Al interior de la sala de cine. La última función de la noche.
Valentina desvía su mirada de la pantalla gigante y enfoca su vista en el rostro de su acompañante. Lo observa silenciosamente, ruborizada por un profundo sentimiento de admiración. Mientras él permanece concentrado en la masacre que el héroe de la película ejecuta en una perfecta coreografía, ella empuña fuertemente sus manos; pero no tiene interés alguno en golpear villanos. Si fuera a golpear a alguien en ese momento, sería a ella misma por no ser capaz de expresar sus sentimientos. Todo lo que desea en ese momento es poder tomar de la mano a su compañero y recostar la cabeza sobre su hombro, pero todo lo que puede hacer es empuñar sus manos fuertemente con impotencia. Siente como si hubiera una pared invisible entre ella y el hombre que está sentado a su lado, el amor de toda su vida. Se siente como una idiota por no poder expresar sus sentimientos. Desde que entraron a la sala, el protagonista de la película se ha atrevido a hablarle a su compañero y al resto del público más veces de las que ella podría soñar con intentar. Observa su rostro una vez más y se da cuenta de que éste resplandece con una sonrisa infantil.
—Ojalá te vieras tan feliz cuando estás conmigo —murmura para sí misma (con expresión triste).
De repente una carcajada colectiva resuena en la sala, como si todo el mundo estuviera burlándose de ella. Se ruboriza aun más, aunque nadie la está viendo. Daniel termina de reír y se dirige a ella, sin dejar de mirar a la pantalla.
—Pero estoy contigo en este momento —dice (con una sonrisa en sus rasgos).
Los ojos de Valentina se llenan de lágrimas y otra carcajada resuena en la sala, pero ella solo escucha en su cabeza la música de fondo de una película romántica. Siente que por primera vez el muro entre ella y Daniel se ha roto, y puede empezar a ser sincera. Y antes de apretar en un fuerte abrazo a su compañero, se dirige a ti y a mí: —¿No adoran los finales felices?