[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
Epílogo C
El muchacho no lo habría encontrado si no hubiera sido por una agobiante sensación de incongruencia que le molestaba en el fondo de su mente.
Justo cuando estaba a punto de colocar nuevamente el lote de pergaminos dentro de la caja, se dio cuenta de que la caja era ligeramente menos profunda de lo que parecía por fuera.
El hecho lo molestó lo suficiente para convencerlo de desarmar la caja.
Y justo como el joven esperaba, la caja contenía un compartimento secreto.
Dentro de este compartimento, había otro paquete de pergaminos.
Pero para el horror del muchacho, las palabras escritas en ellos eran de absoluta desesperación. Sus páginas estaban llenas de palabras que destrozaron completamente sus oraciones.
* * *
Los registros de Jean-Pierre Accardo
[Como acto de arrepentimiento, he de escribir ahora la verdad.
Esta es mi verdadera penitencia.
¿Por qué? ¿Por qué tenías que descubrir estas confesiones secretas?
¿Por qué no dejaste la caja en paz?
Si solamente la hubieras abandonado, mis crímenes no habrían sido revelados.
Tú, a quien todavía no he visto. Tú, a quién nunca conoceré.
Te desprecio.
Has descubierto el pasado que desearía poder borrar de la historia.
Y te agradezco.
Gracias a ti, ya no soy un cobarde que huyó hasta el final.
Si recuerdas mis palabras anteriores, mencioné que no tenía la intención de quitarme la vida.
Eso era una mentira.
Una vez que termine estas confesiones, me suicidaré.
Estos registros serán mi última voluntad y testamento.
Por favor, no lo olvides.
Esta es mi voluntad y mi esperanza; la condenación de mi propio ser.]
* * *
Podría volver a ver a Huey.
Quería volver a hablar con Huey.
Huey estaba justo frente a ella, justo frente a sus ojos.
Con el corazón lleno de esperanza, corrió para reunirse con él.
Pero…
La voz que escapó de la máscara no podría haber estado más alejada de la voz de Huey.
—¿Realmente esperabas que las cosas salieran tan bien?
Mónica fue abrumada por el horror.
Lo que la espantó no fue el hecho de que la voz perteneciera a un desconocido, sino la emoción sobrecogedoramente humana que contenían las palabras del hombre.
No era odio, tristeza o locura.
Las pocas palabras del hombre estaban llenas de puro placer.
Sonaba como un niño pisoteando hormigas, como la audiencia de una batalla unilateral en el coliseo o como un hombre gritando de emoción al llevar a cabo una tarea colosal.
Alegría. Felicidad. Deleite. Éxtasis.
El hombre solo había hablado brevemente, pero su voz estaba tan llena de placer que la realidad delante de Mónica la paralizó en un inexplicable terror.
El mismo miedo pronto se materializó y apareció frente a ella.
Una cuchilla plateada se deslizó a través del aire, justo por debajo de su línea de visión.
Si Mónica hubiera estado en un estado mental normal, los reflejos que había entrenado como el Fabricante de Máscaras podrían haberla ayudado a evitar el ataque.
Pero la alegría de poder ver a Huey nuevamente había suavizado su sentido de precaución.
El largo encarcelamiento había debilitado su cuerpo.
Y debido a ciertas circunstancias, su constitución actual era mucho más débil de lo que había sido en su mejor momento.
Una combinación de circunstancias fue todo lo que condujo a esta conclusión.
Debido a estas trivialidades, Mónica fue incapaz de evitar el ataque…
—Eso fue divertido. Gracias.
Y con esa simple declaración final del hombre, la cuchilla plateada se hundió profundamente en su cuerpo.
Curiosamente, justo como ella había apuñalado a cierto hombre diez años atrás, el cuchillo desgarró sus entrañas sin piedad.
* * *
—De todos modos, ¿no crees que es un poco cruel desenterrar huesos al azar del cementerio?
—…Yo asumiré la responsabilidad. No necesitas preocuparte por eso.
—Pero creo que Mónica podría preocuparse… aunque por otro lado, supongo que ustedes dos son culpables de utilizar el cadáver de alguien más como un señuelo —dijo Elmer despreocupadamente, mientras entraba al barco con un gran saco en sus manos—. Espero que la gente Dormentaire se conforme con un montón de huesos carbonizados.
—Será mejor hundir el barco por completo.
Varios Fabricantes de Máscaras habían abordado el barco después de que Dalton se marchara. Carla y sus hombres habían sido llevados afuera, así que lo único que quedaba era hacerse camino hacia los cuartos de los aristócratas, donde nadie había entrado aún.
—Espero que Mónica no haya inhalado la fórmula de parálisis y se haya desmayado también… ¡Oye, Huey!
Huey ya se había hecho camino dentro del barco, dejando atrás a Elmer.
Pero la vista que lo recibió fue…
Una habitación vacía que parecía no haber sido utilizada por un largo tiempo.
—… ¿Mónica…? ¡¿Dónde está Mónica?!
La confusión brotó en su mente, seguida de vívidas imágenes del peor escenario posible.
¿Habían llegado demasiado tarde?
Tal vez la ropa que habían comprado antes era solo un señuelo y ya la habían…
Lo único que trajo a Huey de vuelta del borde de la desesperación fue la voz de Elmer, gritando desde la cubierta.
—¡Esto es malo, Huey! ¡El barco está en llamas! No nuestro barco… el barco de allá está ardiendo… ¡y se está moviendo!
* * *
La primera persona que vio Carla cuando abrió los ojos fue un hombre de anteojos y aspecto amable.
—¿Estás bien?
—¿En… dónde…?
Carla se sentó repentinamente, al recordar el momento antes de desmayarse. Su cuerpo aún estaba bastante letárgico, pero no tenía tiempo de preocuparse con asuntos tan triviales.
Se dio cuenta de que ya no estaba en la cubierta de madera del barco, sino en el piso de piedra en el puerto.
Echó un vistazo a su alrededor, incluyendo al hombre frente a ella. Entonces vio el barco en el que había estado no mucho tiempo atrás, flotando a una corta distancia del puerto.
Aun más curiosamente, había otro barco un poco más adelante de ese, emanando humo de su casco.
—¡¿Qué?! ¿Qué demonios está sucediendo aquí…? ¡Respóndeme! ¡Respóndeme, Maiza Avaro! —gritó Carla repentinamente, enojada. Maiza respondió lentamente, tratando de tranquilizarla.
—Por favor, contrólese. Yo acabo de llegar aquí.
Carla ignoró la respuesta de Maiza y miró de nuevo hacia el barco que se estaba alejando cada vez más y más del puerto.
—Entonces esta… esta es la respuesta de Lotto Valentino… —murmuró, entrecerrando los ojos.
—¿Qué es ese barco en llamas de allá? —preguntó Maiza con calma.
—Un barco de segunda mano que compramos aquí. Los únicos que deberían saber que lo tenemos son algunos de mis hombres y… nuestro espía.
—¿Un espía? Entonces… ¿cuál es su verdadero propósito para estar aquí?
—Eso es…
Carla estaba a punto de responder, pero rápidamente se contuvo.
Tal vez los efectos de la droga habían disminuido sus procesos de pensamiento, dejándola vulnerable para revelar información a un enemigo.
—¿…Pensaste que respondería esa pregunta? —preguntó en un tono hostil, pero Maiza no reaccionó.
Incluso sabiendo esto, el tono de Carla se endureció y la emoción se intensificó en su voz.
—Lotto Valentino es nuestro enemigo ahora. No hay necesidad de palabras o amabilidad.
—Señorita Carla… —Maiza trató de detenerla.
—Recuerden esto… Ustedes se han puesto en contra de la Casa Dormentaire por sí mismos. No sé si entiendes completamente las implicaciones, y no sé si eres realmente ajeno al funcionamiento de este incidente… Pero esta ciudad claramente ha tomado su decisión —advirtió Carla a Maiza.
Maiza guardó silencio.
—No seas tan descuidado para pensar que Lotto Valentino seguirá en pie dentro de un año.
Esto fue más una amenaza que una advertencia. Pero al final, Carla mostró algo de misericordia.
—Así que… Ve e infórmales a los ciudadanos. Adviérteles que se preparen para huir a algún otro lugar.
* * *
«¿Oh…? ¿Qué me pasó? Me siento… débil».
Mientras su consciencia empezaba a desvanecerse, Mónica percibió un gran calor que crecía dentro de ella.
Estaba tumbada sobre la cubierta del barco.
«Oh, ya veo. Voy a morir».
Al haber comprendido su destino, Mónica empezó a pensar lentamente.
«Ahora finalmente puedo pagar por mis crímenes».
No había hecho nada malo, y aun así, continuaba buscando arrepentimiento.
Pero su sentimiento de culpa no era por el hombre al que había asesinado, sino por la niña sin nombre que había sido sacrificada en su lugar.
«Lo siento… No sabía qué hacer con mi vida. ¿No tenía derecho a ser feliz? ¿O tenía que ser feliz también por ti?».
Su consciencia se apagaba más con cada segundo que pasaba, pero el viento trajo una voz a sus oídos, trayéndola ligeramente de vuelta a la realidad.
«Oh. Esa es la voz de Huey».
Mónica se agarró de las barandillas del barco y lentamente levantó la cabeza.
Podía ver el gran barco negro viniendo hacia ella.
Y de pie sobre la cubierta del barco, había un hombre vestido como el Fabricante de Máscaras, con el rostro desenmascarado y gritando su nombre.
«Huey… Viniste por mí. Estoy tan contenta».
No le importaba si solo era un truco de la luz. Mónica sabía que iba a morir pronto, pero estaba agradecida de que su última visión del mundo sería Huey.
«Amm… Oh. ¿Qué era? Se suponía que debía hacer algo…».
Su vista se oscureció, pero pudo ver a su amigo, llamándola junto a Huey.
«Oh, entonces Elmer también vino. Estoy tan feliz».
La visión del rostro de Elmer finalmente la ayudó a recordar.
Sabía lo que iba a hacer cuando volviera a ver a Huey.
Y entonces…
Sonrió.
Mientras su consciencia se desvanecía en el olvido, Mónica vio a Huey y a Elmer y sonrió para ellos.
Sus ojos estaban llenos de fuerza y abrumadora gratitud.
«¿Lo ves, Huey? Sonreí.
Mira, Elmer. No la estoy forzando esta vez.
Realmente puedo sonreír. Finalmente puedo sonreír de verdad.
Todo es gracias a ti, Huey. Fui tan feliz».
El barco negro se acercaba, pero Mónica ya no le temía. ¿Por qué habría de temerle, si Huey estaba a bordo?
Pero al ver el rostro de Huey, Mónica se sintió algo triste.
«No pongas esa cara, Huey. Elmer va a regañarte. Y entonces terminaré poniéndome celosa».
Y como la llama de una vela luchando contra el viento, su corazón exprimió lo que le quedaba de fuerza.
«Yo no voy a morir nunca, Huey.
Solo voy a desaparecer por un tiempo.
Estoy segura de que volveremos a vernos algún día.
Por eso tienes que sonreír, Huey.
Gracias, Huey.
[¿Por qué tenías que encontrar esto?] [¿Por qué tenías que encontrar esto?]
Adiós, Huey.
…Volvamos a vernos otra vez».
[¿Por qué tenías que encontrar esto?]
Estas fueron sus palabras finales.
El movimiento de sus labios pareció como si hubiera dicho: «Volvamos a vernos otra vez».
Tal vez el único milagro que ocurrió ese día fue el hecho de que Huey y Elmer lograron entender sus últimas palabras.
Los barcos estaban a punto de hacer contacto.
Incluso aunque parecía que moriría en cualquier momento, Mónica estaba sonriendo alegremente.
Era la sonrisa más radiante que Huey y Elmer habían visto en sus vidas.
Y con esa misma expresión…
Mónica se inclinó lentamente hacia adelante y se apartó de las barandillas, arrojándose a los turbulentos mares.
Huey ni siquiera tuvo la oportunidad de decir su nombre, pero la escena se desarrolló frente a él en cámara lenta, como si ese mismo momento se hubiera separado del flujo del tiempo.
La sonrisa de Mónica persistió hasta el final, negándose a abandonar la visión de Huey.
Y cuando la sangre que brotaba de su pecho tiñó su cuerpo de rojo, Mónica desapareció en las olas.
[¿Por qué tenías que encontrar esto?]
—¡———- ——- ———–!
[No debiste haber encontrado esto.]
Huey dejó escapar un grito sin sonido. Trató de saltar detrás de ella en un intento por salvarla.
Si Elmer no hubiera sido rápido para detenerlo, Huey habría compartido el destino de Mónica.
—Suéltame… ¡Déjame ir, Elmer!
La mano derecha de Huey se enterró en el estómago de Elmer. Pequeñas llamas empezaron a salir debajo de su manga.
El olor de la carne quemada se esparció por la cubierta, pero aun así Elmer no soltó a Huey.
Huey atacó a Elmer, pero no pudo liberarse.
Elmer solo lo retenía en silencio. Sabía que las palabras no significarían nada para Huey.
Elmer silenciosamente permitió que Huey lo golpeara hasta que los otros Fabricantes de Máscaras escucharon la conmoción y vinieron a detener a Huey.
Y por un instante, cuando había sido completamente restringido, Huey levantó su voz y sus emociones…
Y en ese mismo momento, dejó escapar un grito completamente inhumano mientras dejaba caer sus manos sobre la cubierta.
«Ese grito… Me pregunto… ¿estaba llamando a Mónica?», pensó Elmer y cerró sus ojos tristemente.
En su corazón, se aseguró de agradecerle.
«Gracias, Mónica. Esta vez, me aseguraré de que Huey sonría. Así que, si realmente hay un “más allá”… por favor, cuídalo con una sonrisa».
El grito de Huey resonó en la cubierta, incluso mientras Elmer desaparecía en sus propios pensamientos.
Esta fue la única vez que Elmer escuchó a Huey Laforet gritar.
Fue la primera y última vez que escucharía ese sonido, incluso durante el resto de sus eternas vidas.
Afortunadamente —o tal vez, desafortunadamente—, a pesar del hecho de que Mónica fue tomada por las olas cerca del puerto, su cuerpo nunca volvió a salir a la superficie. Era imposible incluso verificar su muerte.
Curiosamente…
Desapareció en las aguas para siempre, igual que la madre de Huey había desaparecido en el lago para limpiar su nombre.
* * *
La chica había cometido cierto crimen.
Pero su pecado fue oculto en secreto, a pesar de su propia voluntad.
Y así, la chica continuó viviendo en paz.
Nunca consideró buscar la felicidad para sí misma.
Sin embargo, tampoco había decidido arrepentirse por sus crímenes.
Solo estaba vagando sin rumbo, sin saber qué hacer.
Es por eso que extendí una mano hacia ella ignorando lo que deparaba el futuro, incapaz de ver el empinado acantilado que nos esperaba.
Después de todo, el acantilado no representaba absolutamente ningún peligro para mí.
Al extender una mano hacia ella, dudé.
Entonces seguí mis instintos y simplemente le dí un empujón en la espalda.
Eso fue todo.
Si lo que le esperaba era un acantilado o los brazos del hombre que amaba, realmente no me importaba.
Porque de cualquier modo, terminaría apuñalándola en la espalda.
Bueno, este ha sido un juego bastante divertido.
Pero estoy un poco cansado… Supongo que debería tomarme un pequeño descanso y vigilar a Czes.
* * *
Los registros de Jean-Pierre Accardo
[Sí. Varias partes de las confesiones que te presenté inicialmente eran falsas.
Niki nunca me descubrió.
Por supuesto, mentí acerca de haberme unido a los Fabricantes de Máscaras.
Nunca fui torturado por Huey Laforet.
Le dije a Mónica que había sido enviado bajo las órdenes de Huey porque creí en Lebreau, quien me dijo que mencionando el nombre de Huey sería la manera más fácil de ganarme su confianza.
Pero te pido que por lo menos creas esto: Yo realmente quería salvarla.
De acuerdo con Lebreau, los Fabricantes de Máscaras pronto tomarían represalias y me asesinarían. Si quería evitar ese destino, tendría que rescatar a Mónica personalmente y dejarles claro que no era su enemigo.
En retrospectiva, todo eso suena absurdo. Pero en el momento no albergué ninguna duda al respecto.
Tanto así me habían aterrado los resultados de mis acciones. Tanto así fue lo que confié en Lebreau.
Realmente hice los últimos cambios a la obra. Fue sugerencia de Lebreau.
La intención de hacer que el Fabricante de Máscaras la apuñalara fue para retratar a los Fabricantes de Máscaras como enemigos, para asegurarse de que los ciudadanos no los vieran de una forma positiva.
Dentro de mí, sabía que había algo extraño, pero incluso ahora no entiendo por qué confié en él tan fácilmente.
Sí. La afirmación de que Mónica vivió también era una mentira.
Está muerta. La culpa es toda mía.
Por favor, ódiame y maldíceme.
Solo descubrí la verdad del asunto años después del incidente.
Pero sé que esto no es excusa para mis acciones.
Ninguna simple excusa podría traerla de vuelta a la vida.
Pero hay una cosa que debo dar a conocer.
Ella… Mónica Campanella no desapareció sin dejar rastro ese día.
Había una razón en particular por la que ella necesitaba una nueva muda de ropa varios días antes del incidente.
El sastre no solo había vendido ropa de mujer, sino también algo más.
…Mónica Campanella estaba embarazada cuando se entregó.
Estoy seguro de que no hay necesidad de que diga quién era el padre del niño.
No sé si ella misma sabía que estaba embarazada cuando confesó sus crímenes.
Pero en cualquier caso, ella dejó algo atrás en este mundo.
Dejó una prueba de su propia existencia: su conexión con Huey Laforet.]
* * *
Era el día después de que el barco y la ciudad habían sido incendiados.
—…Lebreau… ¿Qué sucedió en la cubierta ayer…? Ella se veía tan feliz. ¿Entonces por qué se quitaría la vida…? —preguntó Jean.
—Me temo que yo mismo aún estoy en shock —respondió Lebreau desanimado.
Inmediatamente después del incidente, los Fabricantes de Máscaras habían abordado el barco más pequeño desde la embarcación Dormentaire. Jean y Lebreau habían regresado a tierra firme metiéndose a escondidas en el barco Dormentaire en medio de la confusión.
«¡Esto es terrible! Ella se ha quitado la vida… ¡¿Por qué?!», había gritado Lebreau. En su confusión, Jean hizo lo que le dijeron y se escondió en el barco en llamas.
Quedaba un indicio de duda en su corazón, pero en ese momento ni siquiera sospechó de Lebreau. No solo eso, había un asunto más urgente a mano.
—Pero… entonces… ¿Qué pasa con el hijo de Mónica? —preguntó Jean nerviosamente.
—He hablado con Carla y hemos decidido que yo me haré cargo del niño —respondió Lebreau con determinación.
—Ya veo… ¿Está bien para ti?
—Le diré a Begg que estoy acogiendo al hijo de un amigo que murió de una enfermedad. En cuanto a Czes… se llenó de alegría, diciendo que teníamos a un nuevo miembro de la familia. Y en cuanto a Niki, que estará haciendo casi todo el trabajo… le diré cuando sea el momento adecuado que es el hijo de Mónica.
—Es cierto… Niki y Mónica se conocían.
La idea de que Mónica había dejado algo de esperanza en este mundo consoló un poco al afligido Jean. Esto era lo único que lo mantenía cuerdo en este punto.
«Bueno, esa fue una conclusión interesante», pensó Lebreau.
«Al principio, solo vi a ese chico de la aldea donde realizamos la cacería de brujas y decidí molestarlo un poco, pero… nunca pensé que las cosas se pondrían tan emocionantes.
Ah… ese grito en el barco fue una verdadera obra de arte. Que Mónica sonriera al final fue un poco sorprendente, pero eso estuvo bien a su propio modo. Su poderosa voluntad me hizo sentir completamente renovado».
Con estos plácidos pensamientos, un depravado ser humano continuó viviendo su vida… pero algo le inquietaba.
«Pero pensé que Huey Laforet sería un poco más pesimista. Nunca imaginé que terminaría tomando medidas como esas. Fue bastante sorprendente…
¿Fue por ese muchacho llamado Elmer que estaba con él?
…Solo mirarlo sonreír me pone los nervios de punta».
Tal vez esta fue la primera vez que sintió miedo por otra persona.
El hombre reflexionó esta idea solo por un momento, luego decidió olvidarse de ello.
Lebreau Fermet Viralesque.
Huey y Elmer aún no conocían este nombre.
No sabrían hasta un tiempo después que él fue la mente maestra que se robó la vida de Mónica.
Pero esa espera solo sería una pequeña cantidad de tiempo en comparación con la eternidad que les esperaba.
* * *
Los registros de Jean-Pierre Accardo
[Lebreau Fermet Viralesque.
Si has leído mis palabras hasta este punto, entonces te pido que recuerdes este nombre.
Esta es la maldición y la esperanza que dejo en mis registros.
¿Por qué crees que mencioné la inmortalidad en las primeras páginas de estas memorias?
No fue para explicar los objetivos de la Casa Dormentaire.
Es porque, solo hace unos días, ese hombre… Lebreau vino a visitarme.
No había cambiado nada en los últimos diez años. ¡Había obtenido la inmortalidad!
Sí. En los diez años desde su partida, finalmente pude descubrir su malicia.
Fue casi como si hubiera sido liberado de un hechizo.
…Pero él apareció frente a mí como si hubiera leído perfectamente mi cambio de actitud.
Dijo que había venido a verme porque tenía curiosidad de ver qué tipo de vida descarada estaba viviendo, incluso después de haberme dado cuenta de la magnitud de mis propios crímenes.
Probé la verdadera desesperación. Y como resultado, decidí escribir estas confesiones y quitarme la vida.
Tú, a quien todavía no conozco.
Lebreau ha conseguido la inmortalidad.
Nunca podré conocerte, porque me quitaré la vida tan pronto como termine de escribir estas memorias. Mi hijo nació hace solo unos días, pero… No tengo la intención de llevármelo conmigo. Si su línea ha de continuar, y si tú, mi lector, eres un descendiente mío…
Debes tener cuidado con Lebreau Fermet Viralesque.
Nunca debes acercarte a él. Sin embargo, nunca debes apartar tus ojos de él. Por favor, ruega por que él no se interese en ti.
Y por último, no pienso que el acto de que leas esto me absolverá de mis pecados.
Pero si estos registros significan que no he muerto en vano, que he salvado a alguien de las garras de Lebreau, entonces estaré contento. Gracias. Tienes mi más profunda gratitud.
Te desprecio, pero al mismo tiempo estoy agradecido contigo.
Si es posible, permíteme desear una cosa más para el futuro.
Es acerca de Huey Laforet y Mónica Campanella.
Ya he escrito esto antes, pero te pido que, por lo menos, recuerdes que ellos dos se amaban verdaderamente. Pido que al menos una persona en este mundo conozca esta verdad.
Este es el único arrepentimiento que dejo en este mundo.
Para ti, a quién todavía no conozco.
—Jean-Pierre Accardo.]
* * *
2003. Lotto Valentino.
Cuando el joven terminó de leer, se encontró con una pregunta.
¿Jean-Pierre Accardo realmente se quitó la vida?
El muchacho tenía curiosidad.
No tenía una computadora en casa, así que tomó su bicicleta y se dirigió a la biblioteca más grande en el área. Había visitado esta biblioteca muchas veces en el proceso de descifrar los escritos de Jean-Pierre.
Era un edificio elegante con el cartel de «Tercera Biblioteca de Lotto Valentino» colgando sobre él.
Junto al histórico edificio antiguo había una nueva sección de la biblioteca construida en tiempos más recientes.
El muchacho entró, encontró varios libros sobre la historia de Lotto Valentino y empezó a examinar las páginas buscando información relacionada con su ancestro.
Solamente le tomó tres minutos encontrar la respuesta que buscaba.
[Jean-Pierre Accardo murió a la edad de noventa y ocho años, rodeado de todos sus nietos y bisnietos.]
«Cobarde… ¡Cobarde! ¡Cobarde!».
El muchacho quería gritar sus quejas en voz alta, pero se contuvo.
Por un lado, estaba en una biblioteca; pero más importante, pensó para sí mismo: «Si estuviera en sus zapatos, ¿realmente podría haberme quitado la vida?».
Ya no creía que los escritos de su ancestro fueran una obra de ficción.
Continuó investigando la historia de la ciudad. Descubrió que la familia Avaro, la familia Boronial, la intercesión de la Casa Dormentaire y el gran incendio fueron todos hechos históricos.
Y en 1711, hubo un conflicto contra la Casa Dormentaire…
Cuando el joven empezaba a leer este pasaje, un hombre mayor se le acercó repentinamente.
—Has venido aquí unas cuantas veces. ¿Hay algo en particular que estés buscando?
Era un hombre viejo con una constitución impresionante, luciendo cabello blanco y barba blanca.
Sobre el pecho del hombre había una credencial que lo identificaba como el administrador de la biblioteca.
El joven recordó que esta era la Tercera Biblioteca y se preguntó si el hombre frente a él era Dalton el inmortal, pero notó que la mano derecha del administrador estaba perfectamente intacta y descartó la idea.
—Ya casi es hora de cerrar. Deja los libros. Yo los guardaré por ti.
El joven agradeció al imponente pero amable anciano y se marchó.
Cuando el joven se fue, el anciano tomó en sus manos los libros que estaban sobre el escritorio.
Al parecer el joven había estado investigando a Jean-Pierre Accardo y la relación entre la Casa Dormentaire y Lotto Valentino. El anciano miró la página y recordó los eventos de esa misma época.
«Qué nostálgico… Según recuerdo, incluso me ponía un garfio en lugar de una mano protésica en ese tiempo».
El anciano se acarició la mano derecha y pensó para sí mismo.
«Las prótesis en estos días las hacen muy bien».
Luego recordó la muerte de uno de sus antiguos estudiantes y cerró brevemente los ojos.
«Si realmente hay una vida después de la muerte, qué lamentable sería Mónica… Huey, el hombre que ama, nunca podrá unirse a ella».
El administrador de la Tercera Biblioteca cerró los libros en silencio y desapareció en una esquina de la habitación.
Y con sus recuerdos encerrados en una biblioteca, Lotto Valentino continuó viviendo su historia, tragándose los pecados de su pasado.
Baccano! 1710
–Fin–
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