La Pequeña Italia, Nueva York.
—Parece que va a llover… —murmuró Carl, mirando hacia el cielo.
Frías gotas empezaron a caerle mientras se dirigía hacia la oficina del Daily Days en el Barrio Chino.
—Tal vez debería haberme ido directamente a casa hoy —dijo en un tono de queja, caminando rápidamente hacia la oficina—. Maldición. Ayer también llovió…
Incluso ahora que empezaba a oscurecer, el calor de la tarde todavía se resistía. La lluvia traía consigo un agradable alivio a la temperatura, pero también producía en Carl una ansiedad indescriptible, especialmente al saber que un asesino serial que atacaba bajo la lluvia andaba libre en Nueva York.
Pero si Carl le temía al asesino, no lo dejaba ver en su forma de caminar.
«Lester sabe algo. Estoy seguro».
Carl levantó su mirada al cielo, mientras recordaba su reunión con el reportero más joven un poco antes de su visita a los Gandor.
La lluvia empapaba su rostro, pero Carl siguió mirando fijamente el cielo sin estrellas.
«Supongo que es un hecho que el culpable tiene algo que ver con ese incidente. Al principio, estaba seguro de que Lester estaba detrás de los asesinatos, pero…».
—Era evidente que estaba jodidamente asustado. Está asustado porque el asesino irá tras él ahora —se dijo a sí mismo, y entonces recordó algo.
«Alguien me está siguiendo…».
Ya había notado la figura que lo acechaba desde hacía algún rato, pero le sorprendió que ni siquiera el repentino arranque de la lluvia hubiera impedido su persecución.
«¿Picahielo Thompson? No puede ser… Pero no puedo bajar mi guardia».
Podría ser que Lester hubiera venido a silenciarlo antes de que revelara su secreto a alguien más. Carl se dio vuelta lentamente, mirando hacia el callejón desierto.
—Sal de ahí.
Su tono fue firme y discreto.
En el pasado, Carl se había enfrentado a innumerables situaciones de vida o muerte en su línea de trabajo. Esta ni siquiera se acercaba a ser la primera vez que alguien lo había seguido.
Normalmente, podía sentir la gravedad de la amenaza manifestada por los demás. Era por eso que podía hablar con Graham tan tranquilamente. Si en cambio hubiera sido programado para reunirse con alguien como Ladd Russo, Carl se habría saltado la reunión sin dudarlo un segundo. De hecho, no habría pedido una entrevista en primer lugar.
Pero en este momento, no podía decir todavía si se encontraba en peligro o no. Se había asegurado de notar un cierto número de bares a los que podría meterse por seguridad antes de haber enfrentado a su perseguidor.
«¿Qué sucederá ahora?».
Carl se tensó levemente mientras esperaba a que la figura reaccionara. Pero para su sorpresa, lo que emergió de entre las sombras fue un muchacho joven.
—¿…?
Carl frunció el ceño.
Aún había cerca de cinco metros de distancia entre ellos cuando el chico se detuvo.
«¿No es más que un aspirante a carterista? No, hay algo diferente en él».
Mientras Carl empezaba a repasar las posibilidades en su mente, el chico avanzó lentamente y luego habló.
—Es un traficante de información… ¿verdad?
—…No sé dónde has escuchado eso, pero… Supongo que podría decirse que sí.
—Yo… quisiera comprarle algo de información.
—¿Qué?
Carl observaba curiosamente al chico mientras este continuaba.
—Por favor, dígame. Dígame acerca de las personas que no pueden morir… Y otra cosa. Por favor, dígame dónde puedo encontrar a un hombre llamado Szilard Quates.
* * *
Al mismo tiempo.
—Déjame contarte una historia muy, muy divertida. Ha empezado a llover.
—¿Qué tiene eso de divertido, jefe? —se quejó Shaft, empapándose en el aguacero. Graham parecía incrédulo.
—¡¿Qué es la lluvia si no diversión?! ¡Ah, esto es refrescante! ¡Como una especie de lluvia de primavera que nos rescata de este mortal calor estival! ¡Mojarse en sí es un estado en el que quedas despojado de tu calor corporal! Ahora que lo pienso, ¿no significa eso que la lluvia es la barrera celestial que nos protege del sol? ¡¿Qué debemos hacer, Shaft?! ¡La Tierra nos está bañando en amor!
—Es de noche. El sol no tiene nada que ver con esto, jefe.
—No sabes de lo que estás hablando, Shaft. ¡Es el calor que ha quedado de esta tarde lo que está manteniendo la temperatura tan alta incluso de noche! ¡Tienen mi gratitud, oh, fenómenos atmosféricos!
—Argh, es por esto que los idiotas cultos son las peores personas para tratar…
Shaft se agarró la cabeza con exasperación. Elmer, que estaba caminando junto a Graham, lo ignoró alegremente y habló.
—La atmósfera es realmente impresionante. ¡La Tierra nunca deja de sorprenderme! Y me siento afortunado de poder vivir en este planeta. Me pregunto si podemos compartir toda esta lluvia con la gente que vive en el desierto para que no mueran de hambre… ¡Entonces mucha más gente estaría feliz de vivir en la Tierra! Pero de cualquier modo, creo que deberías sonreír, ya que puedes sentir la generosidad de la Tierra en este momento.
Aunque la lógica de Elmer no era del todo razonable, Graham asintió comprensivamente.
—Ya veo… Ahora que lo mencionas, no hay nada más afortunado que el hecho de que podamos respirar. ¡Oye! ¡Empieza a sonreír!
—Es inútil. ¡Parece que están teniendo una conversación, pero solo están perdiendo contacto con la realidad…!
Graham ignoró el comentario de Shaft y se volvió hacia Elmer.
—No tengo problema en ayudarte a encontrar a este chico Mark, pero solo por mi propia curiosidad, ¿por qué estás buscándolo?
Graham, que se había hecho amigo íntimo de Elmer, había alardeado diciendo: «¡Encontrar a un mocoso será pan comido, mientras traigamos aquí a todos esos delincuentes!».
Y como resultado, ahora estaba ayudando a Elmer en su búsqueda en medio de la noche.
—¿Tal vez ya se fue a casa a dormir? —se preguntó uno de los delincuentes.
—Me gustaría encontrarlo ahora, de ser posible… Parece que está a punto de llover —dijo Elmer por alguna razón, explicando que continuaría buscando él solo, si era necesario.
Y así, los delincuentes se habían separado para buscar por todos los callejones.
Shaft era el único hombre cuerdo en el grupo que lo incluía a él, junto con Graham y Elmer. Las conversaciones sin sentido de sus compañeros lo habían llevado a suspirar casi hasta la muerte.
Fue entonces cuando surgió la pregunta de por qué estaban buscando a este chico.
Shaft levantó la vista, esperando finalmente obtener algunas respuestas.
Pero la respuesta solo hizo las cosas más confusas.
—Bueno… Solo tenía curiosidad de ver si él podría llegar a ser feliz.
—¿Mmm? Vas a tener que aclarar eso para mí —dijo Graham, ladeando su cabeza con su llave apoyada contra su rostro.
—Está bien. Bueno, esto en parte solo es especulación mía, así que me gustaría que lo mantuvieran en secreto —respondió Elmer claramente, revelando su razonamiento.
* * *
—¿Tú…? ¿Quieres comprarme información?
Carl miró al chico frente a él, mientras una serie de emociones complejas se pasaban por su mente.
—No sé cómo conoces el nombre de Szilard, niño, pero estamos dirigiendo un negocio. Me temo que no puedo decirte nada a menos que nos pagues o nos des información de valor equivalente.
—Tengo información para ustedes.
El chico se veía increíblemente mayor en medio de la lluvia. Carl podía sentir una desconocida sensación de temor acercándose.
«¿Qué es esto?».
Señales de advertencia primaria subían lentamente por su cuerpo, informándole que estaba caminando sobre una delgada capa de hielo. La única razón por la que no había huido era porque no sentía una intención asesina proviniendo del chico.
—¿Quién… eres tú…? —preguntó Carl con vacilación. El chico respondió tranquilamente.
—Este es mi pago…
Antes de que se diera cuenta, el muchacho había levantado cierto objeto en su mano.
Un objeto plateado, tan fino y delgado que parecía que se camuflaba perfectamente con la lluvia que caía.
Carl se dio cuenta de que el chico estaba sujetando un picahielo oxidado. El chico continuó tranquilamente, pero con un sombrío peso en sus palabras.
—¿La identidad de Picahielo Thompson no sería suficiente información?
* * *
—Solo tenía curiosidad —confesó Elmer.
Graham y Shaft jamás habrían podido adivinar que esta sería su respuesta.
—Me preguntaba si un asesino serial que intentó suicidarse podría llegar a ser feliz.
* * *
Al mismo tiempo.
Una vez que Lester se hubo marchado, Smith se quedó solo en el edificio para esperar la lluvia.
Leyó nuevamente la nota que le había dado su cliente.
—…Pensar que mi primer trabajo después de salir del hospital sería asesinar a un niño —se dijo así mismo, con molestia.
Arrugó el papel en el que estaba la descripción del chico llamado Mark y su dirección, y lo meditó durante un momento.
—Me gustaría verle la cara al bastardo que se llama a sí mismo un asesino cuerdo.
Soltó una risita mientras empezaba a contar una a una las balas de la pistola en su abrigo.
—Todo lo que tengo que hacer es seguir la locura dentro de mí mismo.
Y como ocultando el ruido del metal, el sonido de la lluvia continuó llenando las calles.
* * *
Intermisión
Lluvia.
Todo empezó ese día lluvioso.
Solamente las gotas de la lluvia conocían toda la verdad, disipándose cuando tocaban el suelo.
Podía escuchar voces.
Podía escuchar voces de personas.
Aunque el frío aguacero enmascaraba el ruido, el chico podía escuchar sus voces.
Era el sonido de hombres siendo empujados al límite de su ansiedad.
¿Ya lo encontraste? No, no lo he visto. Tiene que estar en algún lugar cerca de aquí. Algo no está bien.
Encuéntralo ahora. Encuéntralo. Encuéntralo.
No es más que un niño. Solo déjalo. No tenemos tiempo. Si no está aquí, probablemente no ha visto nada.
Incluso si vio algo, ¿qué podría hacer al respecto? Solo es un niño. Está bien. Ni siquiera vio nuestros rostros.
Los sonidos de temor e incomodidad caían con la lluvia, junto con las voces que se iban relajando poco a poco.
El chico escondido en el armario no podía hacer otra cosa que escuchar.
Pero ya no podía escuchar la voz que más quería escuchar.
Ya no podía escuchar la voz de su madre.
Tal vez ese frágil sonido que había escuchado era su grito.
Ese día, el chico perdió a su madre a manos de estos hombres.
El primer criminal era el propietario de un pequeño bar clandestino.
El segundo era un agente de bienes raíces.
El tercero, un oficial de policía.
El cuarto, el gerente de un servicio de alquiler de almacenes.
Y el quinto era un joven reportero.
Habían pasado casi dos años desde aquel día.
* * *
El chico que había jurado venganza se encontró con un monstruo inmortal…
Y el reportero que le temía a la muerte se reunió con un asesino serial.
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