En el sótano del salón de jazz Coraggioso.
—Lo siento mucho, pero debo regresar a mi escritorio. Nunca sé cuándo me llegará nueva información.
Lester se levantó lentamente de su asiento y los hombres Gandor lo siguieron después.
—Entonces eso es todo. Contamos contigo.
—Por favor, estamos trabajando juntos aquí.
—Es cierto… Cuida tu espalda, ¿me oyes? Aún está lloviendo ahí afuera.
—No tienes que decírmelo dos veces —respondió Lester con una risa, aunque en su cabeza se reía por una razón diferente.
«Si por alguna razón ese asesino me delata… Será mejor que piense en una excusa por si acaso.
…Pero, por ahora, será mejor que vaya a la casa de ese chico. Puede que sea capaz de encontrar hoy mismo lo que estoy buscando».
Lester se aferró a esta esperanza sin saber que era algo bastante improbable.
Impregnado bajo su piel, guardaba consigo todo tipo de muertes. Tenía el recuerdo de haber cometido homicidio con sus propias manos, así como también el recuerdo de un juego macabro en el que solo estaba involucrado de manera tangencial.
Solo imaginar el resultado era suficiente para satisfacerlo.
Y con eso como su motor, el asesino obsesionado con su propia vida puso la sonrisa de un reportero y se dirigió a las escaleras que conducían a la salida.
Empezó a subir las escaleras, cuando…
—¿Oh? ¡Has regresado! ¿Se te olvidó algo? —preguntó Tick en un tono tranquilo, sentado desde una esquina.
«¿Qué?».
Lester se dio la vuelta y notó que Tick tenía su mirada fija en cierto punto ligeramente por encima de él.
Había alguien en lo alto de las escaleras.
Podría ser la chica bailarina, se preguntó Lester, y levantó la mirada para confirmarlo. En ese momento, los hombres que estaban en el sótano se quedaron inmóviles en conmoción.
Justo frente a los ojos de Lester, había una pequeña sombra acercándose a él con un picahielo en su mano. Un momento después, su cuerpo se desplomó por las escaleras.
Sin embargo, el dolor de la caída no fue nada para él. Esto era porque una agonizante sensación corriendo por su hombro se había apoderado de todos sus sentidos.
—¡Aaaaaaagghhh! Gah, ¡aaaaahhhh!
Lester empezó a retorcerse en el piso, sin entender lo que le había pasado a su cuerpo.
—¡Hey, detente!
—¡Niño loco!
—¿Se encuentra bien, señor reportero?
—¡No llames a un doctor, imbécil!
—Oh, está bien. No te mueres inmediatamente después de haber recibido una puñalada como esa.
—¡Ese no es el problema, Tick!
—¡¿Quién diablos eres tú, niño?!
Era sorprendente la claridad con la que había podido escuchar todas estas voces.
Lester apretó sus ojos fuertemente tratando de evitar las lágrimas que se acumulaban en ellos y giró su cabeza para encontrar en las gradas la causa de su dolor.
Frente a él, un niño descendía lentamente por las escaleras.
—Finalmente te encontré…
El niño miró a Lester con una mirada diabólica, sosteniendo en su mano un picahielo sangriento y oxidado.
—No estabas en tu oficina y nunca viniste a mi apartamento… así que pensé que podría encontrarte aquí.
* * *
Una hora antes. En el apartamento de Mark.
El repentino clic que se escuchó detrás de él inmediatamente trajo a Mark de vuelta a sus sentidos.
Cuando se dio la vuelta, encontró al hombre que supuestamente había sido enviado para matarlo, suspirando mientras sostenía sin fuerza la escopeta con la que acababa de intentar disparar.
—Ah, es cierto. Ahora lo recuerdo. Retiré todas las balas porque era muy arriesgado cargar una escopeta así. Maldición. Esto no es muy propio de mí.
—¿…?
Mark le lanzó una mirada de duda al hombre extrañamente dramático.
—¿Qué estás tramando…? ¿Por qué… por qué no me matas…?
—…Escucha, niño. Lo que acaba de pasar es que te he matado. Pero…
El hombre continuó, sugiriendo un trato. No con Mark, sino con el asesino en serie, Picahielo Thompson.
—Te daré un futuro a cambio de tu pasado.
—¿…Qué?
—Puede que sea un sicario, pero no tengo una reputación. No tengo una trayectoria y no tengo ninguna historia loca que contar. Fue entonces que pensé: ¿qué tal esto para un sicario: la verdadera identidad de «Picahielo Thompson», el loco y misterioso asesino en serie?
—¿Qué?
El asesino en serie no entendió una sola palabra de lo que el sicario le estaba diciendo. Simplemente se quedó parpadeando rápidamente, sin saber cómo reaccionar.
—…Estoy diciendo que te ayudaré a cambio de tus antecedentes, niño.
—No, bueno, entiendo eso, pero… ¿Por qué?
—Ya te lo dije. Necesito una reputación.
Mark ladeó su cabeza, aún incapaz de comprender la situación. Smith suspiró derrotado, y miró cautelosamente a su alrededor.
—…Cállate y haz lo que digo. No quiero matar a un niño, ¿está bien? —dijo avergonzadamente. Los ojos de Mark se abrieron en sorpresa.
—Pero eres un sicario, ¿no es así? ¿No estás traicionando a tu cliente?
—Escucha, niño. Todos los asesinos son locos sin remedio, no hay excepciones.
—¿…Y?
Mark parecía como si hubiera encontrado a una criatura exótica de la que nunca había escuchado en toda su vida. Smith extendió sus brazos y se rió entre dientes. Su declaración, lejos de avergonzada, estuvo llena de orgullo.
—…Es culpa de mi cliente por confiar en un loco.
* * *
En el sótano del salón de jazz Coraggioso.
—¡¿Tú eres…?! ¡El hijo de Paula! ¡Maldición, ¿cómo…?! ¡Mierda!
La alegría anterior de Lester al estar jugando con las vidas de otros se había evaporado. Ahora estaba retorciéndose en el piso más de lo que justificaba su dolor, imaginando los pasos de la Muerte acercándose poco a poco.
Su herida estaba lejos de ser letal, pero ya que nunca había experimentado este grado de dolor, eso solo era suficiente para hacerle creer que estaba a punto de morir.
—¡Mierda! ¡Aaaaahhhh! ¡Maldito mocoso! ¡¿Qué mierda estaba haciendo ese imbécil?! ¡Mierda, mierda! ¡Mátenlo ahora, maldita sea! ¡Dispárenle! ¡Voy a morir, mierda! ¡Noooooooo!
Lester gritó mientras rodaba horriblemente sobre el suelo. Los Gandor lo miraron con disgusto, pero aun así, metieron la mano en sus chaquetas mientras fulminaban con la mirada al chico parado en las escaleras.
Aunque no abrieron fuego de inmediato, recordaron el hecho de que varios de sus amigos habían sido asesinados en ese mismo lugar dos años atrás. La experiencia los había dejado más cautelosos de lo que normalmente habrían sido.
El chico llevaba una extraña bolsa de papel en su mano izquierda y, claramente, un picahielo en su mano derecha. Pero fuera de eso, no vieron ninguna posible arma en su posesión.
—¿Qué pasa? Es peligroso jugar con picahielos, ¿sabes? —dijo Tick, solo en su perspectiva relajada. Mark sonrió levemente.
—Lo siento. Trataré… de no molestarlos —murmuró.
—No sé qué está pasando aquí, niño. Pero ya nos estás molestando —dijo uno de los hombres, desenfundando un arma dudosamente y apuntando al chico—. ¿Qué hay en esa bolsa? Con calma, muéstranos muy despacio lo que tienes ahí.
El mafioso actuaba con precaución, pero Lester, atrapado por el alucinante miedo a la muerte, lo tomó como una medida demasiado descuidada.
Tambaleándose, se puso de pie y se lanzó hacia el hombre que sostenía el arma.
—¡Dame eso, bastardo!
—¡¿Qué?!
El hombre fue tomado por sorpresa ante la inesperada fuerza de Lester y el arma cargada le fue arrebatada.
Y antes de que cualquiera de los hombres pudiera decir algo…
Antes de que el chico pudiera llegar a la bolsa…
Incluso antes de que Lester mismo se diera cuenta de lo que estaba haciendo…
Apretó el gatillo sin piedad. Y con un disparo, el metal se alojó dentro de la carne humana.
Sin embargo, no era la carne del chico. La víctima fue un inesperado sujeto que había saltado repentinamente desde el piso de arriba como tratando de servir de escudo.
—…Tú eres… —Mark se quedó sin aliento. Su mente se tambaleaba por el repentino impacto. Estaba viendo directamente al monstruo inmortal que lo había estado persiguiendo durante todo este tiempo.
—Hola. ¿Te encuentras bien? Esa estuvo cerca —Elmer sonrió, aliviado, pero de sus labios estaba saliendo sangre.
—Pero… tú eres el que está… ¡¿Por qué…?!
Fue solo en ese momento que el chico recordó con quién estaba hablando.
—No me digas que… no te duele…
—Sí duele. Es realmente doloroso. ¿Y podrías echarle un vistazo a tu mano derecha?
—¿Eh…?
Mark bajó la mirada y se dio cuenta de que, en medio de la conmoción, el picahielo que sostenía en su mano se había enterrado en el muslo de Elmer.
—¡Aaah! ¡L-lo siento!
—No te preocupes por eso. Es mi culpa, en realidad.
Elmer retiró el picahielo como si no hubiera pasado nada y se levantó con una sonrisa, a pesar del hecho de que había recibido un disparo en la espalda.
Lester y los mafiosos se tragaron el aliento sorprendidos.
Pero un momento más tarde, fueron sorprendidos aun más por la muestra de fantasía que tomó lugar.
La sangre que fluía desde la pierna y la espalda de Elmer se arrastró de vuelta hacia él, como desafiando a la gravedad y al tiempo.
Como si tuvieran mente propia, cada gota de sangre regresó a su sitio original. Los mafiosos vieron las corrientes rojas arrastrándose y se miraron unos a otros.
(Oigan, ¿esto no es…?) (Igual que los jefes…) (¿Quién diablos es este sujeto?), susurraron entre ellos.
Los Gandor le quitaron nuevamente el arma a Lester, que se había quedado inmóvil y boquiabierto, olvidándose incluso del dolor de su hombro mientras ponía cierta palabra en sus labios.
—¡¿Es un… inmortal…?!
La repentina aparición del monstruo inmediatamente anuló la tensión que corría a través del sótano. Sin embargo, todo lo que hacía era sonreír despreocupadamente, sin siquiera molestarse en revisar que sus heridas se estaban sanando.
—Disculpen por esto. No quería hacer una escena aquí. Ah, ¿estás seguro de que estás bien? —le preguntó a Mark.
Pero Mark apartó su mano de un golpe.
—¡No me toques! —gritó mientras apartaba la mirada casi con lágrimas en sus ojos—. ¿Por qué…? ¿Por qué tenías que aparecerte así de repente…? No tienes nada que ver con esto… ¡¿Entonces por qué estás tratando de salvarme?!
—Es un pasatiempo mío —respondió Elmer con sorprendente rapidez. Mark lo miró con rabia.
—¡No me hagas reír! Yo… ¡no merezco ser salvado! ¡Nunca he tenido ese derecho!
—Tú no deberías ser el que decida eso, ¿verdad? No seas tonto —dijo Elmer, desconcertado. Mark sacudió su cabeza.
—¡Cállate! Yo… él… el hombre de antes tampoco tenía nada que ver con esto…
Mark se dio cuenta de que estaba aun más confundido de lo que creía.
«¿Qué me está pasando? Este monstruo no sabe nada de mí o de mi pasado. No sabe acerca de… lo que he hecho…», pensó, mientras caía en un profundo autodesprecio.
—¡Ah! ¡Hablando de eso!
En el momento en que Elmer escuchó las palabras «el hombre de antes tampoco tenía nada que ver con esto», juntó sus palmas en un momento de epifanía.
—El hombre de allí. Su nombre es Lester, ¿verdad? Ah, ahora todo tiene sentido. Todos los cabos sueltos se están uniendo.
—¿Eh…?
—¿Qué..?
Mark, habiendo perdido repentinamente el rumbo de la conversación, y Lester, habiendo escuchado mencionar su nombre repentinamente, miraron a Elmer a la misma vez.
Elmer sonrió mientras descendía las escaleras y miraba hacia la figura de Lester.
—Wow. Incluso usas la misma marca que yo.
—¿Qu-qué demonios…? Yo… tú… ¡Aaaah, mierda!
Lester gritó, recordando el dolor en su hombro. Elmer le dirigió unas palabras de preocupación («¿Estás bien? Trata de no preocuparte. Esto ni siquiera está cerca de ser letal») y se volvió para ver a Mark.
—¡Eso lo deja todo claro!
—¿Q-qué…?
La actitud completamente fuera de lugar de Elmer obligó a Mark a responder, incluso haciéndole olvidar por un momento la razón por la que estaba aquí.
A juzgar por el hecho de que su sonrisa se hizo más grande, el monstruo inmortal pareció divertirse con su reacción.
—¡Así que fue por eso que me apuñalaste el otro día!
—¿Qué…?
—Estaba cayendo un fuerte aguacero, ¿eh? Nos parecemos un poco y somos de complexiones similares. ¡Y este es el mismo traje que llevaba puesto ese día! No es de extrañar que me hayas confundido con el señor Lester y me hayas apuñalado.
* * *
Dentro del edificio abandonado.
—Y entonces, vagué en búsqueda del último hombre para vengar la muerte de Paula.
—…
Smith terminó su monólogo extremadamente largo, mientras Nico y los demás permanecían encerrados en un silencio incómodo.
Graham y María habían renunciado a su batalla a mitad de la historia de Smith, y en este momento se encontraban a cierta distancia de ellos, ocupados en una conversación acerca de si las katanas podrían cortar su llave inglesa.
Al parecer Graham se había dado cuenta en algún punto de la historia que Smith estaba reutilizando el pasado de Mark, mientras María, por su parte, no estaba interesada en eso desde un principio.
—¿Algo más que quieras saber?
—Bueno… ahora que lo pienso, Carl nos mencionó la conexión entre las víctimas.
—¿Mmm?
—Aparentemente, es posible que se hayan acercado a nuestra Familia con motivos ocultos en mente —Lo pensó por un momento, pero luego sacudió su cabeza y miró a Smith—. Pero al final, es cierto que asesinaste a miembros de nuestra Familia. Y mientras eso siga siendo cierto, no puedo dejarte ir basado simplemente en mi propio juicio. Dejaremos que sea Tick quien decida si estabas diciendo la verdad o no.
Nicola probablemente había percibido la posibilidad de que Smith estuviera mintiendo. El pistolero declaró que esta mujer llamada Paula era como una hermana para él, pero Nico no pudo sentir una pizca de afecto o tristeza en su historia.
Se preparó para dar a sus hombres la señal para llevarse las armas que Smith ocultaba por todo su cuerpo, pero en ese mismo momento, sus tímpanos fueron asaltados por el sonido de la destrucción.
Graham había arrojado su llave hacia el espacio entre Nico y Smith, y la herramienta se alojó profundamente dentro de la pared.
—¿…No vas a comportarte bien hoy, Graham? —preguntó Nico molesto. Graham giró alegremente una y otra vez y se detuvo frente a Smith.
—Lo siento, pero el jefe Smith me ha enseñado la alegría de desmontar pistolas hasta que quedan piezas en miniatura, así que no voy a permitir que se lo lleven sin antes pelear. Ya soy el enemigo de toda la humanidad, así que por qué no añadir también a los Gandor a la lista.
—Lo que te trae de vuelta al mismo punto. ¿Pero en serio vas a ayudar a este tipo, incluso sabiendo que él es Picahielo Thompson?
—Oye, he estado juntándome con un increíble homicida lunático desde siempre. Aunque por otra parte, él es el tipo de bastardo que ha asesinado personas solo por el placer de hacerlo —dijo Graham, gesticulando como un delincuente juvenil.
Los hombres Gandor se prepararon para apuntar sus armas hacia él.
—Ya veo. Todos ustedes, bajen sus armas.
—¡P-pero, Nico!
—Ese bastardo de allí se volvió loco con esas pistolas. Los policías deben de estar como locos tratando de averiguar de dónde provinieron todos los disparos. No vamos a ser idiotas y traerlos directamente hacia nosotros.
—¿…Entonces es mi turno, amigo? —dijo María, acercándose rápidamente.
Nico sonrió de manera irónica y sacudió su cabeza, dando un paso adelante para declarar sus intenciones de manejar el asunto personalmente.
Smith, con sus armas abajo, se volvió hacia Graham.
—…Muchacho. ¿Qué tan fuerte es él?
—He peleado con él un par de veces.
—¿Y…?
Graham retiró su llave de la pared y le dio a Smith un guiño y un pulgar arriba.
—¡Seis derrotas contra una victoria!
—Casi me haces llorar.
—Pero el señor Nico no es muy bueno luchando contra metralletas. Casi acaban con él la última vez, ¿sabes? ¡Saltaré en medio y será un verdadero duelo mexicano!
—Suena como si estuvieras diciendo que tú puedes vencer a una metralleta. ¿Y qué es este tipo, un monstruo? ¿Sobrevivió a que le dispararan con ellas? —Smith se rió entre dientes, asintiendo con la cabeza—. Pero… esas no son malas probabilidades para un loco como yo.
María ignoró a Nico y se preparó para desenvainar. Graham soltó una sonrisa y se volvió hacia Smith.
—Viendo que podríamos terminar estirando la pata después de esto, debo preguntarte algo, jefe.
—¿Sí?
—¿Qué fue lo que te dijo Elmer antes de entrar aquí?
—Ah, bueno…
(Tu nombre es Smith, ¿verdad? Eres una buena persona, ¿eh?)
(¿Qué?)
(Puedo ver a través de las sonrisas falsas. Y vi que forzaste una cuando dijiste haber matado a Mark. Y esa fue la única vez que lo hiciste, así que imagino que, o no lo mataste, o sientes remordimiento por tus acciones.)
(…)
(De cualquier modo, creo que eres una buena persona. Solo quería que lo supieras.)
Smith bajó la mirada y se rió con amargura.
—¿Una buena persona, eh? Él mismo estaba bastante loco.
—¿Qué?
—…Te lo diré si salgo vivo de esta.
En un instante, la tensión se había vuelto palpable.
Aunque Nico tenía a sus hombres en estado de espera por el momento, ellos estaban listos para atacar en cualquier momento.
A este paso, el enfrentamiento no terminaría sin un derramamiento de sangre.
Sin embargo…
—¡…!
Nico se estremeció, percibiendo un cambio afuera en las calles.
—¿Qué sucede, Nico? —le preguntó uno de sus hombres, nervioso.
—…Nos retiramos —murmuró Nico, con su voz llena de clara tensión.
—¿Ah? ¿Por qué tan de repente, amigo?
—¿Nico?
Nico se relajó repentinamente. Sus subordinados lo miraron confundidos, pero un vistazo a la entrada del edificio abandonado les reveló todo lo que necesitaban saber.
En la entrada estaba Shaft, jadeando y apoyándose contra la pared. Detrás de él, había un grupo de unos veinte jóvenes delincuentes de las calles.
—Ja… Ja, ja… ¡Maldita sea, jefe! ¡¿Tienes idea de lo difícil que fue reunir a toda la pandilla a esta hora?!
Shaft estaba tan pálido que parecía a punto de colapsar, pero no dejó sin decir nada importante.
—También llamé a los chicos de Millionaire Row. Llegarán en cualquier momento —dijo sonriendo y enseñándole a Graham un pulgar arriba. Los ojos de Graham se agrandaron en sorpresa mientras respondía.
—¿No crees que te estás excediendo un poco con todo este asunto? Es como si fuera… una guerra. Sí. ¡¿Estás tratando de librar una maldita guerra contra el resto de la humanidad, Shaft?! Al final, ¿eras tú el verdadero enemigo de la humanidad…? ¿Qué debo hacer? ¿Seré capaz de detener el reinado de terror de Shaft? Todas estas personas… ¿qué estás planeando hacer con un ejército como este? ¡No te apresures, Shaft! Al final, todo lo que quede serán las lágrimas de tus familiares y amigos… Pero antes que eso, ¡mis lágrimas!
—…Los llamé para lincharte antes de que pudieras meterte en una pelea con los Gandor, jefe… ¿Eh?
Al ver que Nico se le acercaba, Shaft se apartó de su camino sin siquiera pensarlo. María le dio la espalda a Nico e hizo un puchero.
—¿No habrá lucha hoy? ¡Podría cortarlos a todos, amigo!
—Si nos enfrentamos a una pandilla como esta, ya no será una simple pelea o un interrogatorio. Será una guerra total.
—Pero tú y yo, Nico, podríamos vencerlos.
—Perdóname, los jefes no me han dado permiso para dejar que alguno de ustedes salga lastimado ni para aniquilar a estos mocosos.
Los delincuentes se estremecieron ante la dureza en el tono de Nico, pero ninguno de ellos demostró intenciones de marcharse, probablemente contando con la presencia de Graham para mantenerlos a salvo.
Nico se detuvo justo antes de salir del edificio y se volvió hacia Smith, que estaba a punto de levantar su sombrero.
—Déjame preguntarte una última cosa.
—¿…Sí?
—Incluso si estás mintiendo acerca de ser Picahielo Thompson…
«Mierda. Me descubrió», pensó Smith.
—…Tú no fuiste el que mató a Lisha… ¿verdad?
—Así es. Lo juro por mi locura y la pizca de cordura que queda en este cerebro mío que, eso, al menos, es verdad.
—¿Entonces quién la mató?
—Ese sería… la última persona en mi lista.
Smith sonrió despectivamente mientras mencionaba el nombre del joven reportero del que Mark le había hablado.
Y con ese conocimiento en mano, Nico…
* * *
En el sótano del Coraggioso.
—En realidad, estaba buscando a alguien llamado Szilard. Investigué algunas cosas por aquí y por allá, y descubrí que el señor Lester aquí podría estar involucrado con él. Así que fui a la compañía de periódicos para la que él trabaja (no es el Daily Days, por cierto), y estuve caminando por la parte trasera del edificio. ¡Fue entonces cuando alguien me apuñaló de la nada! Pensé que iba a morir por la conmoción, pero entonces la persona que me apuñaló se marchó repentinamente con el rostro aterrorizado, diciendo: «no es él».
Elmer profundizó en los detalles específicos de la situación sin que nadie le preguntara. Pero todos los demás en el sótano no podían hacer otra cosa más que mirarlo boquiabiertos en shock. Tick, el especialista en tortura, era el único asintiendo con la cabeza a su monólogo, pero nadie sabía exactamente qué tanto de la historia de Elmer realmente entendía.
—Así que fui a buscar al chico y lo encontré parado al borde del puente de Brooklyn. Entonces fue mi turno de estar aterrorizado. ¡Ajajaja!
Repentinamente, Elmer borró la sonrisa de su rostro y le susurró al oído a Mark.
—…Ahora que lo pienso, ¿preferirías que estas personas no supieran sobre tu identidad como Picahielo Thompson? Podría fingir que no sé nada.
—…No te preocupes. Eso ya no importa en este punto.
Mark parecía tener problemas para aceptar completamente la situación. Con una expresión de agotamiento, cayó sobre sus rodillas.
Pero pronto fue traído de vuelta a la realidad por el sonido de la voz de Lester.
—¡T-tú! ¡¿Eres un inmortal… como Szilard?!
—Así es. Entonces sí conoces al viejo Szilard.
—¡P-por favor! ¡Haré lo que me digas! ¡Lo que sea! Por favor… ¡El elixir…! —Lester le suplicó a Elmer, arrodillándose desesperadamente como un hombre en oración.
Sus palabras llegaron a los oídos de Mark. El chico inmediatamente pudo sentir algo oscuro revolviéndose en su interior. Las acciones de Lester eran más que patéticas para él y fue en menos de un segundo que su condescendencia se convirtió en indignación.
—¿Así que… irías tan lejos por esta cosa?
—¿…Qué?
La locura era clara en el tono de Lester. Sus ojos pudieron ver que Mark sacaba una pequeña botella de la bolsa de papel que tenía en su mano.
Al principio, Lester no tenía idea de lo que era.
Pero en el momento en que vio la sustancia parecida al licor que se agitaba adentro, sus pensamientos empezaron a revolverse como los de un lunático.
—¡No! ¡No puede ser!
—Cuando mamá aún estaba viva… enterramos esta botella en la tumba de papá. Siempre me pregunté por qué tuvimos que hacer eso, pero ahora lo sé. Estabas buscando esto, ¿no es así?
—¡Entonces es cierto…! ¡El elixir incompleto aún está aquí! ¡Mark! ¡Por favor! P-por favor, dámelo. Ese licor debería haber pertenecido a todos nosotros por igual.
—¿…Mataste a mi mamá por este licor?
—¡…! ¡N-no! ¡Fue ella! ¡Tu madre Paula fue la que tuvo la culpa! Viste cómo se curaron las heridas de ese hombre, ¿verdad? ¡Nosotros pudimos volvernos como él! ¡Pudimos librarnos de la muerte! ¡La esencia de los sueños de toda la humanidad! ¡Eso no es algo que nadie debería guardarse para sí mismo!
—¿Los sueños… de la humanidad? —Mark susurró fríamente, escuchando los gritos cada vez más incomprensibles de Lester. El odio que albergaba en su corazón finalmente había llegado al punto de ruptura—. ¿Eso es todo…? ¡¿Asesinaste a mi mamá por algo tan estúpido?!
Mark levantó lentamente la botella.
—¡O-oye! ¡Detente! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Mira, te daré lo que quieras! Así que, por favor…
—¿Sabes por qué traje esto aquí? No fue para poder beberlo y tampoco para dártelo a ti.
Con una mirada asesina y llena de dolor al mismo tiempo, agitó su brazo por encima de su cabeza. Su rostro había sido cubierto por el de un asesino en serie de sangre fría.
—Traje esto aquí para poder destruirlo frente a tus ojos.
—¡Alto, pequeño hijo de perra!
Lester saltó de su lugar como una bestia salvaje, arrojándose hacia Mark.
Mark no dejó pasar esta oportunidad. Y antes de que cualquiera pudiera detenerlo, extendió su mano derecha mientras Lester corría hacia él, justo como lo había planeado.
Naturalmente, estaba sosteniendo el picahielo.
Pero el golpe que perforó el cuello de Lester no fue suficiente para acabar con su obsesión por la inmortalidad.
Aún con el picahielo clavado en su cuello, el hombre se aferró a la ropa de Mark y se arrastró hacia su brazo izquierdo como una criatura poseída.
Mark retiró el picahielo del cuello de Lester y volvió a enterrarlo una y otra vez, en su pecho, en su estómago, en su pierna.
Pero Lester continuó imparable. Le arrebató la botella a Mark sin darle oportunidad de romperla contra el suelo, y pateó al muchacho hacia un lado.
La sangre empezó a manchar su ropa, derramándose de su cuello con el ritmo de los latidos de su corazón. También había caído hacia atrás por el impacto de haber pateado a Mark, pero Lester parecía no darse cuenta del estado en el que se encontraba.
En ese preciso momento en el tiempo, ni siquiera él mismo existía en su mundo. Todo lo que le importaba era el elixir incompleto de la inmortalidad que sostenía entre sus manos.
Aunque no podría escapar a la vejez, el licor le permitiría sobrevivir a cualquier herida física.
Arrancó el corcho de la botella con una expresión monstruosa, mientras los mafiosos lo miraban con el ceño fruncido.
—¿Esa es la Gran Panacea, por casualidad? —preguntó Elmer seriamente, viendo a Lester retorcerse en el suelo mientras destapaba la botella—. No es muy buena idea que la bebas…
Elmer trató de detenerlo, pero Lester se lo quitó de encima con un grito y apuró el contenido de la botella de un solo trago.
Forzó el licor a pasar por su garganta, casi como contrarrestando el movimiento de la sangre que fluía de su cuello.
«Ja. ¡Jajaja! ¡Lo bebí! ¡Soy inmortal!», pensó Lester, intentando gritar en voz alta.
—Ughh… Grurrgghh… Aagh… ¿Agh…?
El aire estaba saliendo por su garganta. No podía hablar.
—¿…? Gah… Aaaaarghh…
Mientras la cordura regresaba a él, Lester se dio cuenta de que la abrasadora agonía que corría por su cuerpo no había desaparecido.
—¡AAAAAARGH! ¡GAAAAAAAAHH!
Su cuello ya no estaba sangrando.
Y aun así, por alguna razón, sus heridas no mostraban señales de sanación.
La sangre que había derramado antes tampoco regresó a él, como lo había hecho la sangre de Elmer.
Elmer miró a Lester retorciéndose en confusión, y suspiró solemnemente.
—Fue por eso que traté de detenerte.
—¡Aaaarghh! ¡Aaaaaahhh!
—La Gran Panacea te vuelve inmortal, no hay duda de eso, pero no cura tus heridas previas.
Elmer permanecía estoico frente al hombre que yacía gritando con heridas de puñal por todo su cuerpo.
La vista fue suficiente para darle escalofríos a Mark y a los otros mafiosos.
—Es lo mismo con las enfermedades. Tu salud no se deteriorará, claro, pero la Gran Panacea acepta tu cuerpo cuando la bebes como su estado normal.
—¡…!
—Me han dicho que tiene algo como una mentalidad propia y que mejora algunas cosas con el tiempo, pero con heridas como las tuyas… podría ser un muy largo tiempo. O tal vez sería más rápido contar con que tu mente se desmoronará primero de tal modo que ya no seguirás sintiendo más dolor.
¿Qué tanto de la larga explicación de Elmer había asimilado Lester? Había perdido mucha sangre, pero ni siquiera podía perder la conciencia. Lester no podía hacer nada más que gritar, ahogándose en un dolor letal.
¿Qué pensaba Mark, al ver al asesino de su madre en tal estado?
—¿Ya estás satisfecho? —le preguntó Elmer en voz baja al niño inexpresivo—. ¿O el hecho de que siga con vida significa que aún tienes asuntos sin terminar?
Sin embargo, Mark no respondió a la pregunta. En lugar de eso, decidió preguntar algo más.
—¿…Cómo sabías que estaba aquí?
—Bueno… Este hombre llamado Shaft me pidió que lo ayudara a reunir a algunos de sus amigos. Fue entonces que te vi caminando a través de la lluvia con la expresión más oscura que vi en mi vida. «Yo me haré cargo de la situación en el edificio, así que por favor ve tras él», me dijo Shaft, y me dejó seguirte. Pero nunca me habría imaginado que terminaría en un alboroto como este.
Las coincidencias eran aterradoras y a la vez interesantes, explicó Elmer, y continuó con una sonrisa.
—Para ser completamente sincero contigo, quería seguir a Shaft al condenado edificio, pero ciertamente es algo bueno que hubiera hecho lo que él me dijo. Si fueras una chica y fueras un poco mayor, incluso lo llamaría mi Cupido, pero eso es otra historia.
—¿Un… condenado edificio?
Elmer hablaba medio en broma, pero la mayor parte de eso no le importaba a Mark, que no tenía idea acerca de la situación de Graham. Lo mismo iba para los hombres Gandor alrededor de ellos.
—Muy bien. No des un paso más.
—No sé cómo conoces a este reportero, pero… inmortal o no, no podemos dejarte ir, niño del picahielo. Vas a tener una larga estadía aquí hasta que lleguen los jefes.
Los hombres se acercaron a Mark y a Elmer de manera lenta y dubitativa.
Sin embargo, al siguiente instante, escucharon el sonido de muchos pasos diferentes en la parte superior de las escaleras.
—¡N-Nico!
Los hombres en el sótano se pusieron tensos ante el regreso de Nico y María.
—¿…Qué está sucediendo aquí?
Los ojos de Nico se estrecharon al ver al chico sosteniendo el picahielo ensangrentado. Pero su mirada luego se desplazó hacia Lester, que seguía gimiendo de dolor en el suelo. Entonces suspiró como si lo hubiera entendido todo.
—Tú debes de ser Mark… Mark Wilmans, ¿verdad?
—¿C-cómo lo…?
—Lisha no paraba de hablar de ti. Dijo que había un niño que cuidaba de ella, en lugar de ser al contrario.
—¿Lisha dijo eso…?
Mark lentamente regresó a sus verdaderos colores de niño, movido por la conmoción.
—Respóndeme. ¿Tú eres Mark?
—Mark… Mark Wilmans… fue asesinado por un sicario.
El chico bajó la mirada, incapaz de mirar al hombre a los ojos, pero aun así, se rehusaba a darse la vuelta y escapar.
—Yo… yo solo soy un asesino en serie. Picahielo Thomp-
—No tienes que decir nada más.
—¿…?
—Después de todo, acabo de regresar de hablar con Picahielo Thompson en carne y hueso.
Nico esbozó una sonrisa mientras caminaba hacia el centro de la habitación. Uno de los hombres se acercó a él y le explicó la situación.
Nico escuchó el informe silenciosamente, y luego miró a Lester.
—Ya veo. Igual que los jefes, ¿eh?
En ese mismo momento, el pie derecho de Nico aplastó sin piedad la mano izquierda de Lester.
—¡Aaaaaaarrghh!
Los dedos de Lester se quebraron con un chasquido agudo. Viento y gritos salieron de su garganta. Pero sus dedos, doblados en ángulos extraños, rápidamente recuperaron su forma original.
—Tick.
—¿Sí, señor Nicola? —respondió Tick, haciendo bailar sus tijeras en el aire.
—Puedes tomarte el resto del día libre —dijo Nico con una mirada de hielo puro.
—¿Oh? —Tick ladeó su cabeza.
—Este bastardo de aquí tendrá que vérselas conmigo —respondió Nico, suprimiendo sus emociones con cada gramo de autocontrol que pudo reunir.
—¿De verdad?
—Así es. Puede que no sea un especialista en tortura como tú, pero si no va a morir sin importar lo que le haga… seguramente podré divertirme un rato. Desahogar un poco el estrés.
Elmer suspiró en silencio mientras escuchaba la conversación. Se inclinó junto a Lester, que seguía retorciéndose en agonía, y le susurró suavemente.
—Escucha, tengo una idea que podría hacerte feliz.
—¿¿¿…???
—Si piensas que puedes ser más feliz muriendo en este mismo instante, y si puedes irte con una sonrisa… yo podría devorarte ahora con mi mano derecha… Pero solo si me prometes que estarás sonriendo.
Lester probablemente ya había entendido lo que iba a sucederle pronto.
Y aun así, sacudió su cabeza como en negación. Un grito silencioso se escapó del agujero en su garganta.
—Ya veo. Es una pena —dijo Elmer amablemente—. Regresaré en algunos años… cuando hayas cambiado de opinión. Tal vez para entonces habremos encontrado una manera de aliviar tu sufrimiento. Y tal vez entonces los corazones de las personas que has lastimado ya habrán sanado.
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