Babel.
—Disculpe, señor. ¿Podría detenerla? Le estaría muy agradecido.
—¡¿Qué?!
Tim dio un salto; casi se le para el corazón. Había estado observando la confrontación entre Adelle y María, completamente inconsciente de que Tick se le había acercado por un lado.
Ni en sus sueños más locos habría imaginado que las primeras palabras que su hermano le diría después de casi una década serían: «Disculpe, señor».
—Detener… ¿Detenerla…?
«¿Disculpe, señor? ¿Le estaría muy agradecido? ¡No me hables así, maldición! ¡Soy tu hermano menor!».
—Ajám. Creo que usted podría detenerla, señor…
—No sucederá. Ella está más allá de mi poder ahora. Todo es por culpa de ese bastardo. Claire o Félix, o como diablos se llame.
«Deja de llamarme señor. Soy tu hermano, no tu amo. Maldita sea, Tick, es por eso que la gente siempre te llamaba tonto».
—Oh, está bien…
Tim empezó a sudar, sintiendo que el silencio se extendía entre los dos.
«¿Por qué no te das cuenta? ¡¿Realmente eres tan estúpido?! ¡¿Me estás viendo directamente y no puedes reconocerme?!».
—¿…Estás preocupado por esa chica mexicana?
—¿Hmm? Oh, no, para nada. Sé que María no puede perder.
«Por supuesto que sí. ¿Acaso ya olvidaste lo que pasó ayer?».
—¿…Entonces por qué quieres que las detenga?
—Porque… Ambas están tratando de recuperar lo que han perdido. La pelea en sí realmente no tiene sentido.
—…Oh.
«Siempre fuiste así, hermano. De algún modo, siempre pudiste ver a través de los corazones de las personas. Mmm. ¿Recuperar lo que han perdido? Entonces no tiene nada que ver conmigo. ¿Sabes por qué estoy aquí, Tick? Estoy aquí para deshacerme de mi pasado, y ese pasado te incluye a ti».
—Pero… si no va a detenerlas, espero que me perdone si apoyo a María. Lo siento —dijo Tick y se movió lentamente hasta donde estaba antes.
Tim se quedó mirando su espalda, luchando contra un repentino deseo loco de llamarlo y decirle quién era en realidad. Solo con su mayor esfuerzo fue capaz de contenerse.
«¡Cálmate, se supone que eres el inteligente aquí! No obtendría nada bueno revelando eso en este momento».
Tim sacudió su cabeza fuertemente. Las palabras de Beriam de repente volvieron a él.
«Eres como una mariposa. Ni siquiera te ven como una presa, por lo que solo puedes esperar a que la muerte venga por ti».
«No. No terminaré así. Tal vez estoy atrapado en este momento, pero algún día destrozaré la red y devoraré a las arañas que me atraparon».
Y para lograr eso, no podía permitirse volver a mirar al pasado.
La posición en la que estaba ahora era una que habría resultado muy dolorosa para el chico que alguna vez fue, el chico que aún soñaba con abrir su corazón a los demás…
* * *
—Así que, al final, supongo que podrías decir que nuestras personalidades se formaron como resultado directo de los experimentos de Huey —dijo Christopher, blandiendo una de sus pistolas hacia Vino.
—Debieron haber sido experimentos bastante desquiciados, entonces. Déjame adivinar, tú eras como el mono que se roba las bananas del armario de almacenamiento cuando los científicos se han ido por la noche.
—Lo siento, no. Si fuera yo, renunciaría a las bananas por completo y atacaría directamente a los científicos. No es que pudiera hacerle eso al maestro Huey, pero entiendes mi punto.
—¿Tu maestro Huey nunca te enseñó a no malgastar tu aliento mencionando elecciones que no tomarías? —comentó Vino, doblándose para evitar la cuchilla.
—Tal vez. Aunque hablando de enseñar… Pobre Adelle. Nunca aprendió nada. No hay absolutamente nada dentro de ella. Huey pronto decidió que ella era un fracaso y la utilizó para todos sus experimentos. Eventualmente empezó a trabajar conmigo y ahora me temo que la pobre piensa que será reconocida si solo mata a suficientes personas.
Mientras Vino se enfrentaba a Christopher, Chane vigilaba su espalda, manteniendo la guardia contra cualquier chakram que pudiera llegar volando hacia ellos. Llegaban en intervalos irregulares, cada uno dirigido infaliblemente hacia ella o Vino.
Supuso que su enemigo debía ser alguien que se mantendría en las sombras y evitaría revelarse a toda costa, pero cuando desvió el décimo anillo afilado, escuchó una voz que empezó a hablar detrás de ella.
—Hola.
Levantó la cabeza, mirando inexpresivamente bajo la lluvia mientras trataba de ubicar la fuente de esa voz, pero sin importar cuánto lo intentó, no logró encontrarla.
—Así que eres Chane. Los Gemelos me han hablado de ti —dijo la voz. Sonaba como una mujer madura, ronca y seductora, pero Chane no le dio importancia.
Después de todo, existía la posibilidad de que la voz simplemente estuviera hablándole para tratar de distraerla antes de atacar.
—Parece que tienes algo bueno con el señor Apuesto pelirrojo de allí. Pero sabes que estamos trabajando en nombre del maestro Huey, ¿verdad?
Chane vaciló, luego asintió en silencio. Estaba prohibido para ella mentir cuando se trataba sobre asuntos relacionados con su padre.
—Así que dime. Sígueme la corriente por un momento. Supongamos que el maestro Huey te diera la orden de asesinarlo… ¿A quién escogerías? ¿A él o a tu padre?
Externamente, Chane parecía tan glacialmente tranquila como siempre. Internamente, sin embargo, sus emociones eran como un mar turbio y tormentoso. El dilema planteado por la incorpórea voz era uno que la había estado atormentando por bastante tiempo, y a decir verdad, era lo que más temía en el mundo.
La pregunta la hizo estremecerse y tal vez por eso olvidó —solo por un instante, pero definitivamente lo olvidó— que estaba en medio de una pelea. Y como tratando de aprovechar al máximo ese error, cuatro anillos cortaron el aire a la vez.
Chane despertó con un sobresalto, levantando sus cuchillos y bloqueando hábilmente los cuatro… pero falló en notar el quinto anillo que vino hacia ella un momento después, sutilmente sincronizado para golpear justo cuando ella bajaba cautelosamente sus propias armas.
El chakram giratorio pasó a un centímetro de desgarrar la garganta de Chane, pero la mano de Vino lo agarró cuidadosamente desde atrás justo antes de que hiciera contacto y lo arrancó directamente del aire como si fuera poco más que un frisbee con forma extraña. Sus dedos se apretaron sobre la superficie plana, deteniendo en seco el mortal giro.
Vino se giró, ignorando completamente a Christopher por un momento mientras le respondía a la extraña voz… no, a Chane.
—Puedes seguir sus órdenes y aun así elegirme.
—¿…De qué demonios estás hablando? —preguntó Liza, claramente enojada, pero Vino la ignoró.
—Si tu padre te ordena asesinarme, ni siquiera tienes que pensarlo dos veces. Inténtalo tan fuerte como puedas. Simplemente lo evadiré todo y podremos seguir amándonos. Aahh, esto debe ser lo que llaman amor verdadero.
Chane lo miró confundida… y luego sonrió. La curva de sus labios fue tan sutil que solo su prometido pudo notarlo.
Animado por la sonrisa de su amada, Vino levantó su voz en un grito jovial.
—¡Muy bien! Y la fuente de esa misteriosa voz debe ser… ¡Tú!
Se giró y lanzó con todas sus fuerzas hacia Christopher el chakram que tenía en su mano.
Christopher sacudió su cuerpo hacia un lado y frunció el ceño mientras el misil zumbaba inofensivamente.
—¿…Qué se supone que fue eso?
—…Eh. Ja, ja. Pensé que tal vez podrías ser un ventrílocuo. O, ya que estabas hablando de experimentos y todo eso, tal vez tenías una segunda cara en tu estómago o algo…
—¿Y el chakram?
—No sé. ¿Llegó volando de algún lado por casualidad?
Vino subió uno más de los escalones en los que habían estado peleando y se dio cuenta de que no había dónde más subir. Había llegado a la cima del edificio. En algún punto entre ráfagas de lucha violenta y pausas de charlas sin sentido, habían conquistado el Muro de Niebla.
Por supuesto, no es como si eso significara algo en absoluto.
* * *
Ya había perdido la cuenta de cuántas veces habían chocado.
Chispas blancas iluminaron el rostro de María mientras se alejaba de un salto, desesperada por espacio.
A diferencia del angosto salón en el que habían luchado antes, el amplio restaurante le daba bastante espacio para maniobrar.
Desafortunadamente, significaba que Adelle también tenía suficiente espacio para mover su lanza a su antojo.
—Las cosas terminarán igual que ayer si sigues así, amiga —murmuró María para sí misma.
Tal vez si iba preparada para hundirse junto con Adelle, podría lanzar un ataque decisivo.
Pero eso solo sería un empate con ambas partes muertas, no una victoria para ella. Y le había prometido a Eve que regresaría con vida.
—Necesito derrotarla y seguir con vida…
«Ahora que lo pienso… ¿cómo perdí mis espadas ayer?».
Lo había olvidado por completo. El recuerdo se había perdido ante la conmoción que la había envuelto el día anterior, pero ahora recordaba que la pelea había terminado de una manera completamente anormal.
También recordó al hombre que había sido responsable de todo y se dio cuenta de que estaba sentado a solo unos pocos metros de ella…
Antes de que pudiera actuar según los datos que acababa de recordar, el ascensor se escuchó una vez más. Las puertas se abrieron y descargaron una avalancha de guardias de seguridad. Todos ellos tenían insignias con el logo de Nébula sobre sus pechos, pero era difícil saber si habían venido en respuesta a la conmoción o si los guardias del primer piso finalmente habían vuelto a la vida.
Al ver a Adelle balanceando su arma inmediatamente después de salir del ascensor, los guardias tomaron las pistolas enfundadas en sus costados y avanzaron lentamente hacia ella.
—Por favor… no se metan en esto.
Adelle se movió antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar. Levantó y giró su lanza, apuñalando a uno de ellos en el corazón. El hombre se desplomó inmediatamente y cayó al suelo, deslizándose de la cuchilla. Los demás se congelaron de miedo, incapaces de reaccionar mientras Adelle se acercaba hacia ellos con la intención de despacharlos también.
Por otra parte, María finalmente tenía un momento para pensar.
Inhaló y exhaló lentamente, recuperando el control de su respiración y miró a Ronnie.
El chiamatore de la familia Martillo había exudado una agobiante aura de asombro el día anterior, pero ahora María no podía sentir nada extraño en él. Lo único fuera de lo ordinario era el hecho de que parecía completamente tranquilo a pesar del caos que se estaba desenvolviendo a su alrededor.
Era como si estuviera absolutamente seguro de que sin importar qué pudiera pasar, él saldría totalmente ileso.
—¿…Sí? —preguntó Ronnie, mirando neutralmente a María.
—Ah…
—Si tienes curiosidad por lo que sucedió ayer, creo que este no es el mejor momento para discutirlo. Aunque, si quieres utilizar mi poder, estaría más que dispuesto a ayudarte…
Ronnie empezó a hablar, respondiendo casualmente a la pregunta en su corazón como si le hubiera leído la mente. Luego hizo una pausa.
—¿Pero podrías seguir sosteniendo tus espadas si tuvieras que confiar en mi ayuda para derrotarla?
María se estremeció. La pregunta la golpeó como una descarga física.
«¿Qué? ¿…En qué estaba pensando?».
No había estado pensando realmente en pedirle ayuda. Solo se estaba preguntando si tal vez podría obtener algún tipo de pista al escuchar su explicación sobre lo que había sucedido en la mansión Genoard.
«¿Realmente era solo eso? ¿O en el fondo estaba esperando que pudiera ayudarme porque parecía que Tick lo conocía?
Si eso es cierto, entonces… Entonces no tengo derecho de seguir empuñando a Murasamia».
Alguien se acercó a ellos dos, interrumpiendo los pensamientos de María.
—Hola, señor Ronnie.
—¿Tick?
Tick Jefferson le dio una inocente sonrisa a Ronnie a manera de saludo. No era el momento ni el lugar para tal alegría, pero las esquinas de los ojos de Tick siempre estaban levemente inclinadas. Incluso mientras María temblaba al borde de ser consumida nuevamente por la duda, él sonreía como si no tuviera una preocupación en el mundo.
—María no soltará sus espadas.
—¿En serio? ¿Te molestaría explicar por qué? —preguntó Ronnie, sinceramente curioso.
—Porque ella no le pedirá ayuda, señor Ronnie. Incluso si lo hiciera, no se sentiría mal por ello. ¡Porque María es fuerte!
—En serio… Ya veo. Mis disculpas por hacerte dudar de ti —dijo Ronnie, bajando la mirada y quedándose en silencio.
Pero por otra parte, cada palabra que dijo Tick era un golpe en la mente de María, que la hacía sentir más y más inferior.
Ni siquiera fue capaz de creer en ella misma.
«Ah, eso es… Fue por eso que me moví para salvar al muchacho tatuado. Porque Tick me estaba viendo».
Él no había estado mirándola suplicante. De hecho, no parecía que estuviera esperando algo de ella en absoluto. Todo lo que había ocurrido fue que sus ojos se encontraron por casualidad, solo por un instante.
Pero ese momento había sido más que suficiente para avergonzarla.
Él le había dicho que creía que ella vencería, sonriéndole inocentemente.
Su mirada la había impulsado a la acción, haciendo que su cuerpo se moviera por sí mismo en un desesperado intento de huir de la vergüenza que hacía arder su corazón.
Había huido de esa sonrisa, prefiriendo luchar en cambio.
«Necesito algo más. Solo necesito una cosa más que me ayude a apoyarme. Sé que está mal depender de estas ayudas, pero… no tengo elección.
Necesito que alguien me diga que cree que puedo ganar».
Antes de darse cuenta, María estaba apuntando a Murasamia hacia Tick.
—Tick… lo haré. Esta vez seguro la venceré. Ganaré.
—Wow, eso es genial.
—Así que… Tick… ¿Puedes decirme que crees en Murasamia por mí?
—Nop.
María se desestabilizó, totalmente sorprendida por la inesperada respuesta.
—¡P-pero Tick! Tú…
Un tono de desesperación, casi de súplica, entró en su voz, pero Tick sacudió su cabeza y continuó antes de que ella pudiera suplicar.
—Creo en ti, María. No en esa espada…
—¿Qué…?
—Ya te he dicho antes que solo puedo creer en lo que puedo ver. Así que no puedo creer en el vínculo que tienes con tus espadas, o tu determinación, o cualquier cosa en la que creas. Pero quiero creer que ganarás, así que decidí que simplemente creería en ti, en ti misma.
Estaba diciendo la sincera verdad. Cada palabra que pasaba por sus labios era algo que realmente pensaba, simplemente convertido en sonido para transmitírselo a María.
—Te vi practicando todo el tiempo con mis propios ojos. Entrenaste cada vez que tuviste la oportunidad, siempre que no estabas en el trabajo. Entrenaste muy duro, más que cualquier otra persona que conozca. Es por eso que creo que ganarás, María.
—Tick…
—¿Qué tal si hacemos esto? Tú conoces a esa espada mucho mejor que yo, ¿verdad? Así que puedes creer en la espada y yo puedo creer en ti. De ese modo, nadie se sentirá solo —dijo Tick.
María se quedó en silencio, perdida en sus pensamientos. Entonces miró las espadas en sus manos.
«¿Qué tan bien conozco realmente a esta espada?
¿Qué tan bien conozco mi propia fuerza?
¿No estaba peleando para obtener las respuestas a esas preguntas?».
María apretó sus espadas, buscando las respuestas dentro de ella misma.
—Dejé de ver a Murasamia… Lo único en lo que estaba pensando era en mí misma.
—¿Hmm? —dijo Tick con curiosidad.
Aún estaba mirando sus espadas cuando la emotiva voz de un hombre gritando y llorando al mismo tiempo interrumpió sus pensamientos.
—¡¿Q-qu-qué están haciendo?! ¡¿E-esas personas están muriendo allá y ustedes solo están ahí parados conversando?!
Los gemidos de Jacuzzi la trajeron de vuelta a la realidad. María miró a Adelle y vio que ya había eliminado a todos los guardias. De hecho, parecía que ya había terminado desde hace un rato. La sangre que había derramado ya estaba empezando a retorcerse, fluyendo por el suelo de nuevo hacia su origen.
Adelle estaba ocupada ahora luchando contra Ennis y Firo.
Ennis había intervenido para tratar de detener la masacre y Firo se había unido un poco después, pero ninguno de los dos parecía tener mucha experiencia luchando contra alguien que utilizara una lanza. Incluso siendo dos contra uno, Adelle mantenía tranquilamente su posición.
Finalmente, siendo capaz de observar desde lejos, María se asombró involuntariamente de la manera en que el estilo autodidacta de Adelle la protegía impecablemente de cualquier daño.
—…Ella es fuerte…
Un escalofrío recorrió su espina dorsal, pero el miedo paralizante de un momento atrás se había desvanecido.
—Pero tendré que ser más fuerte.
Agarró sus espadas silenciosamente, sosteniéndolas con las puntas hacia el suelo mientras miraba a Adelle. Parecía como una pistolera del salvaje oeste, excepto que en sus manos tenía espadas en lugar de pistolas.
—…Lo siento, Murasamia. Te he estado haciendo trabajar sola todo este tiempo. Solo dependía de ti para todo, todas mis victorias y mis derrotas… —murmuró, presionando sus labios ligeramente sobre la parte plana de su espada—. Murasamia, no eres una herramienta para mí. ¡Eres mi amiga!
Asintió una vez hacia Tick y levantó su cabeza, aclarando su garganta.
—¡Aguarden, amigos! —les gritó a Firo y Ennis—. ¡Ella es mía!
Los dos se detuvieron, sorprendidos por la repentina declaración, e incluso Adelle se giró para verla con un vago asombro escrito en sus rasgos.
—Ah… no pensé que seguirías aquí —dijo, insultando sutilmente a María.
Se alejó un paso de Firo y Ennis, concentrándose por completo en la espadachina mexicana una vez más.
—¿Aún no lo entiendes? Te lo dije, ¿no? Tendrías que ser… al menos tres veces más fuerte que yo solo para tener la oportunidad de derrotar a mi lanza.
—Por supuesto que lo escuché, amiga. Apuesto a que soy dos veces más hábil que tú, fácilmente.
—…Bien. Puede que sea cierto, pero-
María sonrió como una niña.
—¡¿Lo ves?! ¡Significa que yo gano!
—¿…Disculpa? —dijo Adelle, completamente desconcertada.
El resto de su improvisada audiencia también frunció el ceño, esperando que explicara.
La sonrisa de María se volvió maliciosa.
—¡Porque tengo dos espadas, y dos veces dos es igual a cuatro, amiga!
Un silencio incómodo cubrió el restaurante. El único ruido era el aullido del viento y la lluvia que se oía desde afuera.
Finalmente, Adelle sacudió su cabeza con un aspecto irritado y María levantó sus espadas. Pero antes de que pudieran empezar, un gran grito de sorpresa vino de la cocina.
—¡Tiene toda la razón, Miria! ¡Dos veces dos es más que tres!
—Quiere decir que la chica de las espadas va a ganar, ¿verdad, Isaac?
Tick también levantó su mirada después de contar con sus dedos y exclamó:
—¡Wow, tienes razón, María!
El resto de los espectadores, que poseían un poco más de sentido común, parecían como si quisieran protestar, pero la fuerte convicción en la voz de María los dejó sin palabras.
En cuanto a Ronnie, parecía encontrar la situación inmensamente divertida. Sus hombros se sacudieron en una risa silenciosa.
—…Veo que lo que dicen sobre el valor de los tontos era cierto —dijo Adelle fríamente. Por el tono de su voz parecía sentir que se estaban burlando de ella. La sorpresa y la ira estaban claras en sus rasgos mientras levantaba su lanza y daba un paso adelante.
Fue un solo paso, un paso dado inconscientemente porque subestimó a su oponente.
Pero María no desaprovechó ese instante.
Corrió hacia adelante justo antes de que el pie de Adelle hiciera contacto con el suelo…
…y lanzó a su amada Murasamia en el aire.
—¡¿Ack?!
Impresionada no solamente por el repentino avance de María, sino también, y más importante, por la repentina transformación de su espada en un misil, Adelle se tambaleó, completamente confundida.
La espada se elevó y descendió en un flojo arco, con la hoja paralela al suelo y la punta directamente enfrentando a Adelle.
«¿La lanzó hacia mí? ¡No, no hay manera de que pueda alcanzarme después de arrojarla así!».
Sus ojos se movieron hacia María y vio que la asesina mexicana había agarrado su otra espada con las dos manos, sosteniéndola paralela al suelo más o menos a la altura del cuello, justo por encima de su hombro izquierdo. Era una postura que jamás sería enseñada por ningún maestro de la espada, una que jamás se encontraría en ningún manual de manejo de la espada.
«¿Arrojó una de sus espadas para poder moverse más rápido? ¿Significa que lo que dijo acerca de dos veces dos era solo un engaño?».
Adelle tomó una decisión rápida y revisó su evaluación sobre María para explicar la pérdida de una de sus armas.
Pero al siguiente instante, María empujó a Kochite hacia adelante, haciendo que la punta conectara con la parte inferior de la empuñadura de Murasamia. Continuó empujando, con las dos espadas conectadas como un par de baterías y ahora Murasamia encabezaba el ataque hacia Adelle.
Con las dos espadas conectadas de extremo a extremo, el alcance de María sobrepasó el de la lanza, aunque fuera solo por un momento.
«¡Tus trucos no funcionarán conmigo!».
Adelle movió su lanza desde arriba, apartando de un golpe a Murasamia con el mango antes de que pudiera perforar su garganta.
Y eso selló su destino.
El truco, de hecho, había tenido efecto en ella en el momento en que María había arrojado su espada.
Normalmente, las espadas de María no tenían oportunidad contra una lanza, y si Adelle hubiera esperado y la hubiera dejado venir, María estaría condenada.
Pero sorprendida por la espada arrojada, Adelle había entrado en pánico y había permitido que sus instintos tomaran control al ver la repentina ventaja en el alcance de María. Su cerebro calculó automáticamente el peso de las dos espadas de María como una sola arma larga y levantó su lanza para bloquear de acuerdo a eso.
Murasamia salió volando hacia el techo.
Pero Kochite continuó hacia Adelle, su curso seguía intacto. Impulsada por la fuerza de los dos brazos de María, la afilada cuchilla avanzó infaliblemente hacia el pecho de Adelle.
Toda la fuerza y el corazón de María se unieron en el delgado filo, moviéndose con el único propósito de cortar a su enemigo.
Para cuando Adelle se dio cuenta de su error… ya se encontraba contemplando de cerca la extensión de la espada.
«Ah…».
Ya era demasiado tarde para hacer algo. Habiendo quedado expuesta por su bloqueo innecesariamente enérgico, Adelle no pudo hacer otra cosa más que observar la espada que avanzaba rápidamente hacia ella.
«Es demasiado rápid… ¡aaaaahhh!».
La espada de María llegó como un rayo, moviéndose a una velocidad que desafiaba el entendimiento de Adelle. Kochite se enterró profundamente en la carne de su hombro. La cuchilla plateada se hundió en la suave carne rosa, de un tono tan diferente al oscuro beige de María.
Rápida.
Aguda.
Profunda.
Y decisiva…
La espada se levantó y avanzó en una deslumbrante estocada, atravesando la piel de Adelle.
—…Ah… Aaaaaahhh…
La piel y el músculo se separaron, abriendo un espacio en su cuerpo que no debería existir allí. Una profunda sensación de pérdida y dolor la envolvió y se apoderó de ella en el espacio de un solo respiro, dejándola incapaz incluso de gritar.

La herida fue en su hombro, pero una electricidad corrió por su cuerpo hasta los nervios de sus rodillas, llevándose la fuerza de sus piernas.
Por un momento, incluso se vio un destello blanco en el corte rojo oscuro del hombro derecho de Adelle.
Se tambaleó por el impacto. Su corazón latió una vez… y la sangre brotó de su hombro en una fuente carmesí, como si el líquido fuera una criatura viviente intentando escapar de su cuerpo.
—Ah…
Pero aun así, Adelle no gritó.
Se desplomó, golpeando la base de su lanza contra el suelo y apoyándose fuertemente en ella como intentando sostener su consciencia junto con su cuerpo. Sus piernas la habían traicionado.
Cayó de rodillas y trató de recuperar el aliento, pero incluso eso le resultó imposible: su respiración llegaba en breves e intermitentes jadeos. Cualquier intento de detenerse y exhalar de manera apropiada simplemente fallaba. Su aliento estaba atrapado en su garganta. Sentía como si sus pulmones estuvieran en un espasmo. La herida en su hombro derramaba más sangre con cada estremecimiento.
Luego, una larga y delgada hoja vino desde atrás y se detuvo ligeramente contra la piel ilesa de su hombro izquierdo, haciéndola encogerse por miedo a otro ataque.
—¿…Esta es la primera vez que alguien te corta? —preguntó María, más curiosa que nada ahora que su victoria estaba asegurada. Adelle no respondió.
Tal vez no estaba dispuesta a darle esa satisfacción a María o tal vez simplemente no estaba en condiciones para pensar lo suficientemente claro para formar las palabras.
Su herido brazo derecho colgaba flojamente a un lado. Adelle ni siquiera miró a María. Simplemente dirigió su mirada directamente hacia el suelo.
—…Wow, realmente debió haber sido tu primera vez, amiga.
A lo largo de su trabajo, María había asesinado a innumerables personas y naturalmente, algunas de esas se habían negado a pasar silenciosamente a la oscuridad. Hubo un hombre que siguió viniendo a ella incluso después de que sus dos brazos fueron cortados, haciendo crujir sus dientes desesperadamente como tratando de arrancarle la garganta a María.
Otro se había seguido moviendo mucho después de que una puñalada se encajara en su corazón, luchando más allá de su último aliento.
Esas experiencias le impedían que se relajara por completo incluso después de dar el golpe decisivo, pero el lamentable estado en el que se encontraba Adelle la convenció de que por lo menos podía bajar su guardia.
María respiró profundamente y se volvió hacia Tim, enfundando sus espadas.
—¿Sabes…? Si detienes el sangrado ahora, probablemente sobreviva, amigo.
Tim se sobresaltó como despertando de un profundo trance y corrió hacia Adelle. Agarró un mantel cercano y arrancó un pedazo para utilizarlo como un vendaje improvisado.
—…Pensé que la matarías —dijo con franqueza.
—Lo habría hecho si fuera un contrato, pero no lo es. Además, ella pudo haberme matado ayer, así que supongo que estamos a mano.
María caminó hacia Tick y la tensión finalmente se desvaneció de su cuerpo. Su rostro se iluminó con una radiante sonrisa.
—¡Gané, Tick!
Tick la recibió con la misma sonrisa de siempre.
—¿Sabes, María? Parece como si sintieras-
—¡No necesito escucharlo, amigo! ¡Todo lo que tienes que hacer es reír conmigo!
La expresión que envolvía su rostro no era la misma sonrisa infantil de siempre, sino una sonrisa cálida y amable.
Luego desapareció, remplazada por su malicia habitual. María levantó el pecho con orgullo.
—Gracias, Tick. Estoy tan feliz ahora, ¡y todo es gracias a ti! ¡Siento que podría cortar a Dios en este momento! ¡Podría cortar el acero, el viento, e incluso esas molestas nubes lluviosas!
Pavoneándose, caminó hacia la ventana rota y se apoyó sobre una rodilla. Entonces desenfundó su espada en un suave y rápido movimiento.
La espada se deslizó de su funda produciendo un sonido como de campana… Y un milagro ocurrió afuera de la ventana.
—Por Dios…
—¡Vaya…!
Las nubes se separaron exactamente cuando María desenfundó su espada, derramando una cegadora cortina de rayos de sol detrás de ellas.
María pareció aceptar el milagro como nada menos que su deber y se levantó orgullosa. La cálida luz del sol la envolvía como un halo.
—¿Lo ves…?
Incluso mientras las personas que quedaban en el restaurante estallaban en un clamor entusiasta ante el imposible milagro, Ronnie permanecía sentado solo, con una sonrisa jugando en sus labios.
—Por supuesto que no fue una coincidencia. ¿Un milagro? Ridículo.
Se golpeó la sien con el dedo índice, satisfecho por el truco bien ejecutado.
—Tómalo como una felicitación de mi parte.
* * *
Mientras el resto de las personas en el restaurante estaban ocupadas con la vista de afuera, Tim finalmente logró detener el flujo de sangre en el hombro de Adelle.
—¿Estás bien?
Adelle lo miró, recuperando finalmente la estabilidad suficiente para hablar.
—Tim…
—No tengo ningún analgésico conmigo, pero te llevaré con un doctor tan pronto como pueda. Solo aguanta hasta entonces, ¿está bien?
—¿Yo… soy un fracaso?
El dolor debería ser insoportable, pero ella siguió hablando de todos modos. Su voz temblaba de miedo.
—Nunca… me habían cortado… antes… Esta es la p-primera vez… La sangre… Sus dedos son muy fuertes… no puedo mover mi lanza…
El impacto la había afectado demasiado. Parecía que sus recuerdos de Claire y de María se habían mezclado.
—Está bien. Eso ya no importa. Solo cálmate.
—Yo… ¡Yo…!
—¡Dije que te calmes!
Tim se las arregló para levantar a Adelle, rodeándola con un brazo para evitar que cayera de nuevo.
Adelle hizo todo lo que pudo para pararse por sí misma, usando su lanza como un bastón improvisado con su mano buena.
—Maldición, tendremos que dejar a Christopher y a Chi atrás y dejar que se nos unan más tarde —Tim maldijo en voz baja y se giró para salir del restaurante.
Sin embargo, encontró el camino bloqueado por un rostro familiar.
—…Hey.
—¡Genoard! ¡¿Dónde diablos has estado?! Olvídalo. Vamos, ayúdame con Adelle…
Tim se quedó en silencio y tragó fuerte.
Vio la maldad pura en la siniestra mirada de Dallas.
—Espera…
—No pensé que se me presentaría la oportunidad tan pronto. Estaba intentando utilizar a esos delincuentes para atraparte… pero ya no los necesito más. Parece que este es mi día de suerte.
Dallas avanzó lentamente hacia ellos, sacando su cuchillo favorito del bolsillo de su chaqueta.
Lo había llevado consigo cuando hizo su viaje al fondo del río Hudson, por lo que toda la cuchilla estaba roja de óxido, pero eso solo significaba que cualquier herida causada por el filo dentado seguramente causaría más daño de lo normal.
—Debo decir que nunca pensé que ustedes se joderían solos y me harían las cosas más fáciles… ¿Eh?
Repentinamente, Dallas sintió que algo frío perforaba su pecho mientras levantaba su cuchillo para atacar. Bajó la mirada para encontrar dos puntas plateadas reposando sobre su camisa. No fue capaz ver la punta del medio ya que estaba enterrada profundamente dentro de su carne.
—¿Qué?
Finalmente se dio cuenta de que Adelle lo había apuñalado con la lanza en la mano derecha, y mientras el conocimiento se hacía claro en su mente, tosió una inmensa gota de sangre.
—Una… una mano es más que suficiente para alguien como tú, señor Genoard…
—Parece que te subestimé…Vete a dormir por un rato, ¿quieres?
Tim sacó su pistola y la levantó para dispararle a Dallas en la cabeza, pero se detuvo, repentinamente desconcertado.
Dallas estaba sonriendo, con los dientes manchados de sangre.
—¿Pero sabes qué es lo más afortunado de todo para mí?
Los que habían estado mirando por las ventanas miraron hacia atrás para ver de qué se trataban los gritos.
—¡Que ayer conocí a esa perra loca con el fetiche de las bombas!
Y cuando Dallas terminó, Tim escuchó claramente un sonido extraño. Sonaba casi como algún tipo de… ¿siseo?
«¿Qué demonios es ese ruido?».
—¿Qué? —soltó Nice al mirar a Dallas. No tenía la menor idea de a qué se refería Dallas al decir que había sido afortunado de conocerla.
Pero entonces notó algo chisporroteando irregularmente debajo de la chaqueta de Dallas, una luz que le parecía algo familiar. Era muy claro: chispas blancas, amarillas y rojas juntas, reminiscentes de un petardo…
Su rostro se puso pálido al darse cuenta de qué era lo que estaba viendo.
—¡Al suelo!
«¡Esos son los explosivos de alto rendimiento que robamos del tren…!».
* * *
—¿Una lluvia de sangre? Imposible. No veo nada.
—Pero estoy segura de que lo vi, Fang…
Eve y Fang aún seguían esperando bajo el arco de un edificio cercano, mirando los pisos superiores del Muro de Niebla.
—Incluso si algo malo pasa adentro, ¿por qué caería sangre afuera?
—Tienes razón, pero…
Eve se quedó en silencio, parecía preocupada. Fang hizo un esfuerzo por animarla, insertando falsa ligereza en su tono de voz.
—¡Está bien! Vino y Chane están allá arriba. ¡Mientras el edificio se mantenga en pie, no hay nada de qué preocuparse!
Fang sonrió de manera tranquilizante.
Como probando que estaba equivocado, una nube gigante de fuego escarlata estalló en el último piso del Muro de Niebla.
Un segundo después, el sonido sordo de la explosión llegó a sus oídos, seguido poco después por una lluvia de vidrio que duró por varios segundos, salpicando el suelo frente a ellos.
Los fragmentos resplandecían a la luz del sol recién expuesto, brillando inocentemente mientras los dos los miraban horrorizados.
Y algunos de esos fragmentos estaban manchados de tonos escarlata…
Lo más impactante fue que parte de ese líquido rojo subió de nuevo a las paredes y se elevó a una increíble velocidad de regreso a su fuente de origen. Desafortunadamente, nadie estuvo allí para verlo.
* * *
—Pensé que las lamias eran vampiros. ¿No deberías estar convirtiéndote en cenizas ahora?
—Has estado viendo demasiadas películas.
—Bueno, técnicamente, incluso un humano se convertiría en cenizas si lo arrojas hacia el sol. No, espera. Se evaporaría, ¿no?
Vino y Christopher continuaban sus conversaciones triviales mientras luchaban por sus vidas, aunque ninguno parecía cansado en lo más mínimo.
Ambos estaban empapados hasta los huesos, pero casi nada del líquido pegado a sus ropas y su piel era sudor.
Las nubes se habían separado por alguna razón y aunque la lluvia seguía cayendo, ahora eran bañados por la luz del sol así como también por el agua.
—¿No adoras lo caprichosa que es la naturaleza?
Christopher hizo una pausa y extendió sus dos brazos, sonriendo bajo el cielo lluvioso y soleado.
—¿Qué? ¿Estás tratando de armonizar con la naturaleza al amarla para tratar de compensar el hecho de que no eres natural en lo más mínimo?
Christopher se rascó la cabeza. Su sonrisa se volvió evidentemente avergonzada.
—Exactamente.
En ese momento, las ventanas debajo de ellos estallaron repentinamente, seguidas por una nube ondulante de llamas rojas anaranjadas.
Un segundo después, el sonido de la explosión llegó a sus oídos y el metal en el que estaban parados se estremeció.
—¿Qué fue eso…?
Christopher miró con curiosidad a la bola de fuego que se expandía debajo, pero Vino pareció encontrarlo más familiar que sorprendente.
—Ah.
«Esa es la cosa que se estaba contrabandeando a bordo del Flying Pussyfoot…».
Los dos observaron silenciosamente cómo se disipaba la explosión, olvidando temporalmente su pelea.
Chane también se detuvo un momento para bajar la mirada, pero el charkam que vino girando hacia ella un segundo más tarde le dijo claramente que no era el momento para hacer turismo.
Vino miró pensativamente hacia abajo y finalmente murmuró:
—Chane, perdona por esto, pero ¿podrías ir abajo y asegurarte de que todos están bien allá?
Chane asintió y descendió tan rápido la pirámide que casi parecía que estuviera cayendo, desviando charkams hábilmente mientras bajaba.
—¿Oh? ¿Estás tan seguro de tus habilidades? ¿Crees que puedes enfrentarnos a Liza y a mí tú solo?
Christopher sacudió su cabeza en una burlona desesperación ante la insensatez de su oponente, pero Vino lo ignoró, estirándose ligeramente antes de pararse firme. La expresión en sus ojos parecía algo diferente de lo que había sido un momento antes.
—Muy bien, entonces. Ya que el sol está brillando y todo… Supongo que es hora de ponerme serio.
—¡Ajajajajajaja! ¡Qué gracioso! Aplaudo su ingenio, señor —dijo Christopher, observando varios chakrams que se acercaban a la espalda de Vino.
Parecía que Liza se había dado por vencida con Chane y había decidido dedicar todas sus energías en ayudar a Christopher.
—Muy bien —dijo Claire—. ¡Aquí voy!
Y al siguiente instante, seis anillos plateados deberían haberse enterrado profundamente en el cuerpo de Vino.
Sin embargo, Christopher contempló algo que apenas podía creer.
—¿Qué…?
—Je. Estos son bastante buenos.
En un momento, las manos de Vino habían estado vacías. Al siguiente, estaban sosteniendo seis chakrams.
Habían venido de diferentes ángulos, todos completamente fuera de su campo de visión, y Vino ni siquiera se había girado.
—¿Qué acaba de-
Vino levantó los anillos afilados y los envió girando hacia Christopher antes de que pudiera terminar.
—…-suceder?
Cada chakram dibujó un hermoso arco a través del aire, yendo juntos hacia donde Christopher estaba parado en ese momento.
Para cuando el pensamiento consciente llegó a la mente de Christopher, su cuerpo ya estaba apartándose de un salto y miró hacia atrás para ver seis anillos en el suelo donde había estado parado.
—Cómo-
Se enderezó, tomando solo un instante para recuperar su posición, pero eso fue suficiente. Levantó la vista para ver que Vino ya estaba frente a él.
—Jaque mate.
Vino sonrió. Su mano derecha se cerró alrededor de la garganta de Christopher.
—Estaba yendo fácil contigo porque quería luchar junto a Chane por tanto tiempo como pudiera, pero parece que las cosas se están complicando allá abajo.
—Qu… —Christopher jadeó, completamente derrotado antes de que pudiera resistirse o incluso rendirse.
La fuerza de Vino lo había tomado completamente desprevenido.
—Imposible… ¿Cómo atrapaste los chakrams de Liza…?
Otro anillo vino girando a través de la lluvia, brillando con la luz del sol mientras aceleraba hacia la nuca de Vino.
Pero el sicario simplemente estiró un brazo hacia atrás, sin siquiera molestarse en romper el contacto visual con Christopher, y agarró el charkam en el aire.

—Tú… ni siquiera miraste…
—De hecho, sí lo hice. Oh, no te preocupes. No tengo ojos detrás de la cabeza ni nada. Aún soy humano, ¿sabes?
—¡¿Entonces qué demonios viste?! —Christopher jadeó—. Ni siquiera hay algo que pudieras haber usado como un espe…
Se detuvo al ver que Vino levantaba dos dedos y lo ponía suavemente debajo de sus ojos.
«No puede ser».
—Acabas de pensar: «No puede ser», ¿verdad?
Christopher no pudo responder.
—No pensaste que los vería reflejados en tus ojos, ¿verdad?
«Es imposible… ¿qué tipo de visión se necesitaría para hacer algo así? ¿Realmente… realmente es humano?».
Christopher se dio cuenta de que estaba sudando mucho.
—En verdad… el hombre más fuerte del planeta…
—Aww, me estás avergonzando.
Christopher se quedó en silencio por un momento, luego sonrió. Parecía que se estaba riendo de sí mismo.
—Realmente estás bendecido por Dios.
—Dios no existe en este mundo. Él solo está en mi cabeza. Para ti, está en la tuya. ¿Entiendes lo que digo? —dijo Vino en voz baja, y algo que a Christopher le pareció ira empezó a filtrarse en sus ojos—. ¿Sabes qué me molesta de verdad? Es cuando la gente piensa que mi poder es algún tipo de milagro, o un regalo de Dios. ¿Realmente piensas que yo simplemente estaba sentado por ahí y que esta fuerza me fue entregada en una bandeja de plata?
Su agarre se hizo más fuerte, bloqueando lentamente las vías respiratorias de Christopher.
—Yo invoco al Dios en mi cabeza y lo obligo a hacer lo que yo diga. Eso es lo que se llama esfuerzo. Hago eso cada día, cada semana, cada mes, cada año. Eso es todo. Así que. Admites tu derrota, ¿verdad?
La repentina pregunta llegó completamente inesperada y en respuesta, Christopher sonrió y tomó una de sus pistolas, balanceando la cuchilla en su extremo hacia el costado de la cabeza de Vino.
—Muy bien, entonces.
Vino levantó a Christopher del suelo y balanceó todo su cuerpo en un semicírculo a través del aire, derribándolo de cabeza contra el cemento blanco del que estaba hecha la pirámide del Muro de Niebla.
—Gah…
Justo antes de perder el conocimiento, Christopher pudo distinguir que Vino le decía algo en voz baja.
—No te preocupes. Comparado conmigo, eres lo más natural que se puede ser.
Christopher trató de responder, pero si decía cualquier cosa, sería tan suave que ni siquiera Vino podría escucharlo.
* * *
Babel.
—Agh… ¿Estás bien, Ennis?
—…Sí, estoy bien.
Los que quedaban en el restaurante se levantaron uno por uno de donde habían sido arrojados por la explosión, llamándose unos a otros para asegurarse de que estuvieran ilesos.
—Nice, Jacuzzi, ¿se encuentran bien?
—…Eso creo….
—Aaghh…
Jacuzzi y Nice habían logrado salir ilesos gracias a Donny, que los había protegido con su extensa espalda, pero la fuerza de la explosión lo había derribado sobre ellos. Sobra decir que aún estaban un poco aturdidos.
María había agitado a Murasamia de lado en un arco agudo para cortar a través de la tormenta de fuego y de hecho había logrado desviar parte de la poderosa corriente de aire. Pero luego, la onda expansiva la había derribado y ahora yacía boca arriba en una esquina junto a Isaac y Miria.
—¿En qué demonios estaba pensando Dallas…?
Firo miró a su alrededor mientras se ponía de pie y vio que todas las mesas habían volado por la fuerza de la bola de fuego en expansión. Algunos de los manteles aún ardían en lugares aleatorios.
Pensó que la explosión probablemente habría evaporado completamente a Dallas, pero tal vez algo acerca de la forma en que se había fabricado el explosivo había dejado al hombre tumbado junto a uno de los ascensores, con su cuerpo casi intacto. Enfatizando en el casi, parecía que aún estaría aturdido por un tiempo mientras algunas piezas perdidas de él volvían a juntarse.
Junto a las ventanas en el otro extremo del restaurante, Firo pudo ver a dos personas tumbadas en el suelo.
Parecía que eran Tim y Adelle, pero antes de que Firo pudiera acercarse para estar seguro, Tim lentamente se sentó por sí mismo, apoyándose cuidadosamente sobre los codos.
—Maldición… Genoard, bastardo…
Su cuerpo entero palpitaba dolorosamente al ritmo de su corazón, dificultándole incluso respirar.
Estaba seguro de que había recibido la explosión completamente, pero a pesar del dolor, no pudo notar heridas en su cuerpo.
«¿Acabo de tener suerte?».
Tim puso las palmas de sus manos sobre el suelo, tratando de levantarse, pero sus piernas se negaban a obedecer. Parecía que tendría que permanecer sentado por un tiempo más.
La mayor parte del fuego de la explosión había salido por las ventanas y aunque Tim podía ver partes de la alfombra y algunos manteles dispersos en llamas, parecía que no había verdadera preocupación de que se iniciara un incendio de verdad.
—Adelle… ¡Adelle, ¿estás bien?!
Tim inspiró pensativamente mientras miraba a la mujer delgada que yacía junto a él. Partes de su ropa se habían convertido en cenizas negras y pudo ver lo que parecían ser quemaduras severas en su espalda y brazos.
—Mierda… y ya estaba mal herida, maldición…
Hizo una pausa, preguntándose porqué Adelle tenía quemaduras cuando él no tenía ninguna.
«Espera… ¿acaso recibió las quemaduras de la explosión por mí?».
Su pregunta fue respondida cuando se inclinó más cerca y la escuchó hablando en voz baja para sí misma.
—Ya no… ¿ya no soy un fracaso…? ¿…Serví de algo…?
—Idiota…
Aunque oficialmente bajo la jurisdicción de Larvae, las Lamias operaban más a menudo independientemente del grupo de Tim. La única entre todos ellos que realmente podría decirse que trabajaba para él era Adelle. Naturalmente, esto significaba que habían trabajado juntos por bastante tiempo, pero no quería decir que ella tuviera razones para haberlo protegido usando su propio cuerpo como escudo.
Probablemente había pasado por algún tipo de experiencia traumática durante su tiempo con Lamia que la había motivado a protegerlo.
Al menos, eso fue lo que pensó Tim, pero para ser sincero, eso no le importaba en este momento.
Tenía que tomar a Adelle y sacarlos a los dos del edificio. Empezó a acercarse hacia ella, arrastrándose con los brazos, ya que sus piernas aún seguían adoloridas y no reaccionaban.
Entonces alguien pisó fuertemente su muñeca.
—Gah… ¡Genoard!
Tim levantó la vista y miró fijamente a Dallas, registrando la ardiente animosidad en la expresión del hombre.
El frente de la parte superior del cuerpo de Dallas estaba casi desnudo, su ropa había salido volando con la explosión e incluso sus pantalones se habían ennegrecido y ardían en algunas partes.
—¿Sabes qué, Tim? Esto de la inmortalidad realmente viene bien algunas veces. ¿Ves? Ya estoy de pie y tú todavía te estás arrastrando por el suelo como un puto gusano.
—Supongo que no apreciaste la manera en que te tratamos.
—Me importa una mierda lo que me hicieron. Pero te dije que si le ponías una mano encima a Eve, si incluso pensabas en ponerle una maldita mano encima, te haría lamentarlo. Eso es todo.
—¿…Entonces por qué demonios regresaste? Me doy cuenta de que esto puede ser difícil de entender para ti, pero podrías simplemente haber tomado a tu hermana y huir —comentó Tim, sin dejarse intimidar. Dallas hizo una mueca y apartó la mirada.
—…Esta es la única manera que conozco de mantenerla a salvo.
—Genoard, tu depravación me sigue sorprendiendo en nuevas e interesantes maneras.
—Cállate —escupió Dallas y pateó a Tim fuertemente en el estómago.
—¡Gah…!
Tomando a Tim y Adelle por los brazos, Dallas se dio vuelta y empezó a caminar hacia una de las ventanas rotas, arrastrándolos por el piso.
La ventana había sido una sola hoja de vidrio y ahora que ya no estaba, no había nada que separara el interior del restaurante del aire libre. Dallas se acercaba paso a paso, arrastrándolos de manera lenta pero firme hacia el puro abismo.
* * *
—¡Christopher! —gritó Chi, corriendo rápidamente hacia su compañero inconsciente.
Su expresión se volvió fría cuando se paró frente a Vino, que permanecía imperturbable ante la extraña mezcla de lluvia y sol que caía sobre ellos.
—Es suficiente.
—No te uniste a la pelea, ¿verdad? Pensé que atacarías junto con esos anillos o algo así.
—…Si esto fuera parte de la misión, lo habría hecho. Y atacaré si intentas acabar con Christopher.
Chi no mostró miedo a pesar del hecho de que había sido claramente superado. Su voz era fría y su mirada aguda mientras miraba a Vino.
Vino, por su parte, era completamente indiferente ante la mirada asesina de Chi, y simplemente se rió.
—Tranquilo, hombre. Créeme, si esto fuera un trabajo, lo habría acabado, pero, bueno… Ustedes trabajan para el padre de Chane, ¿verdad? No creo que le gustaría que su futuro yerno fuera por ahí matando a sus empleados.
—¿Qué…? —Por una vez, Chi pareció sorprendido.
Chane subió las inclinadas paredes y regresó con Vino mientras Chi vacilaba, repasando nuevamente en su cabeza las palabras de Vino.
—Oye, Chane. ¿Cómo estaban las cosas allá abajo?
Chane, por supuesto, mantuvo el silencio y simplemente inclinó su cabeza una vez.
—Oh, ¿en serio? ¿Entonces Firo y los niños están bien? Bien, eso es bueno.
Satisfecho con el conocimiento de que sus amigos estaban a salvo, Vino hizo una pausa. Levantó el cuerpo inconsciente de Christopher y lo arrojó fácilmente hacia Chi.
Chi atrapó el cuerpo inerte con experta facilidad y lo lanzó sobre su hombro.
—¿…Quién demonios son ustedes? —murmuró en voz baja, mirando distraídamente a los ojos de Chane.
De repente, recordó dónde había visto ojos como esos antes: dorados, profundos y claros.
—Ya veo… Sabía que había escuchado el nombre de «Chane» antes en alguna parte…
«Entonces, asumiendo que la información de los Gemelos fuera precisa, este debe ser Vino».
—Mmm…
El misterio de la derrota de Christopher estaba resuelto. Chi le dio la espalda al hombre más peligroso de los Estados Unidos y se alejó.
En su mente giraban pensamientos sobre cómo asesinarlo si volvieran a encontrarse.
Vino vio a Chi marcharse por un rato y luego se volvió hacia Chane, sonriendo.
—Esa extraña voz se ha ido y no veo más anillos volando hacia nosotros, así que supongo que se ha terminado.
Miró por encima del hombro para asegurarse de que Chi se había marchado y dijo:
—¿Sabes? Me di cuenta de algo importante hoy, Chane. Pensé que había visto todo lo que el mundo tenía para ofrecer, pero estaba equivocado. Aún hay un montón de cosas que no conozco.
Chane levantó la vista hacia su prometido.
—Si ese tipo de ahora realmente hubiera utilizado un arma apropiada…
Claire Stanfield miró pensativamente el lugar donde Chi había tomado a Christopher y le concedió a su adversario caído el mayor elogio que podía ofrecerle.
—…Incluso podría haberme sentido amenazado por un segundo.
* * *
—Vamos, Isaac. Levántate ya.
—¿Estás bien, Miria?
Firo y Ennis se arrodillaron y abofetearon suavemente a la pareja de ladrones en las mejillas, ayudándolos a recuperar la consciencia.
—¿Mmm? ¿Eh? ¿Qué fue eso? ¿Alguien realizó un explosivo acto de desaparición?
Miria tosió.
—Debe haber sido la explosión más grande del mundo…
Habiéndose asegurado de que los dos estaban bien, Firo miró alrededor y tomó aire repentinamente, sorprendido por lo que estaba viendo.
«¡¿Dallas?!».
Dallas aún debería haber estado aturdido, pero no solo había terminado de regenerarse, sino que además estaba despierto y de pie, arrastrando a Tim y Adelle hacia una de las ventanas. Era claro que tenía la intención de arrojarlos a ambos a su muerte.
—¡Ese bastardo!
Firo no sabía quién era Tim y a Adelle apenas la conocía, pero no podía simplemente quedarse quieto y observar cómo Dallas los asesinaba.
Tensó su cuerpo, preparándose para correr hacia él y detenerlo, pero antes de que pudiera correr apropiadamente vio que alguien más se acercaba a Dallas por detrás.
—¿Eh? Espera, ese es el tipo de las tijeras que solo ha estado observando todo este tiempo. ¿No era un conocido de Claire?
Y entonces, mientras Firo observaba, el hombre levantó un enorme par de tijeras afiladas y las dirigió lentamente hacia la piel desprotegida de la espalda de Dallas.
* *
«Vaya manera de terminar…».
Tim ya se había resignado a su destino y tal vez fue por eso que le tomó un momento darse cuenta de que la mano que sostenía su brazo había aflojado su agarre, dejándolo caer nuevamente sobre su pecho.
—¿Eh?
—Gurgh… Ah… Gah…
—…Lo siento. Así que eres Dallas Genoard. Hola —dijo Tick. La ligereza habitual en su voz había desaparecido, remplazada por un repentino tono de gravedad.
Sostenía un par de tijeras en su mano derecha, que mantenía incrustadas firmemente en la columna vertebral de Dallas.
—E-esto ni siquiera tiene n-nada que ver contigo, bastardo… —logró decir Dallas, con la voz entrecortada y sofocada por el dolor. Apenas fue capaz de formar las palabras adecuadamente.
Tick solo sonrió. Parecía triste de cierto modo.

—…Lo siento. Entiendo cómo te sientes. Sé que amas tanto a tu hermanita que nunca podrías perdonar a cualquiera que tratara de hacerle daño, que incluso el solo pensamiento de que ocurra te hace enojar tanto que no te deja pensar claramente.
—Entonces… entonces por qué…
—Es por eso que no puedo perdonarte. ¿Cómo podría quedarme viendo mientras asesinas a mi hermanito?
Tim —o más bien, Tack Jefferson— inhaló audiblemente y sus ojos se abrieron de par en par.
—Tick… ¡¿Cómo?! ¡¿Lo sabías?! ¡¿Desde cuándo?!
—Desde ayer —dijo Tick tranquilamente—. Te reconocí desde el momento en que vi tu rostro en la mansión Genoard.
—Entonces… ¡¿Entonces por qué…?!
—N-no me ignoren, malditos…
Dallas levantó lentamente su mano derecha, tratando de agarrar las tijeras enterradas en su espalda.
Tick hábilmente tomó otro par de tijeras de su cinturón y apuñaló a Dallas en el hombro derecho.
—Ah… ah… a-ah…
Los pulmones de Dallas se estaban apagando; su respiración llegaba en jadeos entrecortados y extraños sonidos estrangulados escaparon de su garganta.
—Lo único que aprendí fueron cosas como: «Si corto por aquí, entonces esta parte deja de moverse».
Tick dio un paso más cerca del borde y se paró junto a Dallas. Levantó una mano y agarró la cabeza de Dallas para que ambos quedaran viéndose cara a cara.
—Por favor, mírame a la cara —dijo Tick, lenta y deliberadamente. La luz del sol se filtraba desde las nubes iluminando su rostro. Sus rasgos, teñidos tanto de alegría como de tristeza, eran inolvidables—. Yo soy el que te está sometiendo a tanto dolor en este momento y soy yo el que te va a empujar por esta ventana. Tack… Tim no tiene nada que ver con esto. Mi nombre es Tick. Tick Jefferson. Quiero que dirijas todo tu odio hacia mí.
Se quedó en silencio por un momento y luego continuó.
—Si aún estás decidido a ir tras Tim, solo recuerda una cosa. Sé cómo se ve tu hermana, y sé dónde vive.
La expresión de Dallas se transformó en un instante.
En lo que su corazón daba un latido, la ira se desvaneció de sus facciones, reemplazada por el puro y negro deseo de asesinar.
Tick asintió satisfecho.
—Lo siento. Y gracias por entender —dijo y luego hizo una pausa—. Oh, cierto. Creo que alguien te está esperando allá abajo.
Tick retiró las tijeras de la espalda de Dallas y le dio un suave empujón hacia adelante.
—Cuando te veo, siento que puedo entender lo que significan los lazos familiares. Pero voy a tener que usarlos contra ti… Lo siento.
* * *
—¡Iré allá arriba!
—¡Espera, espera, espera! ¡No puedes ir! ¡Demasiado peligroso!
Fang trató desesperadamente de impedir que Eve fuera allá arriba e investigara la repentina explosión.
—¡No te preocupes! ¡Tu hermano está bien! Él no puede morir, ¿recuerdas?
—Pero… Pero aun así…
Fang volvió a mirar hacia el Muro de Niebla. Al parecer la explosión no había provocado ningún incendio, ya que no había humo saliendo de las ventanas rotas.
—¿Lo ves? Mira. Todo está bien ahora. Y tampoco viene la policía. Por favor, cálmate.
Eve se mordió el labio en consternación, pero aceptó las palabras de Fang y siguió su mirada pensativamente hacia el edificio.
Pasaron unos treinta segundos en silencio.
Entonces algo se separó de la silueta del edificio.
—¿Qué es eso?
Lo que fuera, estaba cayendo rápidamente, haciéndose cada vez más grande a medida que caía en picada hacia el suelo.
Fang miró fijamente el punto y repentinamente tomó aliento sorprendido. El objeto que caía tenía brazos y piernas.
—Oh, no… ¡No, señorita Eve! ¡No mire! —gritó y la arrastró hacia él, parándose frente a ella como para protegerla de la vista con su propio cuerpo.
Unos segundos más tarde, un estallido húmedo y apagado llenó el aire, seguido rápidamente de penetrantes gritos de miedo de los peatones que pasaban.
Eve tembló, insegura de lo que acababa de suceder y lentamente se liberó del abrazo de Fang.
Lo que vio fue…
* * *
Justo cuando Tick empujó a Dallas por la ventana, Chi llegó por otra, aún cargando a Christopher sobre su hombro.
Christopher no mostraba heridas evidentes, pero aún seguía inconsciente y por lo que se veía, pasaría un tiempo antes de que pudiera volver a moverse por sí mismo. Chi le dio a la habitación una mirada superficial mientras entraba y entonces se detuvo; sus ojos se abrieron en sorpresa cuando vio los lamentables estados en que se encontraban Tim y Adelle.
—¡¿Qué les pasó a ustedes dos?!
—No te preocupes por mí. Cuida de Adelle.
Chi los miró pensativamente por un momento, como tomando una decisión en su cabeza y luego gritó:
—¡Sham! ¡Hilton! ¡No me importa cuál de los dos responda! ¡¿Está alguno de los Gemelos aquí?!
Alguien respondió el desesperado llamado de Chi. Nadie estaba seguro de dónde se había estado escondiendo, pero un hombre salió de la cocina y se acercó a Chi.
—¿Eh? Espera, ¿ese tipo no había escapado antes? —preguntó Jacuzzi al ver al hombre. Era el camarero que les había pedido compartir la mesa.
—Ah… Sham, ¿eh? Disculpa por esto. Ayúdame con Adelle.
El camarero asintió en silenció y levantó a Adelle sobre su hombro. Entonces tomaron el ascensor y se dirigieron a la planta baja.
Vino y Chane llegaron de arriba como en reemplazo de ellos. Su llegada más o menos indicaba el fin de la situación. Vino miró alrededor distraídamente y dijo:
—¿Mmm? ¿Qué le pasó a Dallas?
—Tuvo que irse —dijo Tick.
—Ah, está bien.
Los que habían visto lo que sucedió se estremecieron ante el oscuro significado oculto en sus palabras.
Pensaron que tal vez había algo más siniestro acechando dentro de Tick Jefferson. Lo que lo hacía más espeluznante era el hecho de que Tick técnicamente estaba diciendo la verdad.
Pero Tick ya había regresado a lo que era normal para él. El aura grave de antes ya no emanaba de él.
Ya que no quedaba nadie para concluir las cosas de manera formal, las personas que quedaban en el restaurante lentamente se fueron por su lado. Cualquiera que pudiera ser abordado por un guardia de seguridad ya se había marchado, así que los que quedaban podían más o menos irse cuando quisieran.
Por supuesto, eso no quería decir que todos estaban felices con la manera en que habían terminado las cosas.
—…Ennis. ¿Crees que era cierto lo que ellos dijeron antes?
—¿Lo qué dijeron quiénes, Firo?
—Ya sabes. Eso de que todos los que trabajan aquí son…
—…No hay nada que podamos hacer al respecto incluso si eso es…
Firo y Ennis compartían una incómoda conversación mientras tomaban el ascensor.
—Y esos tipos de Lamia. Tuvimos suerte de que Claire estuviera por aquí para ahuyentarlos, pero… ¿Crees que vendrán otra vez?
—Mis hermanos…
—Oye, no dejes que te afecte lo que ellos dijeron.
Ennis sonrió de manera tranquilizadora.
—No lo haré. Ya tengo dos buenos hermanos, Firo. Tú y Czes son todos los hermanos que podría pedir.
Firo se quedó en silencio e inclinó la cabeza, repentinamente incapaz de responder.
«Conque hermano, eh… Entones eso es lo que piensa de mí, maldición…».
* * *
—No estás lastimada, ¿verdad, Chane? —preguntó Vino mientras se cerraban las puertas del ascensor.
Chane negó con la cabeza y un breve silencio cayó sobre ellos mientras descendían.
Ya iban por la mitad del edificio cuando Vino abrió su boca, con una extraña expresión de confusión.
—…Huey Laforet y Nébula…
Chane miró a su prometido. Parecía como si estuviera haciéndole una pregunta.
—¿Eh? Oh, no es nada. Solo que… Bueno, estaba pensando que hay tanto de esto que no conozco. Como quiénes eran ese vampiro y sus amigos. Me hace enojar, este sentimiento de estar atrapado fuera del mundo mientras el mundo avanza sin mí —murmuró Vino, luciendo bastante molesto mientras mantenía una conversación solo.
—Creo que es hora de que regrese al mundo.
Comprendiendo lo que significaban esas palabras, los ojos de Chane se agrandaron ligeramente.
—…Si algo extraño pasa otra vez, tendré que ir y tener una charla con tu padre —dijo Vino, como si Huey Laforet viviera enseguida y no en las entrañas de la prisión más impenetrable de la Tierra. Pero Chane pareció tomarlo con calma y simplemente asintió.
—…Espera un segundo. Se siente como si estuviera olvidando algo… —murmuró. Una extraña expresión de confusión cubrió su rostro, pero Chane no le pudo dar una respuesta y solo hizo una negación con la cabeza, igual de insegura.
* * *
—Vaya… Se siente como si acabara de despertar de una pesadilla.
—Dímelo a mí. Estoy tan cansado en este momento… Espero que todos hayan salido bien del edificio.
—Sí.
Jacuzzi, Nice y Donny tomaron uno de los ascensores. La tensión finalmente había desaparecido de sus cuerpos. Pronto saldrían del edificio e irían al punto de reunión que habían acorado de antemano con el resto de la pandilla.
—Parece que estamos olvidando algo…
—Es cierto, ¿qué pasó con Fang?
—Sí.
—…Todos ustedes son incluso más despreocupados que Tick, en cierto sentido. Bueno, no importa. Vayamos al grano.
Se congelaron. Su sangre se volvía en hielo en sus venas mientras la voz hablaba detrás de ellos. Tal fue su sorpresa que no se dieron cuenta de que aún podían escapar hasta que ya era demasiado tarde.
Las puertas del ascensor se cerraron y lentamente se giraron para ver al hombre que no había estado allí cuando ellos entraron.
Y así, empezó el largo, largo viaje hasta el primer piso.
* * *
Tim estaba en silencio, apoyándose en ambos lados de Tick y María.
Incluso la normalmente impulsiva María parecía sentir el aire cargado, manteniendo cautelosamente su boca cerrada. Pero desafortunadamente Tick no poseías tales instintos.
—¿Entonces qué vas a hacer ahora, señor Tim?
—Puedes llamarme Tack, ¿sabes? Soy tu hermano, por el amor de Dios.
—¡¿Qué?! ¡¿Ustedes dos son familiares, amigos?!
Tick informó a María lo que había sucedido mientras ella estaba afuera y preguntó nuevamente:
—¿Entonces qué vas a hacer ahora, Tack?
—Yo… voy a seguir igual que antes, trabajando para Huey. Puede que solo sea una marioneta bailando en sus cuerdas, pero… Pero algún día, desafiaré mi destino.
—No puedes hacer eso, Tack —dijo Tick, todavía sonriendo—. Nadie está destinado a pasar su vida siendo utilizado por alguien más. ¿Cómo podrías desafiar algo que no existe?
Tack miró silenciosamente a su hermano, casi creyendo que el hombre parado junto a él era una persona completamente diferente a la que había empujado a Genoard por la ventana.
Pero recordó algo que lo motivó a hablar.
—Oye, Tick…
—¿Mmm?
—¿Por qué mataste a Jimmy? —preguntó Tim, decidido finalmente a ponerle fin a ese misterio.
Pero la respuesta que recibió fue una que nunca habría imaginado.
—¿Oh, Jimmy? Yo no lo maté.
—¿…Qué? Espera un momento. ¿Si no lo mataste entonces por qué no me lo dijiste?
—Solo parecería más sospechoso si dijera que no lo hice, ¿verdad?
Tim reflexionó sobre la respuesta por un momento.
—¿Entonces por qué no dijiste nada cuando te grité que me lo devolvieras?
—Oh… Solo estaba pensando en lo bueno que sería si pudiera conceder tu pedido.
Tim sintió que le empezaba a doler la cabeza, pero incluso entonces su mente aguda estaba llena de pensamientos.
—Entonces… ¿realmente no fuiste tú?
—Así es. Llegué a casa ese día y vi que las tijeras ya estaban enterradas en su lomo.
—No entiendo qué está pasando, amigo. ¿Quién es Jimmy?
Tim ignoró a Tick y María mientras empezaban a hablar. Teorías locas y conjeturas se revolvían en su cabeza.
El ascensor llegó al primer piso antes de que pudiera llegar a una conclusión definitiva. Los tres salieron cuidadosamente al vestíbulo y encontraron un mundo extrañamente normal frente a ellos.
Las dos mujeres en el mostrador de información mostraban sonrisas plásticas y los guardias de seguridad descansaban en diferentes lugares, mirando distraídamente los carteles en las paredes con expresiones que declaraban al mundo entero que estaban completamente aburridos.
Los empleados conversaban ociosamente sobre lo que habían comido para el almuerzo mientras caminaban de un lado a otro.
Era como si los acontecimientos de esa mañana nunca hubiera ocurrido.
Había un auto de la policía estacionado cerca de la entrada, pero por lo que Tim escuchó mientras pasaba cuidadosamente cerca de ellos, parecía que solo estaban allí para investigar la explosión en el último piso. No escuchó nada de un hombre chino con guantes con cuchillas, o un lunático de ojos rojos y dientes afilados.
Bastantes civiles debieron haber escapado tanto del vestíbulo del primer piso como del restaurante del último, pero tampoco había señal alguna de ellos. Tim se preguntó qué tipo de presión debió ejercerse sobre la policía y sobre las personas para hacerlos callar de este modo, luego recordó lo que le dijo el senador Beriam y se estremeció.
Todos los empleados en el vestíbulo eran inmortales.
Tim no pudo detectar ninguna diferencia visible, pero eso solo hizo que el conocimiento fuera aun más escalofriante.
Huey había deseado tener muchos inmortales incompletos también… ¿Podría ser que Nébula hubiera creado a sus inmortales con el mismo propósito que su maestro?
No importaba cuántas veces Tim lo pensara, no podía encontrar una respuesta clara. Lo único que ganó fue una creciente sensación de intranquilidad.
Era como si una espesa capa de niebla hubiera caído, sofocando y ocultando de la vista todas las cosas anormales que habían pasado ese día…
—–
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