Es una noche oscura y tormentosa.
Una espesa capa de niebla envuelve la ciudad entera. Las pocas personas que se atreven a salir a las calles, se encuentran a sí mismas fragmentariamente cegadas por la calidad de la atmósfera. Tropiezan con sus propios pasos porque es lo único que pueden ver mientras caminan, y más allá de sus pensamientos la fuerte lluvia es lo único que pueden escuchar.
Aquí adentro está cálido, pero mi visión no es mejor que la de los de afuera. Todo lo que puedo ver es una enorme mancha negra, como si la espesa niebla hubiera entrado por las ventanas y se hubiera ennegrecido al presenciar la horrible escena que tuvo lugar en esta habitación hace solo algunos minutos.
Todo está oscuro. Dudo si realmente he tenido los ojos abiertos en algún momento, pero al menos parece que aún puedo escuchar, pues me doy cuenta que alguien golpea fuertemente a la puerta. No quiero levantarme a abrir, pero incluso si quisiera no lo lograría. Ya no siento mi cuerpo.
Pienso que se han cansado de insistir, pues los golpes se detienen por un momento, pero en un instante están de regreso y son cada vez más fuertes. Parece que han derrumbado la puerta y entonces siento que invaden la casa. Alguien trata de entrar a esta habitación pero al forcejear con la manija de la puerta se da cuenta de que está asegurada con llave, y entonces empieza a patearla hasta que logra derribarla. El sujeto entra cuidadosamente a la habitación y observa la escena con atención. Luego una o dos personas más entran tras él y hacen lo mismo.
—¿Qué les parece? —dice uno de los hombres que acaba de entrar. Aparentemente un policía.
—Parece que se trata de un caso de homicidio-suicidio.
No es así.
—Por lo que puede verse, el hombre debió haber disparado a su mujer en el pecho antes de acabar con su propia vida de un tiro en la cabeza.
Me gustaría refutar eso, pero mi cuerpo se niega a reaccionar. Además el revólver en mi mano y la sangre saliendo del agujero en mi cabeza hacen que esa teoría no parezca del todo descabellada.
—Recibimos una llamada de los vecinos diciendo que habían escuchado a la pareja discutiendo, seguido de una serie de gritos y finalmente los disparos.
Quizás pudieron haber escuchado los disparos, pero dudo mucho que hubieran escuchado discusiones. No solo porque no las hubo, sino también porque habría sido prácticamente imposible escucharnos con estas fuertes lluvias, sin importar qué tan fuerte estuviéramos gritando.
—Probablemente el hombre descubrió que su mujer tenía un amante, entonces decidió matarla y luego quitarse la vida…
¿Realmente les pagan por hacer esto? Si Victoria hubiera decidido serme infiel la última vez que tuvo oportunidad de hacerlo, probablemente en este momento aun seguiría con vida.
—Trató de arreglar con ella las cosas primero, pero la mujer se negaba a aceptarlo. La discusión se tornó agresiva y finalmente el hombre llevó a cabo el crimen.
Ah, cuando estaba con ella era el hombre más feliz del planeta…
—Muy bien —dice uno mientras se acerca a nuestros cuerpos. Trata de sentir el pulso en el cuello de mi esposa para asegurarse que está muerta—. Llamen al forense.
Cuando estaba con ella era el hombre más feliz del planeta. Quizás ella merecía a alguien mejor que yo. Cualquier hombre habría hecho lo que sea por estar con ella. Ella era hermosa y encantadora. Tenía esta tierna sonrisa que cada vez que la veías no podías evitar sonreír también, sin importar cómo te estuvieras sintiendo. Quizás si yo hubiera sido un hombre más fuerte, habría podido salvarla de aquel lunático que puso el arma entre mis manos esta noche…
La noche era fría y oscura, pero aquí adentro estaba cálido. Era una noche perfecta para pasar en casa junto a la persona que amas. Y ahí estábamos: Victoria y yo, besándonos y abrazándonos, tratando de pasar una noche perfecta, cuando el lunático se apareció de la nada y apuntó a mi cabeza con un revólver.
Aquel lunático sin nombre había estado acosando a mi esposa durante el último mes. Hacía ya una semana que su obsesión estaba empezando a notarse enfermiza y fastidiosa, pero esta era la primera vez que llegaba al extremo de robar las llaves de mi esposa y entrar a la casa sin que nos diéramos cuenta, esperar todo el día escondido en nuestro armario y finalmente salir para apuntarnos con un arma.
Éramos dos contra uno y él estaba loco. Cuando salió del armario y nos apuntó con el arma, abracé con más fuerza a mi esposa en un gesto de protección mientras trataba de idear una manera de quitarle el arma al lunático. Miré hacia su rostro y me di cuenta de que el lunático tenía lágrimas en sus ojos. Jamás había visto una expresión tan triste en mi vida.
Miré su rostro patético una vez más y sentí que una mezcla de repugnancia y compasión me invadía por dentro. Sentí lástima por él y antes de darme cuenta, ya tenía un agujero en mi cabeza. Mi cuerpo cayó sobre el suelo a la vez que mi esposa gritaba hasta quedarse sin aire. Y dos segundos más tarde, su corazón ya había sido perforado por una bala. Se habría dicho que se trataba de un gran tirador teniendo en cuenta que solo necesitó de dos balas para acabar con dos personas, pero al considerar que la distancia entre las víctimas y él era solo de un revólver, su hazaña pierde cualquier cualidad de impresionante.
El cuerpo de Victoria se desplomó lentamente junto al mío. El lunático acercó su rostro hacia ella y la besó en los labios. Después se acercó a mi cuerpo, me tomó de la mano derecha y ubicó el arma entre mis dedos.
Contempló la escena en silencio durante un momento. Después tomó su teléfono móvil y realizó una llamada a la policía. Dijo haber escuchado gritos en la casa de sus vecinos y sonidos de disparos. Después de dar nuestra dirección, salió de la habitación, la aseguró con las llaves que había robado de mi esposa y se marchó.
El policía que entró de primero a la habitación se acerca hacia mi cuerpo y hace lo mismo que había hecho con mi esposa: pone sus dedos sobre mi cuello para comprobar mi pulso y, después de palpar durante unos segundos, se levanta y dice para sí mismo: «Está muerto».