La lluvia cubría las calles con una fresca capa de color.
Carl y el muchacho, aunque salpicados por el agua que teñía de un frío gris acerado la negrura de la noche, no se movieron un centímetro.
Aunque era pleno verano, empaparse en medio de la noche no podría haber sido agradable para ninguno de los dos.
Pero ese tipo de incomodidad ya no existía en su mente.
Uno de ellos era un reportero que se acercaba a los cincuenta años de edad. El otro era un chico que ni siquiera llegaba a los quince.
La inusual tensión en el aire que los rodeaba solo podía ser posible gracias al fino objeto plateado teñido de rojo oscuro que estaba en la mano del muchacho.
Era un arma de diez centímetros de largo, que no podría ser considerada un cuchillo. Era un picahielo.
Esa era la cadena que ataba los pies de ambos a este lugar.
Aunque para ellos se sentía como si el solo sonido de la lluvia pudiera ahogar su existencia por completo, el reportero decidió hablar.
—…La identidad de Picahielo Thompson…
El chico no tenía intenciones asesinas en contra del reportero. Pero tenía una mirada de determinación en sus ojos, tranquila y madura, mientras escuchaba atentamente al reportero.
—¿Lo que quieres decir es que… tú eres…?
—Así es.
—…
Era increíble.
Al menos, eso era lo que cualquier reportero normal habría dicho.
Un reportero particularmente observador o intuitivo habría podido leer la sinceridad en los ojos del muchacho.
Pero la reacción de Carl fue diferente.
Después de todo, ya había tenido en cuenta la posibilidad de que el culpable fuera un niño.
En cada caso, lo que las autoridades consideraban la primera herida siempre era infligida desde debajo de la víctima con una apuñalada dirigida hacia arriba. Ya que los agujeros en los corazones de las víctimas coincidían con los otros, supusieron que el culpable no tenía otra opción que empujar el picahielo hacia arriba contra sus víctimas.
A partir del hecho de que los sospechosos de la policía incluían grupos de gente joven como la pandilla de Graham, era posible deducir que un miembro de menor estatura de uno de estos grupos se hubiera disfrazado como un niño para llevar a cabo los crímenes.
También era posible que el culpable realmente fuera un niño.
Carl no solo poseía información conocida exclusivamente por la policía, sino que además tenía varias otras piezas de evidencia que había encontrado de manera independiente.
Entre ellas, la conexión entre todas las víctimas, conocida solo por el Daily Days y un grupo selecto de personas.
—…Quiere decir que… tú eres…
En medio de la lluvia, Carl miró al chico a los ojos.
—Dime cuál es tu nombre.
—…Mark. Mark Wilmans.
—Lo sabía… El hijo de Paula Wilmans.
La luz regresó a los ojos de Mark por un breve instante cuando escuchó el nombre de la mujer.
—¿Conocía a mi madre…?
—…Tenía una corazonada, pero inventé un nombre tan ostentoso como «Picahielo Thompson» precisamente porque no quería creer que era cierto. No quería que un niño como tú fuera el asesino.
—Por favor, responda mi pregunta…
—…Sería fácil para mí decir que sí, pero también me gustaría hacerte una pregunta. ¿Sabes qué tipo de trabajo hacía tu madre en estos callejones?
Mark se quedó callado ante el pesado tono de Carl. Pero luego levantó su mirada hacia él, con sus ojos nuevamente llenos de oscuridad.
—Mi madre era una prostituta. Pero eso solo era una tapadera para su verdadero trabajo.
Sonaba como si no quisiera recordarlo.
—Lo único que sé es que… Estaba haciendo algo bajo las órdenes de un hombre llamado Szilard Quates.
—…
—Y luego… fue entonces cuando la mataron.
* * *
Noviembre de 1930.
Todo empezó con el sonido del timbre.
Habían pasado unos cuantos meses desde la última vez que había escuchado ese sonido. Y para que no se molestara su madre, el chico decidió ir a abrir la puerta por sí mismo.
Pero antes de poder hacerlo, las manos de su madre Paula taparon su boca y bloquearon sus brazos.
Sus manos eran cálidas y suaves, pero había un extraño indicio de ansiedad en su toque.
De repente, su madre lo escondió en el armario.
—Pase lo que pase, Mark, no debes hacer ruido.
Y habiendo dicho eso, cerró la puerta.
Su sonrisa no se veía diferente de lo que él veía cada día, por lo que Mark no pensó demasiado en el asunto mientras sonreía fuertemente y asentía.
Sus acciones estuvieron bien y mal al mismo tiempo.
Esto era porque, como resultado de sus acciones, permaneció silenciosamente en el armario y sobrevivió. Pero también, gracias a eso, había perdido a su madre.
Cuando las voces de los hombres desaparecieron, el chico siguió esperando a su madre, que nunca más regresaría.
Todo lo que tenía que hacer era permanecer escondido.
Muy en el fondo, sabía que solo se estaba engañando a sí mismo, pero se repetía constantemente que debía permanecer adentro. Todo para suprimir el terror explosivo que había estado tratando de estallar dentro de él desde el momento en que escuchó las sospechosas voces.
Le preocupaba que, si fuera a reconocer ese miedo, este instantáneamente se volvería una realidad y lo consumiría todo.
Pero sin importar cuánto trató de engañarse, la realidad no fue tan amable con el chico.
El sol se levantó a la mañana siguiente, pero su madre no regresó.
El sol se ocultó, pero aún no hubo señal de su madre.
Incluso cuando el sol salió otra vez, ella nunca regresó.
Dos días más tarde, el chico fue encontrado, todavía escondido en el armario, por los oficiales de policía traídos allí por el propietario del apartamento.
Cuando sacaron al niño, la única realidad delante de él era el hecho de que el cadáver de su madre había sido descubierto a las orillas del río Hudson.
* * *
Y ahora…
—El cadáver de mamá estaba pálido, pero completamente limpio.
Los ojos del chico eran sombríos y tranquilos a la vez.
—Excepto por el hecho de que su cuerpo estaba cubierto de agujeros, y que cada agujero estaba gravemente quemado.
El cuerpo que extrajeron del río mostraba claros signos de abuso; o más bien, una tortuosa ejecución.
Era como si el culpable hubiera estado tratando de tallar en el cuerpo el proceso de la muerte de una manera lo suficientemente intrincada y realista para hacer un ejemplo de ello.
El día en que Mark confirmó la identidad del cadáver, estaba lloviendo.
También estaba lloviendo cuando un artículo de cierta gran compañía de periódicos describió el incidente como un crimen relacionado con drogas.
Mark no creía que su madre estuviera involucrada con el tráfico de drogas.
Pero la policía no podía negar el hecho de que varios testigos se habían presentado a corroborar esa declaración. La compañía de periódicos se mantuvo fiel a su historia.
Era como si estuvieran ofreciéndola como sacrificio a cambio de mantener oculta la identidad del culpable.
¿Qué tanto sabía del pasado de Mark? Carl cerró sus ojos y habló solemnemente.
—…He leído ese artículo antes.
—¿Oh…? Eso es sorprendente. Esa compañía fue realmente la única que habló de eso. Estoy impresionado.
—…Supongo.
«Mejor no decirle que solía trabajar para ellos. Ni que conozco al sujeto que escribió el artículo».
Carl dejó pasar el cumplido y continuó escuchando.
—Estaba lloviendo ese día. Igual que ahora. Solo era lluvia normal.
El chico empezó a girar el picahielo en su mano, dando un paso hacia el reportero, que permanecía inmóvil en su lugar.
Todavía no mostraba intenciones asesinas, pero el reportero, instintivamente, quería alejar el picahielo de él.
—Primero que todo, ¿podrías apartar esa terrible cosa?
Pero la respuesta de Mark fue una combinación entre una pausa y una disculpa.
—…Lo siento.
—Está bien.
—Si suelto esto, yo… perderé mi determinación para hablar. Siento que me perderé a mí mismo.
Sus ojos estaban turbios.
Carl, con su larga experiencia como reportero, podía notarlo: el aspecto en los ojos del chico era claramente anormal. No sería una sorpresa que repentinamente soltara un grito y empezará a agitar salvajemente el picahielo. En ese sentido, él era incluso más peligroso que Graham, con quien se había reunido la noche anterior.
Aun así, Carl decidió escuchar.
¿Había sido por pura curiosidad acerca de Picahielo Thompson?
¿O era un sentido de responsabilidad por el hecho de que había sido él a quien se le ocurrió ese apodo?
¿O era porque había sentido algo extraño en la confesión del muchacho?
En cualquier caso, Carl no trató de evitar la lluvia ni los ojos del chico y continuó encarando el frío aire solo.
—Puedo adivinar por qué estás buscando a ese hombre llamado Szilard.
—…
—Todas las víctimas de Picahielo Thompson tenían algo en común.
¿Estaba tratando de entrar parejo en algún tipo de juego psicológico? Carl le dio al chico una respuesta que ni siquiera le había pedido.
—Ese factor común era que todos ellos estaban trabajando para Szilard Quates.
—…
—Por ahora, olvidémonos del tipo de hombre que era Szilard. Pero de lo que estamos seguros es de que, incluyendo al superintendente de policía Velde, que renunció debido a una controversia por malversación de fondos, había una gran cantidad de gente en política, leyes y finanzas que trabajaban bajo el mando de Szilard.
El chico permanecía en silencio en la lluvia mientras el traficante de información revelaba el hecho.
Por la mirada en los ojos del hombre, el chico sabía que su trato había sido establecido. En otras palabras, había sido reconocido.
El hecho de que este intercambio de información estuviera sucediendo significaba que el hombre lo había aceptado como Picahielo Thompson.
«Ya no puedo retractarme».
El chico respiraba silenciosamente. Sentía como si el aire, húmedo por la lluvia, estuviera atrapado en su garganta y no alcanzara sus pulmones.
«Pero eso no importa, ¿o sí? Después de todo… voy a morir. Tengo que morir».
Afirmando su temblorosa garganta, Mark rápidamente se tragó su aliento y habló con fuerza.
—Yo… ya sé todo eso.
—¿Entonces qué más quieres saber? ¿Qué harías si te dijera dónde estuviera Szilard? Déjame advertirte, todo esto es ultrasecreto, así que no puedo decirte las razones exactas, pero matar a Szilard está fuera de discusión.
¿Estaba tratando Carl de provocar al chico o de convencerlo de cambiar de opinión?
Exponía los hechos vagamente, rodeando constantemente la verdad más importante.
Sin embargo…
—Eso no importa.
Carl frunció el ceño. No había esperado una respuesta tan rápida.
Mark sacudió la cabeza con cansancio y miró el charco debajo de sus pies, con sus ojos nublados.
—Solo tenía curiosidad sobre Szilard Quates… el jefe de las personas que tomaron la vida de mi mamá y su dignidad. Entonces, ¿dónde está?
—Todo lo que puedo decirte es que no lo encontrarás en Nueva York.
—¿…Qué se supone que significa eso? Eso fue realmente vago.
—Te lo dije, es ultrasecreto —respondió Carl definitivamente. El chico ladeó su cabeza y dio un paso más cerca de él.
Apretó firmemente su picahielo mientras miraba fríamente a Carl.
—¿…Quiere decir que mi información no fue suficiente para pagar lo que estoy pidiendo?
Sus ojos eran fríos y solemnes, como el fondo de un profundo mar. Pero Carl sacudió su cabeza en silencio y le devolvió la mirada con una expresión aun más intensa.
—No subestimes al Daily Days ni a nuestros agentes de información, niño.
—¿…?
—Lo que estoy diciendo es que estaríamos fuera del negocio si vendiéramos nuestros secretos por algo tan trivial como la identidad de un misterioso asesino. Si trabajáramos de ese modo, entonces la manera más rápida de conseguir información sería convirtiéndose en un asesino en serie… Por supuesto, si fueras una de nuestras celebridades, como Vino el asesino, las cosas serían algo diferente.
—¿De qué… está hablando? Quién en el mundo podría matar por algo como…
Repentinamente, Mark sintió un aire de intimidación corriendo sobre él, atravesando incluso a la lluvia. Dio un paso atrás sin darse cuenta.
—Escucha, niño. Hay casi tantos delincuentes que matarían por información como hay personas que cometerían homicidio por venganza —respondió Carl llanamente.
—…
—Recuerda esto. Las personas no necesitan razones grandes y honestas como la justicia para matar a otros. La gente puede matar por una barra de pan o incluso por simple placer.
Mientras el chico se quedaba en silencio, Carl continuó como si regañara a su propio hijo.
—Hay personas que no matarían por un pedazo de pan. Y hay personas que no asesinan incluso si tienen una justificación de venganza respaldándolos. No es de mi incumbencia cuál prefieras ser, pero de cualquier modo, jamás volverás a estar involucrado con Szilard de ningún modo. Es todo lo que puedo decir.
—¿…Y qué hay de las personas que no pueden morir?
—…No sé si hablas de los mismos que conozco, pero… lo siento. Ese es otro tema de secreto.
El chico miró a Carl por un tiempo, con sus ojos tan turbios como siempre. Pero pronto ocultó el picahielo en su manga otra vez y se dio la vuelta.
—…Gracias. Eso es todo lo que tenía para preguntar.
—¿No vas a silenciarme? —bromeó Carl. El chico se detuvo a mitad de su partida y respondió en un tono más suave.
—Está bien.
Y con una sonrisa extrañamente autodespectiva…
—Después de todo… ya he terminado —dijo—. Y no tengo nada en contra tuya. Yo… no podría soportar matar a alguien por algo diferente a la venganza.
Percibiendo determinación y algo más siniestro en el tono del muchacho, Carl le habló otra vez.
—¿Qué estás diciendo…? ¿Y qué vas a hacer con respecto al quinto?
—…Eso no es asunto suyo —respondió el chico, y salió corriendo en medio de la lluvia.
Carl intentó detenerlo, pero fue en vano. La figura del muchacho desapareció en el aguacero.
Al verlo desaparecer, Carl murmuró en voz baja para sí mismo.
—Por Dios, no puedo creer que me haya escapado con una mentira como esa.
Dejando que la lluvia ocultara su sudor frío, continuó.
—Me pregunto si… como traficante de información, ¿esta conversación me resultó productiva o no? De cualquier modo… supongo que logré conseguir algo de información gratis.
Sacudiendo su cabeza silenciosamente, Carl dejó escapar un fuerte suspiro y cerró sus ojos.
—Ah, bueno… supongo que tendré que darle el cambio cuando vuelva a verlo.
* * *
Algunos minutos más tarde.
«Supongo que me estoy haciendo viejo… Esto ni siquiera habría contado como una apuesta en los viejos tiempos».
Decidiendo que no tenía sentido tratar de caminar sin estar más mojado por la lluvia, Carl caminaba lentamente, sin ninguna prisa.
«Donna tendría ahora más o menos la misma edad que ese chico».
Mientras el descarado reportero recordaba a su difunta hija, una mezcla de emociones pasaban por encima de su rostro.
«¿Ahora qué? Normalmente, debería estar llamando a la policía, pero… tuve el rol de traficante de información en esa conversación.
Y ese chico nunca dijo que él era Picahielo Thompson, así que realmente ni siquiera cuenta como una confesión.
Supongo que Henry o Nicholas habrían estado encantados, monopolizando información como esta. Tal vez Elean habría tratado de convencer al chico de entregarse, o al menos de detener los homicidios.
Tal vez debería hablar con el presidente o el vicepresidente… ¿Qué es lo que estoy tratando de hacer?».
Sintiéndose repentinamente sentimental al pensar en su hija, Carl decidió regresar al Daily Days para calentarse un poco.
«¿Pero quién habría imaginado que Picahielo Thompson sería un niño como ese? Parece que estaba siguiendo la pista equivocada. Ahora me siento avergonzado por engañar a Graham así, diciendo que tenía un sospechoso. Bueno, al menos nunca le dije un nombre».
En un solo instante, sus pensamientos se detuvieron abruptamente.
Aunque estaba completamente consciente, su línea de pensamiento fue forzosamente cortada a medio camino. La causa fue el ligero impacto que golpeó su espalda.
«¡¿Me han apuñalado?!».
Carl se tensó al instante, trayendo de vuelta sus sentidos de donde los había dejado vagando. Se dio la vuelta para ver a su atacante.
Pero su suposición fue incorrecta. El objeto sobre su espalda era de un color mucho más opaco que el plateado del picahielo.
—Déjame contarte… una historia desconcertante.
El joven que sostenía la llave de desmontaje miró directamente a Carl, mientras balbuceaba con un maníaco.
—Solo planeaba darte un pequeño susto dándote un golpecito con esta llave, ¿pero por qué esa expresión conmocionada? Parece como si te hubieran apuñalado. ¿Qué opinas, Shaft?
El joven en ropa de trabajo azul, que estaba empapado por la lluvia, se dirigió a su amigo que sostenía un paraguas.
—Debió haber pensado que le disparaste, o algo.
—O tal vez pensaste que solo le diste un golpe suave, pero en realidad lo apuñalaste con la llave.
Detrás de Graham estaba Shaft, impávido como siempre, y otro hombre joven al que Carl no pudo reconocer. Estaba sonriendo como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.
—¡Ya veo! Entonces la solución más obvia es encontrar un feliz punto medio y hacer una suposición educada en cuanto a la verdad del asunto.
—Eso no es normal, jefe.
Ignorando el comentario de Shaft, Graham se sumió en sus pensamientos mientras hacia girar su llave.
—En otras palabras… ¡Este reportero debió haber llegado a la impactante conclusión de que alguien lo ha apuñalado en la espalda con una pistola! ¡Sí, eso sí que es un impactante giro de acontecimientos! ¡Incluso yo estoy sorprendido por la idea! La punta de una pistola, a pesar de todas las apariencias, te apuñala por la espalda como si fuera un cuchillo… ¡¿Qué clase de brujería es esta?! Esto no es bueno, Shaft. ¡Creo que de verdad me estoy asustando!
—Me asusta más el hecho de que realmente creas en todo lo que dices.
Mientras Shaft enterraba su rostro en su mano libre, Graham lo ignoró y se volvió hacia Carl.
—Lo siento mucho por esto, señor Jefe Reportero. Y supongo que lo siento aun más por el hecho de que no recuerdo tu nombre. Por lo tanto, seguiré llamándote señor Jefe Reportero, si no te importa.
—Es Carl —respondió el reportero, respirando profundamente.
Graham dejó de girar su llave y se volvió nuevamente hacia Shaft.
—¿Qué debo hacer, Shaft? ¿Esto significa que ha rechazado mi sugerencia?
—Tal vez está rechazando tu existencia, jefe.
—Eso es aceptable. Ya reconocí hoy que soy el enemigo de la humanidad, así que es natural que sea rechazado. Pero eso no niega el inmenso mar de tristeza en el que se está ahogando mi corazón. ¿Cómo puedo liberarme de este dolor?
—La mejor manera de perder esa tristeza podría ser siendo feliz. ¡Así que sonríe!
—Eso es… ¡absolutamente cierto! ¿Pero acaso no existen cosas felices y tristes en este inmenso mundo?
—Entonces puedes olvidarte de estar triste y concentrarte solo en el lado feliz.
—¿Es eso humanamente aceptable? Las personas que son muy felices terminan olvidándose del progreso, convirtiéndose en inútiles pedazos de carne que se conducen a sí mismos hacia una decadente ruina…
No estaba claro si Graham reflexionaba el asunto en desesperación o de otra manera, pero Elmer le sonreía de todos modos.
—¿No es suficientemente bueno si todo el mundo muere feliz?
—Si todo el mundo es feliz, ¿no es eso lo mismo que la desgracia?
—Si solo no piensas que es una desgracia, ¿no es eso suficientemente bueno?
—Por supuesto… tienes toda la razón.
Shaft, sintiéndose amenazado por la extraña dirección que estaba tomando la conversación, decidió interrumpirlos.
—¡No tienes razón en absoluto! ¿En qué demonios estás pensando?
Carl, cuya actitud había dado un vuelco de 180 grados en comparación a cuando había enfrentado al muchacho, pensaba para sí mismo mientras permanecía mojado bajo la lluvia.
«No estaba solo alucinando a ese niño, ¿o sí?».
Tal vez había estado tan concentrado en su persecución de Picahielo Thompson que había imaginado la aparición del muchacho.
Sin embargo, Carl apartó sus dudas y se dirigió a los jóvenes frente a él.
—Perdón por eso. Solo me sorprendiste, eso es todo. Entonces, ¿qué es lo que quieres?
—Bueno, solo teníamos curiosidad de ver qué estabas haciendo en medio de la lluvia, señor Jefe… ah… Carl. ¿Acaso alguien te robó el paraguas en esta oscura y deprimente noche?
—Mmm… Gracias por la preocupación, pero simplemente estaba de humor para un poco de lluvia. Y ahora que lo pienso, deberías hablar por ti mismo. ¿Por qué eres el único que no lleva un paraguas?
Carl le sonrió a Graham, que también se veía como una rata medio ahogada por la lluvia.
—Solo digamos que estoy preparándome para desafiar al sol —respondió Graham con seguridad.
—¿…?
Carl se quedó sonriendo y confundido.
—¡Señor Carl! Será mejor que no piense demasiado en las cosas que dice el jefe Graham. No lo creerá, pero una vez, pensó que podía luchar contra la lluvia haciendo girar su llave por encima de su cabeza y terminó todo mojado —intervino Shaft, agitando sus manos.
—¡Pero funcionó! Por unos diez segundos —Graham se cruzó de brazos, sin sentirse del todo derrotado. Carl enseñó una sonrisa irónica.
—Entonces, ¿qué están haciendo ustedes tres aquí? No estarán buscando a Picahielo Thompson ahora, ¿o sí?
La respuesta de Graham lo dejó desconcertado.
—¡Sí! ¡Absolutamente! —respondió Graham con confianza, asintiendo con la cabeza—. Aunque hice una promesa que me obliga a mantenerme callado con respecto al asunto de su identidad, tengo que preguntarte esto, jefe Carl. ¿Has visto a un mocoso por aquí? No es muy alto, me llega más o menos a la altura del pecho, no hay nada de especial sobre él… Elmer, ¿cómo dijiste que era su nombre?
—Su nombre es Mark —dijo el joven llamado Elmer con una sonrisa. Graham empezó a girar su llave con admiración y se volvió hacia Carl.
—¡Eso es! Se llama Mark. Nada destacable sobre él, pero… ¡ah, sí! ¿Qué tal si decimos que su característica más distintiva es el picahielo que lleva consigo?
* * *
Treinta minutos después, dentro de un apartamento en Nueva York.
Mark abrió la vieja puerta de su apartamento y entró a su casa.
Cuando su madre aún estaba viva, habían vivido en un apartamento más grande.
Pero ahora que su madre había sido asesinada, estaba viviendo de lo que ella le había dejado.
Aunque Mark estaba solo, el dinero de su madre era suficiente para mantenerlo vestido y alimentado durante varios años. Pero era este mismo dinero lo que terminó dejando a su madre como sospechosa de participar en el tráfico de drogas.
Mark sabía bastante bien que el nombre de su madre jamás podría ser limpiado de esta equivocada acusación.
Para los hombres que la asesinaron, tomar su vida no fue suficiente; también se habían robado su dignidad.
Nunca podría perdonarlos.
Y era por eso que, cuando ella le había dicho la verdad —cuando ella le había dicho la razón por la que tenía que morir y los nombres de los hombres que llevaron a cabo su asesinato—, Mark juró vengar a su madre.
No le importaba en qué tipo de infierno caería a causa de sus crímenes.
Tomó un picahielo oxidado de la parte trasera de un bar clandestino, lo pulió, y lentamente acechó a los asesinos mientras avivaba fríamente las llamas de la venganza.
La ciudad estaba envuelta en lluvia el día en que su madre había sido asesinada y despojada de su dignidad. Y en un momento muy parecido a ese día, Mark silenciosamente dejó que su sed de sangre tomara forma.
Pero ahora estaba planeando quitarse la vida, incluso aunque su venganza aún no estaba completa.
Incluso aunque todavía quedaba un hombre, sus apagados sentidos lo hicieron pensar las cosas de otra manera.
—No tengo miedo de morir. No tengo miedo de morir —se decía a sí mismo, mientras atravesaba la puerta principal.
Se recordó la determinación que había tenido cuando subió al puente de Brooklyn, pero eso solo lo llevó a recordar al hombre inmortal que lo había detenido.
«Ahora que lo pienso, ¿por qué se fijó en mí?».
Nadie había prestado atención al chico parado a la orilla del puente en medio del aguacero. Varias personas habían pasado junto a él, tanto antes como después, pero ninguno parecía haberlo notado.
«De todas las personas que podrían haberme notado, tenía que haber sido un monstruo inmortal».
Era una situación terriblemente irónica.
Por lo que pudo obtener de la conversación que tuvo con el traficante de información, el monstruo inmortal no era ningún tipo de alucinación, sino una criatura que existía realmente.
Pero no había podido averiguar algunas cosas, incluso después de revelar su identidad.
Determinando que no había nada que pudiera hacer, Mark sacudió su cabeza y apartó de su mente los pensamientos del inmortal.
«Está bien. De todos modos, tengo que morir».
—Yo… no tengo miedo de morir.
Continuó repitiendo lo mismo una y otra vez, como si estuviera recitando un encantamiento, y tomó asiento antes de continuar.
—Pero… aún tengo que matar a uno más. El último. Hasta entonces…
De repente, escuchó un ruido proviniendo de la entrada principal; era el sonido espantosamente claro de la puerta siendo asegurada desde adentro.
Mark se estremeció mientras se giraba hacia la entrada.
—Así que no le tienes miedo a la muerte, ¿eh?
Era la voz fría de un hombre muy alto parado en la puerta.
—¡¿Q-quién eres tú?!
Había escuchado la puerta asegurándose, pero no la había escuchado abrirse. El hombre probablemente había estado escondiéndose en el apartamento todo el tiempo, esperando a que Mark entrara antes de asegurar la puerta detrás de ellos, probablemente para alejar cualquier tipo de interferencia.
Mark sentía su corazón latiendo con fuerza.
Sintió que se le erizaba la piel y que su estómago se retorcía y gritaba como si estuviera siendo quemado.
Pero de su boca no salió ningún grito. No podía decir nada, ni siquiera respirar apropiadamente.
—Puedo ver el miedo en tus ojos. ¿Por qué estás tan asustado?
—…
El hombre alto bufó, acercándose silenciosamente al muchacho, que se encontraba paralizado en su lugar.
—Hay una diferencia entre resolver morir y vivir con la muerte constantemente pisándote los talones, niño.
Tenía su sombrero tan bajo que le cubría los ojos casi por completo y el cuello de su traje parado por encima de su boca.
Extrañamente, el hombre llevaba un largo abrigo que le llegaba hasta las rodillas en pleno verano, tan frío como la lluvia hubiera estado.
—Si la resolución es todo lo que tienes, entonces cuando la muerte venga a ti de la nada…
Tenía una cicatriz en su rostro y la mirada aguda en sus ojos dejaba claro como el cristal el hecho de que este hombre no se ganaba la vida honestamente.
Pensando que el intruso estaba conectado con la Familia Gandor, cuyo escondite había visitado antes, Mark empezó a levantarse de su silla, mientras la tensión se apretaba en su garganta.
Pero era demasiado tarde.
Antes de que pudiera levantarse, el hombre sacó un rifle del interior de su abrigo y apuntó a la cabeza de Mark.
La punta del cañón negro tocó la frente de Mark haciéndolo regresar a su silla, mientras caía de espaldas tras perder el equilibrio.
—Entonces cuando la muerte venga a ti de la nada, vas a tener miedo. ¿Tengo razón?
El hombre presionó el cañón contra la frente de Mark, dejándolo incapaz de estar parado. Mark examinó cuidadosamente sus mangas, en busca de su picahielo.
Pero el hombre alto lo miró con desdén y lo detuvo en seco.
—No intentes nada estúpido ahora, Picahielo Thompson.
—¡…!
—Por tu expresión… parece que he dado justo en el clavo.
—…Agh…
La mente de Mark buscaba respuestas mientras todo tipo de hipótesis se pasaban por su cabeza.
«Lo sabe. ¿Cómo? ¿Fue ese reportero? No, estuvo demasiado rápido aquí. ¿Fueron los Gandor? O… no puede ser…».
Mientras llegaba a la conclusión de que ninguna de sus teorías tenía sentido, Mark tragó saliva; su voz temblaba a medida que dejaba escapar un chillido.
—¿Quién… es usted, señor? ¿Cómo sabe quién soy yo?
—Siempre pensé que Picahielo Tompson sería algún mafioso con una Tommy Gun… Esa es una manera muy educada de hablarle a un sicario, niño.
—Un sicario…
Su corazón se estremeció de miedo.
Podía escuchar la lluvia cayendo. El mismo sonido que escuchó el día que perdió a su madre.
Pero comprendía que incluso aparentar albergar esos sentimientos podría hacer que lo mataran inmediatamente.
Por alguna razón, este asesino no parecía querer matarlo de inmediato. Mark respiró profundamente, decidiendo mantener sus ojos bien abiertos ante una posibilidad de escape.
—¿Eres… un sicario?
—Así es. Se supone que mi objetivo es Picahielo Thompson. Mi cliente fue muy meticuloso. Me dijo tu dirección, tu apariencia, todo el asunto completo. Para ser honesto, no sé si creer que seas el tipo que está buscando la policía, pero mientras me hayan hecho el pago inicial, estoy obligado por lo menos a verificar los hechos, ¿verdad?
—¿Quién… quién es el cliente?
—Niño, ¿qué clase de sicario crees que sería tan estúpido como para revelar el nombre de su cliente? Tal vez esa maldita chica mexicana —escupió el hombre, en un tono de molestia.
—¿Chica mexicana…?
Por un momento, Mark recordó el rostro de la chica que había conocido en el bar, pero el tono pesado de Smith distorsionaba esa imagen.
—No tiene nada que ver contigo, niño. Y nunca vuelvas a mencionarla si quieres seguir con vida.
—¿Pero vas a matarme de todos modos, verdad?
—Je… Una respuesta lógica, pero la lógica no funcionará conmigo. Toda esta línea de trabajo empezó en algún lugar muy alejado de la cordura, después de todo…
Parecía como si el hombre solo estuviera dando vueltas y estuviera ocultando algo. Pero Mark permaneció concentrado mientras escogía cuidadosamente sus palabras y las ponía en su boca con un fuerte aliento.
—¿Por qué no me matas en este momento…?
—Porque quiero hablar.
—¿H-hablar?
—Así es. Porque Picahielo Tompson es la esencia de la locura y el miedo. Si está destinado a desaparecer para siempre, con su identidad perdida para el mundo igual que Jack el Destripador, por lo menos me gustaría saber de dónde nació su locura. Es así de simple. Al echarle un vistazo al origen de la locura, me le acerco un paso más sin ser vencido por ella.
«¿De qué demonios está hablando?».
El sicario parecía estar completamente absorto en sí mismo. Mark entendía las palabras que salían de su boca, pero no comprendía por qué el hombre estaba perdido en su pequeño mundo.
Quería señalar esto, pero con el arma apuntándole a la cabeza, la provocación sin sentido no era una opción.
—Entonces… ¿por dónde deberíamos empezar? Claro… ¿Qué tal si me cuentas qué hizo que te ensuciaras las manos en primer lugar?
Los ojos del sicario se asomaban entre el ala de su sombrero y el cuello de su abrigo, revelando una expresión tanto de placer como de lástima. Mark se preguntó por un momento si debía obedecer, pero la expresión del hombre no cambió, así que decidió confesar todo.
Reveló la historia de su venganza, igual que lo había hecho con el traficante de información.
—Ya veo… así que fue todo por venganza. Maldición, eso es bastante comprensible, en cuanto a lo que se refiere a una motivación. Por supuesto, supongo que asesinar a cinco personas para vengar a una sola podría considerarse locura en sí.
Cuando Mark terminó de contar su historia, el sicario se quedó pensando por un momento.
Luego, el atisbo de una sonrisa se deslizó sobre sus labios y se dirigió nuevamente al niño al que le estaba apuntando con el arma.
—Raz Smith.
—¿…eh?
—Es mi nombre. Aquellos que han puesto un pie en el bajo mundo también me conocen como Gunmaestro Smith.
—¿Por qué me estás diciendo tu nombre?
—¿Por qué no recordar al menos el nombre de la persona que te va a asesinar?
«Oh, entonces voy a morir después de todo».
Preparándose para morir, Mark concentró todos sus sentidos en el dedo que el hombre tenía puesto sobre el gatillo.
En el momento exacto en que el hombre presionara el gatillo, intentaría tirar su cabeza hacia atrás.
Pero el dedo del hombre se mantenía inmóvil, sin apretar el gatillo. Por supuesto, aún estaba en posición para disparar en cualquier momento.
Mark se preguntó si debería actuar o solo esperar.
Después de solo unos pocos segundos de reflexión, durante los cuales se carcomía el cerebro buscando estrategias, llegó a la desesperada elección de continuar con la conversación tanto como le fuera posible.
Sabía que no le serviría de mucho, pero esperaba que su oponente fuera más tonto que él.
Pero como si hubiera leído su mente, el sicario le habló otra vez.
—¿Algunas últimas palabras que te gustaría dejar atrás, niño?
Y como si esta fuera su última oportunidad, Mark se forzó a tragarse el miedo que crecía dentro de él y utilizó el sonido de la lluvia como apoyo para pintar lentamente su corazón como el de Picahielo Thompson.
—Solo hay una cosa… Una cosa que debo dejar clara.
—¿Qué cosa?
—Dijiste antes que… asesiné a cinco personas por venganza. Pero eso no es cierto.
—¿Qué?
Mientras Smith lo miraba con genuina confusión, Mark continuó.
—Aún hay una persona más a la que tengo que matar. Una de las cinco personas que mencionaste… fue un accidente. Me equivoqué de objetivo.
Era una excusa muy débil para usarla para negociar por su vida, pero se aferró a esta confesión, desesperado por encontrar cualquier medio de escape.
—¿Te equivocaste?
—Así es… ¡me equivoqué! ¡La última persona que asesiné fue un error! ¡Terminé asesinado a alguien que no tenía nada que ver con esto! Al principio, traté de acabar con mi vida, pero alguien se interpuso en mi camino… Así que cambié de opinión. No voy a matarme… ¡al menos no hasta que haya matado al último hombre!
Fue solo después de su confesión que Mark se dio cuenta de que había cometido un error. Había matado a un hombre inocente.
Cada vez que recordaba este hecho, la persona de Picahielo Thompson se volvía confusa.
«Se acabó».
Se había quedado sin defensas.
«Esto es justicia. Justicia divina contra el asesino que mató a una persona inocente».
El color de Picahielo Thompson se desvaneció de la expresión de Mark mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Estaba listo para morir.
Pero…
—¿Confundiste a tu víctima por alguien más…?
El sicario frunció el ceño y lentamente bajó su arma.
—¿Eh…?
—Esto es de lo que estaba hablando. Verdadera locura.
El sicario dio un paso atrás y de repente sacó un periódico de entre su abrigo.
—Compré una copia antes de venir aquí para poder averiguar más sobre tu locura. Échale un vistazo —dijo. El autoproclamado Gunamestro arrojó el periódico sobre la mesa.
Era una copia del Daily Days. Mark recordó que era la misma compañía para la que trabajaba el traficante de información con el que había hablado antes.
Sobre la página frontal estaba el encabezado:
[El Quinto Arranque de Locura de Picahielo Thompson]
Pero cuando los ojos de Mark pasaron por encima de los subtítulos, sus ojos se agrandaron de inmediato.
[El asesino serial cobra su primera víctima mujer]
[La última víctima en la cadena de asesinatos fue una prostituta]
[¿El regreso de Jack el Destripador?]
—¿Qué…?
La vista de Mark se hizo borrosa durante un momento, mientras sentía que perdía contacto con el mundo.
El sicario lo miró fijamente y le preguntó:
—¿Qué puede ser más loco que confundir a un hombre con una prostituta en un vestido corto?
Mark continuó leyendo, como si no hubiera escuchado la pregunta de Smith.
Sus ojos se detuvieron en cierto punto del artículo y su rostro se volvió claramente pálido.
—No. No, no… ¿Qué es esto…? ¿Qué es esto?
—¿…?
—¿Por qué… está muerta Lisha…?
Al parecer, Mark estaba preocupado por el nombre de la víctima.
—Lisha Darken. La prostituta que mataste ayer, ¿tengo razón?
Pero las palabras de Smith llegaron a oídos sordos.
—No. No puede ser… ¡Esto no puede estar pasando!
Mark cayó de rodillas, con su rostro pálido, mientras temblaba sobre el suelo.
—¿Por qué…? ¡¿Por qué mataron a Lisha?!
Tal vez Smith percibió algo al ver al niño temblando, ya que simplemente sacudió su cabeza y levantó su rifle nuevamente.
Apoyó el cañón contra la parte trasera de la cabeza de Mark y presionó el gatillo sin un momento de vacilación.
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aparece silenciosamente en la oscuridad
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drogadicta le estorba al cómplice