuele? Ni siquiera estás triste.
—Siento como si acabara de ser rechazado dos veces —dijo Elmer, sin retirar su sonrisa, y cambió de tema—. Cierto. De hecho, tengo algo que pedirte, Niki.
—¿Qué es?
—El alquimista que va a la casa de Maiza vive aquí, ¿verdad? Necesitaba hablar con él. Creo que su nombre era… ¿Algo algo algo…?
Elmer ni siquiera sabía una parte del nombre de la persona a la que supuestamente había venido a buscar.
Como si estuviera más que acostumbrada a esto, Niki solo soltó un suave suspiró y respondió.
—Ya te lo he dicho. Es el señor Begg. El señor Begg.
De una manera involuntaria, Sylvie dio un pequeño grito al escuchar el nombre.
—¡Oh! ¿Este era el taller del señor Garott?
Begg Garott.
Sylvie, que había trabajado en la mansión Avaro hasta el día de ayer, había guiado varias veces a este alquimista hasta la oficina de su amo.
Era un hombre que hablaba demasiado rápido y Sylvie recordaba muy bien la manera en que podía recitar el guion completo de una obra de teatro en lo que ella se demoraba en llevarlo hasta su destino.
Habiendo sido arrastrada hasta aquí sin la menor idea de lo que estaba sucediendo, Sylvie al fin comprendió lo que Elmer quiso decir con «conozco a alguien que puede entrar y salir de la mansión Avaro».
—En realidad no es el taller de Begg, sino de la familia Meyer —dijo Elmer sonriendo.
La familia Meyer era reconocida por sus trabajos como alquimistas. Eran una famosa línea de practicantes con muchos estudiantes bajo su instrucción, pero tras la muerte del jefe de la familia y su esposa varios años atrás, un pequeño niño era todo lo que quedaba de la estirpe.
Los estudiantes de la familia Meyer y el niño se habían mudado a esta mansión en Lotto Valentino. Puesto que se habían mudado recientemente, los muebles aún no estaban del todo acomodados. Sin embargo, esa no era la única incongruencia en la casa.
Su propietario, Czeslaw Meyer, aún no se había adaptado a la vida en la ciudad. Normalmente desconfiaba de los extraños y esa desconfianza se había extendido hacia la ciudad entera.
Dentro de la mansión esencialmente no había límites que separaran las estaciones de trabajo de los espacios personales.
Ya que había muchos alquimistas continuando con la investigación de su amo, las escaleras estaban constantemente impregnadas de olores inusuales.
Aparte de la criada Niki, Elmer no tenía ninguna relación con las personas de esta mansión, pero a pesar de su baja posición, Niki ejercía una cierta cantidad de influencia dentro de la casa.
Fue así que no tuvo problema en hacer que Begg subiera del sótano para que se reuniera con Elmer y Sylvie.
Debido a que Czeslaw —técnicamente la cabeza de la familia— había salido con otro alquimista, la mansión se convirtió temporalmente en un lugar de discusión libre de amos para la planificación de un encuentro con un joven noble.
Por supuesto, la tímida Sylvie no podía expresar objeción alguna ante esta situación.
—Ah, lo entiendo todo. Antes de que sospecharas cualquier cosa, yo ya sabía de la relación entre el joven maestro Gretto y la señorita Sylvie, pero ya que Maiza no dijo nada, yo decidí hacer lo mismo. Por favor, créeme. Pero, díganme, ¿qué es lo que quieren de mí?
Begg Garott hablaba tan rápido que en lo que apenas respiraba una vez ya había terminado su discurso. Era un hombre de unos treinta años que llevaba una barba desorganizada. Tal vez debido al uso de las drogas que fabricaba, su rostro se veía ojeroso y demacrado, y su mirada parecía perderse en el vacío.
—Lo que quiero es que le pases un mensaje a Gretto la próxima vez que vayas a su casa. O, mejor aun, tal vez quieras considerar la idea de secuestrarlo directamente.
A pesar de que apenas acababan de conocerse, Elmer se dirigía a él en un tono excesivamente amigable. Sin embargo, Begg no parecía ser un hombre que se preocupara por formalidad, y respondió rápidamente.
—Hey, hey, te diría que se lo pidieras a Maiza en lugar de a mí, pero ahora que lo pienso, debe estar tan ocupado con lo del Advena Avis que casi nunca vuelve a casa. Así que, parece que… tendré… que… in… ter… ve… nir…
Lo que empezó como una alocución acelerada repentinamente se convirtió en algo lento y pausado; su voz empezó a tambalearse como si fuera un juguete de cuerda que está llegando a su última fuerza.
Sylvie lo miró sorprendida.
—Ah, disculpen por eso —retomó Begg en su ritmo veloz habitual—. Recientemente se me ha estado paralizando la lengua por alguna razón. Debe ser porque estoy experimentando en mí mismo con mis drogas… Así que dime, jovencita, qué te gustaría decirle al joven maestro Gretto. Piensa en algo que lo pueda hacer salir fácilmente de la mansión.
—Oh… ¡oh, sí! ¡L-lo haré! —tartamudeó Sylvie, mientras Elmer también se sacudía el cerebro en busca de ideas.
—Mmm… ¿Qué tal una referencia a «Romeo y Julieta» o algo por el estilo?
—Por favor, no sugieras algo tan trágico.
—¿No lo sabías? De hecho hay una vida después de la muerte en el mundo de esa obra. Así que, después de que mueren, se pueden encontrar nuevamente. «¿Solo estabas fingiendo estar muerta todo este tiempo, Julieta?». «Romeo, querido, eres tan ingenuo». ¡Podrían reír juntos después de todo!
Niki se preguntaba sinceramente cómo debería reaccionar ante la inverosímil interpretación de Elmer acerca de la obra, pero…
—¡Buaaaa! ¡Buaaaa!
De repente levantó su cabeza al oír el llanto procedente del piso de arriba, el cual sonaba vagamente como el chillido de un gato.
—Lo siento, discúlpenme.
Al decir eso, Niki subió las escaleras en silencio.
—¿Hay algún bebé aquí? —le preguntó Sylvie a Begg, mientras Niki se iba.
—¿Eh? Ah, sí. Ya debe tener un año, pero no para de llorar nunca. Escuché que es el hijo de un pariente de uno de nuestros alquimistas —respondió Begg, hablando con rapidez—, pero lo estamos cuidando porque sus padres se han ido. En ese sentido… es… igual… que… Czes.
La voz de Begg se ralentizó otra vez. Sylvie se vio sorprendida por un segundo, pero el contenido de la explicación de Begg sirvió para amortiguar su sorpresa.
—Dios mío… ¿Un huérfano?
—Pero… verás… Ese… alquimista… es… un buen hombre. Ese niño crecerá muy bien. Niki puede parecer un poco distante, pero es extremadamente maternal con él.
Begg pareció recordar algo y volvió su mirada hacia la puerta frontal.
—Hablando de parentalidad, nuestro pequeño jefe de la familia y el amable alquimista ya deben estar por llegar…
Mientras Sylvie continuaba conversando con Begg, Elmer subía las escaleras detrás de Niki, que ya había desaparecido.
* * *
El segundo piso de la mansión Meyer.
—¿Ese bebé es tuyo?
—Eso ni siquiera es gracioso, Elmer —dijo Niki fríamente, sosteniendo entre sus brazos a un bebé que parecía que recién había dejado de llorar.
Por supuesto, ya tenía un poco más de un año y se veía bastante grande en los pequeños brazos de Niki.
—Ya te lo dije. Es el hijo del pariente de un alquimista que trabaja aquí. Nos estamos haciendo cargo de él porque sus padres fallecieron.
—Sí, lo sé —dijo Elmer, asintiendo con la cabeza.
Niki lo miró incrédula. Tenía la impresión de que Elmer había olvidado ese hecho, igual que había olvidado el nombre de Begg.
—¿…Y aun así pensaste que sería divertido?
—De hecho, sí —respondió Elmer con una sonrisa tímida.
Niki dejó salir un fuerte suspiro.
—No has cambiado ni un poco. Aún no sabes cómo hacer una broma sin ignorar completamente cómo se puede sentir una chica.
—¿En serio? Si tú lo dices, supongo que tienes razón —dijo Elmer, agitando sus manos juguetonamente frente al bebé—. Pero, ¿sabes, Niki? Tú sí has cambiado.
—¿Eso crees?
—Definitivamente. Te ves mucho más alegre y animada que hace cinco años. Sé que estuviste muy afectada cuando Mónica murió, pero te ves mucho mejor ahora.
Mónica.
La mirada de Niki se oscureció ligeramente al escuchar el nombre. Mónica era uno de sus salvadores y también su amiga.
Cuando Niki escuchó que ella había muerto en un accidente el año pasado, eso la afectó terriblemente.
Niki siempre había vivido buscando un lugar donde morir, pero ni siquiera en sus sueños más salvajes se habría esperado que una de las personas que le había dado esperanza en la vida moriría antes que ella.
La muerte de Mónica carcomía su corazón de muchas maneras, pero el bebé al que estaba cuidando le había ayudado a curar algunas de esas heridas.
En lugar de reprender a Elmer por mencionar la muerte de su amiga de una manera tan despreocupada, Niki cuidadosamente colocó al bebé dormido en su cuna.
Una vez que se aseguró de que la respiración del bebé era firme y tranquila, se volvió hacia Elmer.
—…Y tú aún eres tan bueno sacando temas incómodos tan tranquilamente, Elmer.
—Lo siento si herí tus sentimientos.
—Está bien. No puedo simplemente sentarme aquí y estar deprimida para siempre. Mónica estaría muy triste por eso, ¿verdad?
De hecho, Elmer había pasado incluso más tiempo con Mónica que Niki.
La mayoría de las personas se habrían indignado ante tan displicente mención de los muertos, pero por alguna razón, Niki no se podría sentir de este modo con Elmer.
Para ser precisos, tal vez conocía tan bien a Elmer que en este punto ya se había rendido con él en muchos sentidos.
—¿…Aún no hay noticias de Huey?
—Nop. Aunque probablemente aún esté vivo.
La respuesta de Elmer acerca de su amigo desaparecido fue tan indiferente como siempre.
Niki bajó su mirada.
—Ya veo…
—Él la vio morir frente a sus ojos, así que supongo que no debería ser una sorpresa. Me pregunto si ya tendrá de nuevo esa sonrisa sobre su rostro.
—No es tan simple. Creo que Huey y Mónica se amaban demasiado. El dolor debió haber sido en un nivel completamente diferente para Huey de lo que fue para ti o para mí, Elmer.
—Cierto. Sinceramente, no sé nada acerca del romance.
Elmer se encogió de hombros y luego puso una sonrisa pícara.
—¿Entonces es eso? ¿Es por eso que te has animado tanto?
—¿A qué te refieres, Elmer?
—Al amor.
Elmer se apoyó contra el marco de la ventana y continuó, en un tono juvenil.
—Solo se me ocurrió una idea: tal vez la razón por la que hablas sobre la vida amorosa de otras personas es porque quizás tú también has encontrado a alguien.
—Eres increíble, Elmer. Burlándote de alguien mientras hablas de Huey y de Mónica.
—¿Eso crees?
—Y apuesto a que ni siquiera pensaste dos veces en decirle a Huey que sonriera también cuando Mónica murió —murmuró Niki con frialdad.
—Es cierto. Pero parecía que ni siquiera podía escucharme.
—Si te hubiera escuchado, tal vez te habría golpeado. O incluso apuñalado.
—También pienso lo mismo.
Había un rastro de tristeza en su sonrisa, pero Elmer no intentó defender sus acciones.
—Pero si ser golpeado o apuñalado es suficiente para hacerlo sonreír, felizmente habría aceptado ser su saco de boxeo.
—Solo para que lo sepas, nadie sonreiría por algo como eso.
—¿En serio? —Elmer respondió alegremente—. Mis padres sonreían y se reían cuando me apuñalaban y me quemaban.
«Siento que acabo de escuchar algo espantoso… ¿Elmer fue abusado?».
Al ver que Niki permanecía en silencio, Elmer continuó.
—Y no eran solo ellos. Todo el mundo parecía tan feliz cuando yo estaba sufriendo o cuando gritaba. Me agradecían y me felicitaban por ello, así que nunca pensé que era algo extraño, pero los soldados que vinieron y mataron a esas personas dijeron que era algo malo.
Niki sintió escalofríos. Y, como si reaccionara también al comentario de Elmer, el bebé en la cuna rompió en llanto.
—No sé si Huey sea como las personas que me criaron, pero no es del todo imposible, ¿o sí?
—…No deberías contarle a las personas cosas como esas tan fácilmente. Solo ahora está bien porque estás hablando conmigo.
Aunque Niki podía sentir sudor frío corriendo por su espalda, no estaba terriblemente impactada ni se sentía muy diferente con respecto a Elmer.
A pesar de que se habían visto varias veces en los últimos dos años, casi nunca hablaban de sus respectivos pasados. Pero con el tiempo, Niki lentamente empezaba a ver que, en un sentido diferente a ella, Elmer había tenido una infancia inusual.
Pero aun así, el hecho de que lo mencionara tan casualmente la tomó por sorpresa.
Elmer, que parecía que incluso había leído su reacción interna a todo esto, empezó a hacer muecas al bebé mientras le respondía a Niki.
—Lo sé. Lo dije porque estaba bastante seguro de que me perdonarías con una sonrisa. Aunque es una pena que al final no hayas sonreído.
—¿Cómo se supone que sonría por algo como eso?
—Qué mal. De todos modos, volvamos al tema. ¿Hay alguien en quien estés interesada? —preguntó Elmer, sin preocuparse por estar siendo entrometido.
Niki mostró una pequeña sonrisa.
Y antes de que Elmer pudiera notar que estaba forzando su sonrisa, ella susurró suavemente.
—¿Qué dirías si te dijera que eres tú?
—¿En serio?
—Nop —respondió Niki alegremente y continuó—. No me disgustas. Y también estoy muy agradecida contigo. Pero no me gustas en ese sentido, Elmer.
—Ah. Eso duele, Niki. Es algo bueno que estés hablando conmigo, porque de otro modo, le habrías roto el corazón a un pobre hombre. Y luego la gente empezaría a llamarte una bruja que juega con los sentimientos de los hombres.
Elmer parecía completamente imperturbable. Niki respondió como si le estuviera devolviendo su anterior comentario.
—No te preocupes. Nunca le diría a otra persona algo como eso, Elmer. Pero lo siento.
—De hecho, me preocuparía si lo hubieras dicho en serio. Probablemente soy del tipo de persona que nunca debería casarse.
Niki podía ver a qué se refería Elmer.
Incluso si Elmer llegara a casarse con alguien, en el momento en el que viera a otra persona llorando, seguramente priorizaría la felicidad de esa otra persona por encima de la de su propia esposa.
Por fuera, Elmer podría parecer poco más que un hombre bien intencionado, pero en reaidad, Elmer era el tipo de persona que no dudaría en sacrificar a su esposa e hijos, o incluso a sí mismo, para traer sonrisas a las personas.
La mayor prioridad de Elmer eran las sonrisas de la humanidad como un todo, no la de un solo individuo.
Como Niki entendía todo esto, pudo estar de acuerdo con el comentario autocrítico de Elmer.
—…Sí —respondió secamente.
No había necesidad de más palabras.
No había necesidad de sentir nada.
Elmer no había cambiado desde la primera vez que se habían conocido.
Las únicas personas que podrían desear casarse con Elmer serían aquellas que pudieran estar completamente de acuerdo con su locura, mujeres locas que disfrutaran de ser sacrificadas por sus objetivos o aquellas que hubieran renunciado a todo lo que el mundo tuviera para ofrecerles.
Tal vez Elmer podría pasar su vida entera tratando de devolverle la sonrisa al rostro de alguien que no pudiera dejar de desesperarse. De cualquier modo, esto aún se limitaba solo a la logística del matrimonio.
Niki continuó pensando.
Considerando como era hace cinco años, tal vez a ella no le habría importado vivir con Elmer.
En una vida en la que su único propósito era encontrar un lugar para morir, tal vez ella habría estado bien con un amor que trasciende la moralidad, uno en el que ella se podría sacrificar a sí misma y a otros por el bien de personas extrañas.
Pero las cosas eran diferentes ahora.
Niki ya no era la misma persona que solía ser.
Como Elmer había notado, Niki había cambiado en los últimos años.
Mientras vivía en busca de su lugar para morir, había encontrado a un hombre con el que deseaba encontrar ese lugar.
Dicho de manera simple, este hombre no era Elmer.
—Así que dime, ¿quién es esta persona? Haré todo lo que pueda para ayudarte. ¿Quién es?
—Es un secreto.
Elmer estaba seguro de que la leve sonrisa de Niki era sincera. Distinguir entre sonrisas forzadas y sonrisas genuinas era una habilidad única suya, desarrollada debido a su obsesión por las sonrisas.
Niki parecía no tener intención de continuar con la conversación, y a Elmer parecía no importarle. Después de todo, su objetivo no era descubrir el objeto de sus sentimientos, sino verla sonreír.
—¿En serio? Está bien. Entonces no preguntaré. ¡On tá bebé!
Después de esto, Elmer dedicó toda su atención al bebé que estaba llorando. Hizo todo tipo de caras divertidas intentando hacer que sonriera.
Sorprendido por la cara del extraño adulto, el bebé se negaba a dejar de llorar. Sin embargo…
—¡Ya estamos en casa!
El bebé dirigió su atención a la alegre voz que repentinamente se escuchó en el primer piso. La voz le debió haber sonado familiar, ya que rápidamente detuvo su llanto y se mostró aliviado. Era evidente que el recién llegado era un menor, pero era difícil saber si era un niño o una niña.
—…Parece que nuestro pequeño cabeza de la familia acaba de llegar —dijo Niki con una sonrisa.
«¿Oh? Esa es la sonrisa más feliz que le he visto a Niki», pensó Elmer. «¿Podría ser que ese alguien especial del que me estaba hablando sea…?».
Se preguntó por un momento si el dueño de esa voz sería la respuesta a su incógnita, pero esa conclusión solo creaba más preguntas.
«Pensé que la cabeza de esta familia solo tenía unos diez años. ¿Acaso Niki prefiere los hombres más jóvenes?».
Mientras Elmer continuaba haciendo suposiciones poco probables, el sonido de una conversación se llegó hasta el segundo piso.
Al escuchar esto, Niki levantó cuidadosamente al bebé de su cuna y bajó las escaleras con él. Elmer la siguió y notó a dos personas que no habían estado allí cuando él había llegado.
Uno de ellos era obviamente todavía un niño pequeño, así que debía ser el pequeño jefe de la familia llamado Czeslaw Meyer.
Y en el momento en el que vio de un lado a otro entre Niki y el hombre parado junto a Czeslaw, Elmer llegó a una conclusión:
«Oh, debe de ser él. No hay ninguna duda. Ese es el hombre al que le gusta Niki».
—Bienvenidos a casa.
El saludo de Niki iba dirigido hacia Czes y el hombre. En el momento en que su mirada se desplazó de Czes hacia su guardián, una expresión de tranquilidad se posó sobre sus ojos.
—Gracias. Parece que hubo algún tipo de explosión en el puerto. ¿La escuchaste desde aquí?
—¿Qué? Ahora que lo pienso, creo que sí escuché algo… ¿Están bien ustedes dos?
—Sí. Estábamos junto a las bibliotecas, bastante lejos de ahí.
—Ya veo. Me alegro mucho.
La expresión de serenidad en los ojos de Niki se hizo aun más profunda.
No se había sonrojado ni había hecho su sonrisa más grande. Solamente un adicto a las sonrisas como Elmer podría haber notado ese cambio tan sutil en sus emociones.
La sonrisa de Niki no podría haber sido más genuina. Eso servía como prueba de que la luz del alivio había sido encendida en su corazón.
Al ver esto, Elmer también se sintió aliviado. Niki definitivamente estaba enamorada. No había otra manera de que una mujer que buscaba la muerte pudiera sonreír tan espléndidamente.
La reacción de Elmer C. Albatross al ver a su vieja amiga enamorada de otro no era envidia ni un sentimiento de pérdida.
Era pura gratitud.
La sola presencia de este hombre hacía feliz a Niki y le dibujaba una sonrisa a su rostro. Así que Elmer estaba agradecido con él.
Esto era completamente natural considerando su personalidad, y no había en su reacción el menor rastro de algún tipo de motivo oculto.
Elmer miró una vez más al rostro del hombre del que Niki se había enamorado.
Pero por un momento, se sintió preocupado.
«¿Eh? ¿Qué es esta extraña sensación?».
—No tuvimos inconvenientes para llegar —dijo el hombre a Niki, con una sonrisa.
Era una sonrisa completamente natural y genuina. Elmer sabía que el hombre no la estaba fingiendo. Y aun así, la inquietud en su corazón se negaba a desaparecer.
«Ah, ya lo entiendo».
Una vez que descubrió la fuente del extraño sentimiento, Elmer suspiró aliviado.
«Sí. Él solo estaba feliz de volver a ver».
El hombre llevaba una sonrisa.
Una sonrisa idéntica a las que llevaban sus padres y las personas que alguna vez estuvieron alrededor de él.
Eso era todo.
«Sí. Esa es la sonrisa de alguien que es como su protector. Ya veo. Él debe considerar a Niki como una hermanita o una hija».
Con ese pensamiento, Elmer descendió lentamente al primer piso. El hombre levantó la vista ligeramente hacia él y sonrió de una manera un poco diferente a la de antes.
—Oh. Esta es la primera vez que nos encontramos así, ¿no es verdad?
—¿Eh? ¿Ya nos hemos visto antes? —preguntó Elmer, ladeando la cabeza.
—Te he visto hablando con Maiza en alguna ocasión. También eres alumno del profesor Dalton, ¿verdad?
—Sí, aunque el director casi nunca me enseña en persona. Ah, me llamo Elmer. Elmer C. Albatross.
—Oh, discúlpame. Por favor, deja que me presente yo también.
El hombre, cuyo flequillo era lo suficientemente largo para ocultar sus ojos, sonrió y reveló su nombre.
Su sonrisa no era fingida en absoluto. Parecía como si estuviera obteniendo un placer indescriptible de los giros que el destino había lanzado sobre su camino.
—Mi nombre es Lebreau Fermet Viralesque. Por favor, llámame como mejor te parezca.
—–
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Se prendió esta cosa 🔥
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