En un bar clandestino en Nueva York. En la noche.
El establecimiento ilegal, construido en algún lugar bajo tierra, era un lugar bastante estrecho.
En una de las esquinas, bajo la temblorosa luz de una bombilla, había un joven sentado.
—Déjame contarte una trágica, trágica historia.
Aunque su voz era tan clara como el cristal, estaba llena de una profunda depresión.
—Qué noche tan espectacular… Este vaso de leche que pedí es apenas lo suficientemente frío para cubrir los interiores de mi boca, mi esófago y mi estómago en una capa blanca… Así es. Igual que la nieve fresca.
El joven, que parecía tener poco más de veinte años, continuó suspirando tristemente.
—Una noche espectacular. ¿Entonces por qué estoy aquí sentado, contándote una trágica historia? Eso es tan insoportablemente triste. Aunque puede llevar a que alguien me diga que haga silencio, algo bastante triste, eso sería imposible. Ya que no soy capaz de contener esta tristeza dentro de mí por más tiempo. Es por eso que, por lo menos, quiero el sentimiento de tener amigos que reconozcan mi tristeza. Solo es una acción natural para un ser humano tan terriblemente débil…
La vestimenta del hombre era tanto apropiada como fuera de lugar en este bar clandestino debajo de una fábrica.
Su traje azul de trabajador lo hacía parecer como uno de los empleados de la fábrica, pero el brillo de su uniforme lo hacía destacar de una manera excéntrica.
Sin embargo, lo más extraño de este hombre no era el color de su uniforme, sino el objeto con el que estaba jugueteando con la mano que no sostenía el vaso de leche.
Era una llave inglesa, utilizada para apretar y aflojar tuercas y tornillos.
En términos de utilidad, era un objeto perfectamente normal para un hombre en uniforme de trabajador, pero había tres particularidades con respecto a él.
Una era el tamaño de la llave.
El joven no era de una estatura particularmente grande, pero el objeto metálico que sostenía era más largo que el brazo de un niño. Era más del tamaño de un mazo utilizado en tiempos medievales que el de una llave inglesa corriente.
La segunda era el hecho de que estaba bebiendo leche en un bar ilegal.
Y la última peculiaridad era el hecho de que la superficie de su llave estaba cubierta de sangre seca y óxido.
El joven tenía rasgos faciales más bien femeninos, parecía tener una complexión muscular decente y sus ojos medio adormilados se asomaban por debajo de su cabello rubio.
Aunque el brillo de su cabello y su piel pálida eran más que suficiente para calificarlo como guapo, la oscura sombra que proyectaban sus ojos perturbaba a cualquiera que hiciera contacto visual con él.
Por otro lado, las únicas personas que lo veían a los ojos en este momento ya estaban acostumbrados a su apariencia desde hacía mucho tiempo.
De ellos, el que más estaba acostumbrado a hablar con él estaba sentado justo al frente, bebiendo jugo de naranja y manteniéndolo ocupado.
—Por supuesto, jefe. Los humanos son débiles, ya que se mueren cuando los matan. Eso los hace los más débiles de todos.
—¡Tienes razón! Los humanos son irremediablemente débiles. Incluso si fuéramos omnipotentes como algún tipo de deidad, no hay manera de que podamos prevenir la tristeza de nuestros corazones… ¿Entonces qué? ¿Qué opción tenemos más que ahogarnos en nuestras propias lágrimas?
Mientras el joven recitaba su deprimente poesía, sus amigos que lo rodeaban suspiraron con una expresión de: «Aquí vamos otra vez».
Fue entonces que alguien se entrometió en medio de ellos.
—¡Cállate, pequeña sabandija! ¡¿Por qué mejor no vuelven con sus mamitas, pequeños mocosos?!
Un matón borracho se acercó a los jóvenes y levantó una botella en el aire. Con un fuerte estrépito, la botella vacía explotó contra la mesa, esparciendo vidrio por todas partes.
Los jóvenes se quedaron en silencio.
—¿Qué? ¿Ya están asustados? No sé de qué estaban balbuceando, pequeños bastardos, pero me siento como una mierda ahora. ¡¿Cómo van a arreglar eso, eh?!
Aparentemente alentado por las reacciones de los otros clientes, el hombre decidió hacer énfasis en el aspecto «ruidoso» del parloteo de los delincuentes.
Aunque el recital del joven no era algo precisamente agradable, en realidad había estado hablando en un tono bastante bajo, con su voz desvaneciéndose entre el suave murmullo dentro del bar.
Habiendo escogido un asunto tan trivial para molestar, el borracho de rostro enrojecido sonrió desagradablemente.
—Ya que están bebiendo aquí, probablemente tengan algo de efecti–
Sin embargo, nunca pudo terminar la oración. El hombre se dio cuenta demasiado tarde de que había caído de rodillas.
—¿Qué…? ¡¿Qué?!
Al mirarse a sí mismo, el matón vio que su tobillo estaba torcido en un ángulo anormal. También vio que su tobillo estaba en la boca de la gigante llave inglesa del joven.
—Ah… ¿Qué…?
Sus sentidos, adormecidos por el alcohol, empezaron lentamente a llevar el dolor de su tobillo hacia su cerebro.
En ese momento, el dolor se convirtió en terror, disipando instantáneamente los efectos del alcohol y trayendo al hombre de vuelta a sus sentidos.
—¿Qué se supone que debo hacer, ahora que aun más dolor sigue acumulándose en mi profunda tristeza? ¡La situación es que acabo de ser señalado por un borracho que está pisoteando mi noche espectacular! Oh, ¿es la noche tan frágil y efímera que puede derrumbarse por nimiedades como esta? ¿Qué piensas? Espera. Si lo piensas bien, ¿qué es lo que hace que una noche sea espectacular o no? Al final, lo único que determina la espectacularidad de una noche es el débil corazón humano, así que es natural que la noche también sea igual de frágil. Oh… ¿Cómo ocurrió esto…? Yo… ¡Mi propia fragilidad ha debilitado incluso a esta noche espectacular! En otras palabras, ¡yo! ¡he deshonrado a la noche misma! Maldición… ¡Maldición, maldición, maldición,maldición,maldición maldiciónmaldiciónmaldiciónmaldicióóóóóóónnnnn!
Las suaves palabras del hombre con uniforme de trabajador penetraron lenta y agresivamente en la mente del matón.
—De-detente…
El hombre se dio cuenta de que acababa de empezar una pelea con alguien con quien no debería haberse involucrado. Estaba en peligro.
Los jóvenes que los rodeaban no estaban en silencio porque tuvieran miedo del rufián. Era porque ya sabían lo que iba a ocurrir.
El joven con atuendo de trabajador empezó a girar su llave una y otra vez.
—¡Aaaaaaaaaaarrrgghhh!
—¡Gaaaaaaaaaaahhhh!
Un par de gritos, uno de frustración y el otro de terror, resonaron simultáneamente a través del bar.
* * *
Algunos minutos más tarde.
—Disculpa por la espera. Soy Carl Digness del Daily Days.
El hombre tenía un aura sorprendentemente marchita, incluso para su edad.
Su comportamiento era tranquilo y compuesto, pero nunca destacaba entre la multitud; más bien, era como un banquero educado y de altos ingresos que se comportaba con un toque de frugalidad.
—¿…Pasó algo aquí?
El hombre que se presentó como Carl miró hacia al suelo.
Había un hombre grande tumbado frente a él. Sus extremidades se extendían con cada una de sus articulaciones dislocadas.
Entonces, un joven de aspecto sencillo que había estado sentado junto al joven con uniforme de trabajador se puso de pie y le ofreció a Carl un apretón de manos.
—Oh, buenas noches. Yo soy Shaft, el que habló con usted por teléfono. Este caballero de aquí solo se tropezó con la mesa, así que por favor no se preocupe por él.
—Correcto.
Sin dar indicación alguna de si había aceptado o no la explicación de Shaft, Carl pidió permiso y tomó asiento junto a él.
—Es verdad… Entonces, ¿qué es lo que quiere un reportero del Daily Days con un grupo como nosotros?
—Bueno, verás…
Carl estaba a punto de hablar, pero el joven con ropa de trabajador repentinamente rompió su silencio.
—Por supuesto… ¡Esto va a ser divertido! ¡Ya que estoy sintiendo una oleada de euforia que eclipsa cualquier alegría que jamás haya sentido, déjame contarte una historia divertida!
—¿Eh?
—Para empezar, ¿quién habría imaginado que desmantelar el valor de las articulaciones de un solo hombre levantaría tanto el ánimo de mi noche? ¡Los humanos están tan llenos de fuerza! Tienen la fuerza para nadar a través de las aguas infinitamente crecientes del mar de la tristeza. La sabiduría y el valor para construir un barco para navegarlas… ¿No estás de acuerdo?
—Cuando se trata de ti, jefe, no estaría seguro acerca de esa parte de la sabiduría… gah.
El hombre llamado Shaft gritó suavemente mientras le enterraban ligeramente una llave inglesa en el estómago.
—¡Por favor, no hagas eso, jefe…! De todos modos, ¿de qué se trataba esa triste historia que ibas a contar hace un rato? Dejaste de hablar sobre eso antes de llegar al punto.
—Oh. El idiota al que le ordené mi leche nunca llegó.
—¡Eso es algo exagerado!
Mientras los jóvenes se envolvían en lo que probablemente era una conversación normal para gente de su edad, el reportero llamado Carl entrecerró los ojos y observó al joven con ropa de trabajador.
«Graham Specter».
Era un habilidoso joven que dirigía a uno de los muchos grupos delincuentes de Nueva York.
Carl había escuchado que tratar con Graham Specter sería extremadamente difícil, casi tanto como con el especialista en tortura de la Familia Gandor, Tick Jefferson.
Si hacía un movimiento equivocado contra Graham, Carl podría no salir ileso de esa. El gemido adolorido del matón en el piso y sus extremidades pulcramente dispuestas en ángulos opuestos a los naturales eran la prueba viviente de los rumores.
Aun así, o más bien exactamente por eso, Carl Digness habló, intentando conseguir más información al revelar cierto hecho.
—Entonces, tú eres Graham, ¿correcto?
—Es correcto. Y tú eres un reportero del Daily Days, ¿estoy en lo cierto? ¿Qué necesitas preguntar? ¡Cuéntanos una historia divertida, si te apetece! Después de todo, el hecho de que podamos contar historias divertidas hace que las cosas sean divertidas en primer lugar. ¿Verdad? Si lo piensas de ese modo, ¿no quiere decir que los humanos son generadores de movimiento perpetuo, excepto que lo que generamos es diversión? Este es un descubrimiento increíble… ¡Mi corazón se está acelerando!
El joven empezó a divagar en un tono lleno de emoción. El reportero se armó de valor y continuó.
—Antes de preguntarte cualquier cosa, hay cierta información que necesito entregarte.
Los jóvenes lo miraron con curiosidad.
El reportero respiró profundamente y enunció los hechos con claridad.
—Estoy seguro de que han oído hablar de Picahielo Thompson.
—Sí.
—Para ser breves… los policías están sospechando de ustedes.
Hubo un silencio mientras el aire alrededor de ellos se congelaba.
Cuando Carl abrió su boca para continuar explicando, escuchó el sonido de una llave inglesa chocando contra la palma de una mano.
—Sí.
El emocionado joven con ropa de trabajo entrecerró los ojos.
Y sin negar o confirmar la acusación en contra de ellos, le transmitió a los otros una simple verdad.
—Esto va a ser divertido.
* * *
Al día siguiente, un periódico publicó un artículo exclusivo.
Había vencido a todas las otras fuentes de información y se convirtió en el primero en reportar un nuevo caso relacionado con Picahielo Thompson.
El artículo, vívido y descriptivo como si el autor hubiera visto la escena del crimen en persona, impactó en los lectores y se convirtió en la charla del pueblo.
Aunque este era el tipo de artículo que normalmente habría podido venir del Daily Days, igual que todos otros lo habían hecho, esta vez había sido publicado en otro periódico mucho más grande.
El hecho de que, al igual que cualquier otro periódico popular, las noticias de los Juegos Olímpicos habían ocupado la primera página por un buen tiempo era en parte responsable por la poderosa impresión que el artículo dejó en sus lectores.
El hombre que escribió el artículo era un joven reportero llamado Lester, y a través de este incidente su nombre llegó a ser conocido por la gente de Nueva York.
Si las cosas hubieran salido de acuerdo al plan, él podría haber estado hablando con Graham Specter, igual que lo estaba haciendo el hombre que acuñó el apodo de «Picahielo Thompson», Carl Digness.
Pero la reunión de Lester fue un encuentro con un asesino demente.
Y con este incidente como detonante, las calles empezaron a revolverse.
* * *
Intermisión
Aparecía con la lluvia.
Se deslizaba por los callejones, con el sonido de la lluvia como su cubierta.
Y bañaba a la gente con gotas de lluvia metálica.
Emergía para cometer asesinato.
La primera víctima fue el propietario de un pequeño bar clandestino.
La segunda fue un agente de bienes raíces.
La tercera, un oficial de policía.
La cuarta fue el gerente de un servicio de alquiler de almacenes.
Y la quinta víctima fue una prostituta, que se paraba en el mismo callejón noche tras noche.
Esa fue la única mujer entre las víctimas. Aun así, su muerte conmocionó a la ciudad.
La muerte de una sola prostituta llevó a la gente a gritar irresponsablemente acerca de Jack el Destripador.
Algunos especulaban que el asesino era un imitador obsesivo, mientras otros aclamaban que Jack el Destripador seguía vivo y que había cruzado el Atlántico.
La policía hizo todo lo posible por disipar los rumores, pero la lluvia ya había lavado demasiada evidencia.
Y el hecho de que el único testigo era el reportero de un periódico hacía difícil saber si su testimonio era completamente confiable.
El asesino serial que sacudió a la ciudad en medio de los límites entre la gloria de las Olimpiadas y la oscuridad de la Gran Depresión fue llamado Picahielo Thompson.
No estaba desafiando a la policía, como Jack el Destripador o, posteriormente, el asesino del Zodiaco.
Todo tipo de visiones imaginarias del criminal nacieron en la mente de las personas.
Aunque la gente temía la existencia de Picahielo Thompson, simplemente aceptaban sus acciones como otro impactante giro de eventos que los ayudaría a olvidar la Depresión.
Su historia sería lentamente absorbida por el mundo.
La policía no estaba cerca de capturar al culpable.
Los violentos asesinatos no parecían estar cerca de acabarse.
El chico que debería haber muerto se encontró con un monstruo inmortal.
Y el reportero que le temía a la muerte se encontró con un asesino en serie…
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