Fue el mismo día en que el reportero se encontró con el asesino en serie que un chico solitario parado sobre un puente suspiraba silenciosamente.
Estaba en el Puente de Brooklyn, un símbolo inmediatamente reconocible de la ciudad de Nueva York.
Con una expansión de más de 1800 metros, en cierto punto en la historia fue el puente más largo del mundo.
El Puente de Brooklyn constaba de dos niveles: la carretera, por un lado, y encima de ella como un techo, la vía peatonal y el carril para bicicletas.
Aunque estaba justo sobre la carretera, la vía peatonal era mucho más angosta que el camino debajo de ella. El espacio restante entre los lados de la pasarela y los cables de acero sobre los que estaba suspendido el puente era atravesado por estructuras metálicas que sobresalían de debajo de la acera.
El puente era amado por muchos como un pintoresco punto de referencia con la vista de la Estatua de la Libertad.
Era allí que el chico había estado suspirando tan solo un momento atrás. Sin embargo, en medio de la lluvia, la gente que atravesaba el puente no notaba su presencia.
Esto era porque el muchacho estaba parado sobre un lugar donde los peatones no se atrevían a poner un pie.
Estaba por fuera de la vía, más allá de las barandillas, donde no había más que vigas de hierro para sostenerlo.
En otras palabras, estaba sobre el borde mismo del puente, mirando hacia abajo mientras se sujetaba del cable de suspensión.
Justo debajo de él podía ver el río y su orilla. El puente era mucho más alto que los apartamentos de ladrillo rojo que había en el área y los autos que pasaban por las carreteras de abajo parecían lo suficientemente pequeños como para ser modelos hechos a mano.
Desde este punto de vista, el chico miraba hacia el suelo sin un punto fijo.
Era un chico de aproximadamente unos quince años de edad. Tenía ojeras debajo de sus ojos un poco infantiles y a pesar de la impresionante vista bajo la lluvia, enfocaba su mirada solamente en el suelo debajo de él.
Para ser breves, el chico planeaba morir.
Una caída desde esa altura lo mataría sin duda alguna. El chico estaba absolutamente seguro de su inminente muerte.
Tal vez tendría una posibilidad de sobrevivir si estuviera sobre el río, pero desafortunadamente estaba parado por encima del suelo sólido.
Incluso saltar del techo de uno de los edificios, que se quedaban pequeños en comparación con este puente, probablemente sería fatal. Por lo tanto, saltar de este puente sería una muerte definitiva. O por lo menos eso pensaba el muchacho.
Tal vez no moriría inmediatamente, pero no había mucho tráfico en el área, así que incluso el sonido de sus gemidos moribundos desaparecería en medio de la lluvia.
Sería una muerte dolorosa, pero el chico estaba preparado.
Iba a lanzarse al aire y eso sería todo.
Iba a dar un paso adelante y eso sería todo.
Iba a soltar el cable de suspensión, que estaba agarrando detrás de él. Tal vez eso sería suficiente.
¿Cómo se sentiría caer desde el aire? El punto más alto del que alguna vez había caído era el árbol cerca de su casa. Incluso en ese entonces, el dolor había sido tan fuerte que el chico pensó que iba a morir.
Tal vez este salto ni siquiera le daría tiempo para sentir dolor.
Su rostro se frunció muy levemente al recordar esto. No había tristeza en sus ojos, sino algo más cercano a la ira.
Se mordió el labio y fijó sus ojos nuevamente en el suelo.
«¿Cuánto tiempo llevo aquí?», se preguntó.
Había pasado un tiempo desde que escaló por las barandillas, pero nadie lo había notado.
O tal vez lo habían notado, pero habían decidido ignorarlo.
¿La gente se preocuparía por su muerte una vez que hubiera caído?
Gracias a la Gran Depresión, los suicidios eran frecuentes en esta época.
Pequeños incidentes donde era imposible determinar si una muerte era asesinato o suicidio no siempre llegaban a los periódicos.
«Voy a desaparecer… Oh, eso debe ser. No voy a morir, solo voy a desaparecer».
No había nadie que lamentara su muerte. Ni familiares ni amigos.
Por un momento se preguntó:
«Si solo voy a desaparecer, ¿habrá alguna diferencia si sigo viviendo?».
Pero sintió que eso sería tomar el camino más cobarde.
Por supuesto, tampoco significaba que el suicidio fuera el camino más valiente. Dependiendo del contexto, podría ser incluso más cobarde que seguir viviendo.
«Pero ya no importa».
De cualquier manera, iba a morir. ¿De qué servía juzgar si sería cobarde o valeroso?
Con ese pensamiento, se recompuso nuevamente.
«Siento que puedo ver cada brizna de hierba en el suelo».
Pronto empezó a sentir que podía volverse uno con el suelo.
Era como si fuera a ser absorbido por la tierra. En realidad, pronto así sería.
Sentía que todo el ruido a su alrededor se disiparía y un nuevo mundo propio nacería.
«Está bien. Estoy completamente solo. Ahora finalmente podré estar en paz».
Y mientras se preparaba para volverse uno con el suelo, convirtiéndose en parte de la tierra…
—Hola.
…El mundo que él creía vacío repentinamente produjo a un inesperado invitado no deseado.
—¿Qué estás haciendo ahí arriba? Deberías saber, si no lo sabes ya… Es muy peligroso allá arriba.
La voz dio un paso dentro del mundo del muchacho, con sus zapatos llenos de lodo pisando fuertemente sobre este.
Como la voz estaba tan cerca de él, al principio el chico pensó que estaba oyendo cosas. Pero cuando se dio la vuelta, se dio cuenta de que no había escuchado mal.
Justo al lado de él, a menos de un metro de distancia, se encontraba un hombre con un paraguas, tan cerca del borde como él mismo lo estaba.
—Supongo que una caída desde esta altura seguro te mataría, a menos que fueras tan fuerte como Popeye o Tarzán. Pero aun así, creo que sería doloroso de todos modos. Así que, amm, ¿no crees que es mejor si no lo haces?
El tono de voz del hombre era tan alegre que el muchacho no lo notó al principio, pero parecía que estaba intentando convencerlo de que no saltara. Por un momento, la mente del muchacho se quedó en blanco.
Sin embargo, pronto recuperó sus sentidos y le gritó al hombre.
—¡Q-quédate atrás!
—¿De qué estás hablando? Yo llegué aquí primero.
El chico entró en shock. Estaba seguro de que no había nadie allí cuando caminó hasta el borde. ¿Tal vez era él mismo el que no estaba prestando atención a su alrededor, en lugar de ser la gente alrededor la que no lo notaba?
—Eso no puede ser… ¡Estás mintiendo!
El hombre sonrió y asintió.
—Me atrapaste. En realidad, solo llegué aquí hace un segundo.
La respuesta sin sentido del hombre dejó al chico boquiabierto sin poder decir nada.
Al ver su expresión, el hombre sonrió.
—¿Qué te parece? Gracioso, ¿verdad? —Inclinó su cabeza traviesamente.
—¿Q-quién eres?
—¿Yo? Solo soy un… ah. ¿Cuál crees que sería la respuesta más interesante? ¿Qué tal si digo que soy un Don Juan que solo iba pasando por aquí?
El chico estaba perdido. ¿Se suponía que debía enojarse?
Solo continuó observando fijamente al hombre frente a él.
El hombre llevaba ropa normal que usaría cualquier persona de su edad. Nada acerca de su atuendo destacaba particularmente.
Probablemente era unos cinco o diez años mayor que el muchacho. Aunque el hombre era bastante insulso, ni feo ni guapo, había algo que lo distinguía.
Su sonrisa.
Incluso aunque estaba a la orilla del puente, a solo un paso en falso de la muerte, una sonrisa cubría su rostro.
«¿Quién es este tipo?».
La absoluta falta de sentido de la situación dejó al chico parpadeando estupefacto. Pero rápidamente encontró las palabras para hablar otra vez.
—Oye… Eso es peligroso.
—Supongo que lo es, ¿verdad? —murmuró el hombre tímidamente, pero no perdió su sonrisa—. Entonces, ¿qué estás haciendo en un lugar tan peligroso?
—…
—Podría suponer que estás aquí por la maravillosa vista, pero siguiendo mi larga experiencia de vida, me parece que quieres suicidarte aquí. ¿Verdad?
—…Sí —respondió el chico en voz baja, derrotado.
¿Quién era este hombre?
El aire de misterio que lo rodeaba obligaba al muchacho a seguir respondiendo sus preguntas. Tal vez había tomado algún tipo de interés en el recién llegado, y era por eso que no había decidido ignorarlo y saltar del puente.
—Te advierto que no servirá de nada tratar de detenerme.
—¿Por qué no?
—Porque incluso si lo logras, trataré de matarme nuevamente.
La fuerte lluvia había disminuido durante el transcurso de su conversación. No era difícil entender lo que el hombre estaba diciendo o viceversa.
El chico parecía estar pensando que una última conversación podría no ser tan mala idea. Sin embargo, la respuesta del hombre sonriente fue algo inesperado.
—Ya veo. Pero no diría que es algo completamente inútil.
—¿Qué…?
—Incluso si fallo en ayudarte, eso terminaría convirtiéndose en una experiencia dolorosa que me ayudará la próxima vez que me encuentre con alguien que esté tratando de suicidarse. Aunque yo no soy así, hay personas que se sienten satisfechas solo con haber tratado de salvar a alguien que intenta suicidarse, incluso si realmente no logran salvarlo. Y las personas que no estarían satisfechas solo con un intento de salvar a alguien aun así obtienen de ello una experiencia de vida. Así que supongo que al final, si es importante o no es algo que no debería preocuparte, teniendo en cuenta que estás a punto de morir, ¿verdad?
El hombre sonrió, balanceándose con el cable en su mano como un resorte. Si sus dedos se resbalaran, inmediatamente caería en picada contra el suelo y perdería su vida. ¿En qué estaba pensando?
Mientras el chico lo miraba con duda, el hombre repentinamente se detuvo.
—Aunque es cierto que aún no he decidido si voy a detenerte o no —dijo.
—¿Qué?
—Bueno, supongo que es más una pregunta que una discusión… No voy a preguntarte por qué quieres morir, pero…
—¿No lo harás?
«Qué sujeto tan extraño. ¿No sería lo primero que harían la mayoría de las personas en una situación así? Pero, por otro lado… tampoco es que quiera que me pregunten eso. Realmente no importa en este momento».
En el momento en que el chico terminó su pensamiento, el hombre habló otra vez.
—Si mueres, ¿serás feliz?
—…
Si una persona normal tratando de disuadirlo de la idea de suicidarse le preguntara algo como eso, el muchacho habría bufado y empezado a reír. Pensaba que una pregunta como esa no sería capaz de detener a alguien que ha decidido matarse.
Pero no pudo forzarse a reír porque la pregunta del hombre venía acompañada de una radiante sonrisa.
No era una sonrisa condescendiente en lo más mínimo. Más bien, era algo puro e inocente como la sonrisa de un niño. Parecía menos que estuviera tratando de detenerlo y más como si sinceramente deseara su muerte.
Su tono de voz sonaba casi como un niño inocente exclamando: «¿Santa Claus vendrá realmente si obedezco a mis padres?».
—Entonces cómo vas a ser feliz, me pregunto. Espera, no me digas que lo que estás ansiando es llegar al cielo. Porque entonces no tendría sentido quitarte la vida. Después de todo, casi todas las religiones prohíben los suicidios sin sentido. ¿O eres alguien que está tratando de encontrar la nada absoluta?
El interrogatorio del hombre no habría podido ser más irresponsable incluso si lo hubiera intentado. El chico le respondió, con un atisbo de intranquilidad asomándose en lo más profundo de su mente.
—No…, de ninguna manera.
—¿Eh?
—No hay manera alguna… de que alguien como yo estuviera feliz de morir.
El hombre asintió comprensivamente y volvió a hablar en voz baja.
—Ya veo. Entonces he decidido que trataré de detenerte.
—No entiendo lo que estás tratando de decir. Solo déjame en paz.
—Estaría feliz de hacer eso, si eso te hiciera feliz.
La sonrisa del hombre nunca abandonó su rostro. El chico lo miró, sorprendido.
—¿Perteneces a alguna iglesia o algo…? ¿Estás drogado?
—¿No te parece que acabas de ser muy grosero con la gente religiosa?
—¿Por qué intentas detenerme…?
—Porque siento lástima.
—¡¿Qué?!
La respuesta simple y sin vacilación enfureció al muchacho y este le lanzó al hombre una mirada asesina.
«Entonces sintió lástima por mí. ¡¿Solo me estaba mostrando compasión?!».
La ira hervía dentro de él, amenazando con estallar en una serie de insultos indignados contra el hombre en frente de su propia muerte. Pero el hombre sonrió y volvió a hablar como si quisiera detenerlo.
—Esto puede sonar como un sermón, pero creo que estas carreteras y los parques debajo de nosotros fueron construidos por las personas para hacer sonreír a otros. Por ejemplo, a los niños. Trabajaron duro por el dinero para traer una sonrisa para ellos mismos y para sus familias. Me daría mucha lástima por ellos si estas carreteras y estos parques terminaran llenos de sangre por algo tan trivial.
—¿Qué…?
«¿No estaba sintiendo lástima por mí…?».
—¿Y qué tal si alguien estuviera pasando por debajo y lo golpeas mientras caes? ¿No te sentirías mal por esa persona? Y si murieras, ¿entonces qué pasaría con la pobre persona que podría haber sido asesinada o gravemente herida sin razón alguna? ¿Con quién se supone que debería enojarse su familia? Pero por otro lado, viendo que vas a morir pronto, supongo que realmente no te preocupará nada de eso.
—…
El chico estaba perplejo. El hombre inclinó su cabeza inquisitivamente.
—¿Oh? ¿Por qué te has quedado tan callado?
—…Cállate.
—Oh, ya veo. Pensaste que sentía lástima por ti. ¿Esperabas que estuviera sintiendo lástima por ti, en lugar de por otra gente a la que ni siquiera he conocido?
Estaba totalmente en lo cierto.
La precisión en la pregunta del hombre llevó al muchacho a darse cuenta de la esperanza estúpida y vergonzosa que había tenido. Mientras empezaba a despreciarse a sí mismo, al mismo tiempo crecía su indignación.
—¡¿Que?! ¡¿Qué demonios eres tú?! Cómo… ¡Maldición! ¡Déjame en paz! —gritó el muchacho, conteniendo las lágrimas. La sonrisa del hombre se llenó de más radiante alegría.
—Ah. Finalmente estás hablando como un niño debería hacerlo —miró el suelo debajo de ellos y continuó—. Supongo que no sabrías realmente qué tan doloroso sería y considerando que nunca he caído desde esta altura antes, yo mismo tampoco estoy seguro. No sé si perderías la consciencia al caer de esta altura. Tal vez morirías instantáneamente si cayeras de cabeza, pero ¿no sería difícil lograr una posición como esa en medio del aire? Dicen que la cabeza caería primero naturalmente a causa de su peso, pero no puedo decir que creo eso del todo.
«¿Y qué? ¿Estás intentando detenerme? ¿O estás diciendo que vas a dejarme en paz? Maldición. Todo es tu culpa. Es tu culpa que… que ni siquiera pueda morir adecuadamente…».
Mientras su resolución se debilitaba, el chico miró debajo de sus pies y se paralizó.
Hasta solo unos minutos atrás, pensaba que ya había tomado su decisión. Ya estaba prácticamente muerto.
Pero después de esta conversación, su perspectiva había cambiado.
«Tengo miedo».
Sus piernas temblaban.
El terror de la muerte, mantenido a raya hasta ese momento, ahora se arrastraba desde su vientre y lo apuñalaba en la espina dorsal.
Tratando de alejarse de ese temor, el chico intentó fingir una expresión de valor.
—¿Qué sabrías tú, de todos modos? Nunca has caído antes.
Era un tono bastante grosero para dirigirse a un adulto, pero el chico no estaba de ánimo para preocuparse por esas cosas. Todo lo que quería era que el hombre se callara.
—Pero sí lo he hecho —respondió el hombre con mucha facilidad—. He caído desde lugares altos unas cuantas veces. No es una buena forma de irse, de todos modos, aunque ya me he acostumbrado.
—¿De qué… estás hablando…?
Mientras el hombre empezaba a cruzar la línea entre broma y crueldad, el chico se preparó para atacarlo nuevamente. Sin embargo, el hombre lo interrumpió.
—¡Eso es! Mira, te mostraré cómo se ve, ¡así que observa cuidadosamente! No será demasiado tarde intentarlo después de que hayas tomado una decisión bien informada, ¿verdad? …Perfecto. No hay nadie pasando debajo de nosotros.
—¿Qué?
Para cuando el muchacho fue capaz de responder, ya era demasiado tarde.
—Aquí–
Con una sutil exclamación, el hombre quitó las manos del cable y saltó del puente.
—Espera…
Era como si estuviera clavando en una piscina, ligeramente y sin temor…
Pronto se dio vuelta. La caída tomó más tiempo de lo que había esperado.
Y mientras el chico terminaba de asimilar lo que estaba sucediendo, el hombre se esparció sobre el suelo en un charco rojo.
* * *
«No. No. ¡No! ¿Por qué está pasando esto? Esto… ¡Esto no se suponía que debía pasar!».
El chico rápidamente se hizo camino de regreso a la vía peatonal y corrió hacia la entrada del puente.
Corriendo sin pensar hacia el lugar donde el hombre había caído, atravesó el largo camino sinuoso.
Por el aspecto de la sangre, no había manera de que el hombre hubiera sobrevivido. Aun así, el chico ni siquiera pensó en detenerse.
«No. No… No quiero que muera por mi culpa».
Jadeando, finalmente llegó a la escena.
Era un callejón desierto. Delante de él yacía el cadáver del hombre, tumbado sobre el suelo duro.
—No… no…
Mientras el chico murmuraba para sí mismo, corriendo hacia donde estaba el hombre, se dio cuenta de que el inmenso charco de sangre había desaparecido.
Asumiendo que todo había sido lavado con la lluvia, el muchacho examinó el cuerpo.
Después de confirmar que sus brazos estaban intactos y que no había globos oculares ni fluidos cerebrales en el suelo frente a él, sacudió al hombre. Se aferraba a la ridícula esperanza de que, de algún modo, el hombre podría seguir vivo.
Aunque mover a un hombre herido probablemente causaría más daño que ayuda, el chico continuó sacudiendo violentamente el cadáver impoluto.
—Por favor… ¡Despierta! ¡No! ¡No puedes morir!
Y entonces… el cadáver sonrió.
—Hola.
—¡Gahh!
El chico se quedó helado.
El hombre lentamente se puso de pie, chasqueando su cuello antes de hablar.
—Eres un buen chico, postergando tu propia muerte para venir a ayudarme, incluso después de que estuve molestando tanto a un extraño como tú.
—Aah… Aaaaaahhhh….
—¿Y sabes qué creo? Si realmente estuvieras listo para morir, ni siquiera te habrías molestado en escuchar nada de lo que tenía para decir. Sí. ¿No crees que estarías mejor viviendo?
¿Qué clase de truco de magia había realizado este hombre?
El chico estaba tan impactado que ni siquiera podía hacer un sonido.
Y como tratando de tranquilizarlo, el hombre sonrió y le ofreció una mano.
—Mi nombre es Elmer. Elmer C. Albatross. La verdad es que soy algo así como un inmortal. ¡Encantado de conocerte!
—–
Anterior: Capítulo I: El reportero
no busca aventura en su vida
Siguiente: Capítulo III: Abrumado por la conmoción y la alegría,
el desmantelador gira su arma una y otra vez